"Los mexicanos se interrogaron atónitos" sobre lo que pasó aquella tarde del 2 octubre en la que el Ejército disparó a una concentración pacífica de estudiantes. Las palabras son de Elena Poniatowska en La noche de Tlatelolco. Cincuenta años después, la pregunta de cuántas personas fueron asesinadas en la plaza de Las Tres Culturas sigue en el aire y la herida se mantiene abierta.
Lo que comenzó como una tarde de celebración y victoria de los universitarios acabó convertido en un matadero y en la tumba del movimiento estudiantil en México. La agitación que bebía de la revolución política y cultural de 1968, fue silenciada sin ningún responsable hasta la fecha, los documentos sobre las muertes en Tlatelolco siguen sin coincidir y los muertos no cuadran.
Según uno de los primeros informes realizados por el jefe de la Policía Política de la época, el capitán Gutiérrez Barrios, hubo 26 muertos, 100 heridos y 1043 detenidos. Estas fueron las cifras oficiales que dio el gobierno de Díaz Ordaz, sin embargo, el Consejo Nacional de Huelga de los universitarios, en un documento publicado al día siguiente de la matanza, señalaba que se habían contabilizado al menos 40 personas muertas. Un año después, esta misma agrupación reportó cerca de 150 muertos, cifra que ha permanecido en la memoria colectiva.
Otros testimonios anónimos, recogidos décadas más tarde en el Informe de la Fiscalía de la Guerra Sucia 2000-2005, apuntan a que pudo haber más de 100 víctimas por proyectil de bala: “Un testimonio protegido de un agente del servicio secreto habla de haber visto más de un centenar de cadáveres en el cuartel de granaderos de Tlatelolco”, explica el documento.
Los informes de los Servicios Secretos Estadounidenses (NSA) desclasificados décadas más tarde, dicen que recibieron reportes de hasta unos 350 muertos. Mientras tanto, la Embajada de Estados Unidos en México cifró las víctimas entre unas 150 y 200 personas por arma de fuego y heridas de bayoneta. “Sabían dónde atacar… hicieron lo que sabían hacer”, reza el reporte del Archivo de Seguridad Nacional de EE UU.
En medio del caos, el periódico británico The Guardian, a través de su enviado especial, James Rodda, publicaba un saldo de 325 muertos, cifra que retomó Octavio Paz en su libro Postdata, para hablar de la masacre.
En 1993, se colocó en la plaza de Tlatelolco una estela con 32 nombres de los asesinados que fueron identificados. “Muchos de los muertos no eran estudiantes (…) sino empleados, trabajadores, vendedores ambulantes; las familias fueron presionadas para firmar actas de defunción que atribuían la muerte a causas naturales y los parientes fueron amenazados por la policía”, dice Francisco Taibo II en el Informe de la Fiscalía de 2005.
Según Ariel Rodríguez Kuri, profesor de Estudios Históricos del Colegio de México, la cifra de muertes podría situarse entre 32 y 40 personas, incluidos 4 militares y policías que también fallecieron aquel día. “Parece que si uno habla de una cifra menor respecto a la cifra que se ha manejado comúnmente sobre los muertos en Tlatelolco, está disminuyendo la responsabilidad del Estado Mexicano y no es así”, argumenta el experto en entrevista con Verne.
“La matanza fue una emboscada de un grupo de francotiradores muy probablemente de Guardias Presidenciales (Estado Mayor) –cuerpo que forma parte del Ejército mexicano- contra los muchachos que estaban en la plaza y contra sus propios compañeros militares que también estaban allí y que empezaron a disparar cuando sonaron los primeros tiros”, dice Rodríguez Kuri.
"Con todo lo importante y respetable que es un testimonio, no necesariamente son confiables para un peritaje sobre el número de víctimas. No puede preguntarse a alguien que está siendo balaceado que tenga idea precisa el número exacto de víctimas que está viendo", agrega el profesor del Colegio de México.
“¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente nadie. La plaza amaneció barrida.”, dice Poniatowska. El Gobierno intentó ocultar a los muertos, limpiar la sangre de la plaza y celebrar a la semana las Olimpiadas de 1968 como si no hubiera pasado nada. Cincuenta años después, México recuerda a la treintena de muertos oficiales y a aquellos que no pudieron ser identificados.