Cuando eran los pájaros los que se desplazaban regularmente, cada año, en un esperado ciclo que hacía del tiempo algo previsible, la palabra migrar estaba fijada y soldada a la realidad de las aves. Ahora migran las personas en procesos y formas no siempre estables ni repetidos, migran los correos electrónicos a servidores nuevos y, al parecer, migran hasta nuestros datos de alguna manera oscura.
La palabra migrar se ha vuelto frecuente y junto con las voces más específicas emigrar e inmigrar se ha formado una tríada con significado repartido internamente: el verbo migrar se ha convertido en el elemento general englobador de los procesos de desplazamiento, mientras que los vocablos 'inmigrar' y 'emigrar' trabajan en pareja y de forma complementaria para aludir a los tipos de migración de manera más específica.
La pareja inmigrar-emigrar designa un mismo movimiento, pero contemplado desde distintos puntos de vista: emigrante es quien se va, inmigrante es el que llega. Dos son las perspectivas, pero es una la realidad. Ambos verbos han salido de una misma base latina, migrare, a la que el prefijo ex, simplificado en e, añade el sentido de 'salir, marcharse' y el prefijo in aporta el valor de 'entrar, acceder a un lugar desplazándose desde otro'.
O sea, quienes llegan a España para buscarse las habichuelas son inmigrantes, quienes se van de España con el mismo objetivo son emigrantes. El emigrante es el que se va y el inmigrante es el que viene, sí, pero quien se desplaza puede ser una misma persona, visto como 'emigrante' por el vecino de la casa que deja, visto como 'inmigrante' por el vecino de la casa a la que llega.
Hay más parejas de ese tipo en el idioma, por ejemplo, la que hacen los verbos ir y venir o los verbos llevar y traer. Al salir de mi casa te aviso por teléfono: "te llevo un pastel", y al llegar a tu casa te lo doy con un "aquí lo traigo, es de crema". No diría "te traigo un pastel" si aún no estoy en tu casa, ni usaría "te he llevado uno de crema" si estoy ya entrando en la puerta de tu domicilio: llevar y traer nos conducen a un elemento por el espacio de la lengua y lo presentan desde la perspectiva del que se dirige hacia un sitio o del que ha llegado a un lugar.
Por su parte, la palabra 'migrante', en auge en los últimos años, ha servido para reunir ambas visiones. Aunque primeramente se sintió migrar como sinónimo de 'emigrar' y no 'inmigrar', hoy la palabra migraciones es una forma englobadora (técnicamente, un hiperónimo) que engloba ambos movimientos; así, en el nombre del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, el sustantivo migración debe aludir a los movimientos de salida y entrada de población desde un territorio.
Aunque es bastante común el proceso por el que una lengua adopta un término como general para después irlo enriqueciendo con apreciaciones más precisas, para el caso de la terna emigración / inmigración / migración, la situación ha sido justamente la opuesta. Se generalizó primero la palabra emigración, que es latina pero llegó al español desde el francés a finales del siglo XVIII, cuando Moratín la empieza a emplear para los que salen de Francia por la Revolución Francesa, o, después, para los que salieron de España por la Guerra de la Independencia o la política de Fernando VII. Por su parte, la forma inversa inmigración apenas se emplea en español antes del siglo XIX, y en un principio se recogen más empleos de ella en el español americano que en el europeo.
Si bien el término latino es migrare, en español los derivados sin prefijo se usaron muy poco. Aunque en el siglo XVI se documenta el uso de estructuras como "aves migradoras", la aplicación del verbo migrar o sus derivados a personas es rara aún en el XVIII, y se empieza a generalizar el hablar de "corrientes migratorias" aplicadas a movimientos de personas a partir del siglo XX, y de nuevo, antes en América que en España. De hecho, el adjetivo migratorio no se extiende hasta el siglo XX y entró en el diccionario de la Real Academia a mediados de la pasada centuria.
Junto con los prefijos in y ex, hubo otro prefijo, trans, que se adjuntó también a migrar pero para darle un significado algo distinto: transmigrar hoy se usa en español con el valor de 'cambiar el alma de un cuerpo a otro' (a saber de qué forma) y alguna vez se ha utilizado para llamar al proceso por el que un país entero o casi al completo se desplaza para residir en otro. Hubo más combinaciones de migrar con prefijo en latín pero no arraigaron en castellano: remigrare (mudar de nuevo), commigrare (migrar con alguien), admigrare (migrar para irse junto a alguien)... El gramático sevillano Antonio de Nebrija traducía al español (en su Vocabulario español latino, de 1495) todas esas palabras como mudar casa, ya que en el siglo XV aún migrar y emigrar eran palabras extrañas al idioma.
Los movimientos de pueblos y desplazamientos colectivos o individuales han sido constantes en la historia del mundo, pero se han convertido en hechos de agenda más recientemente y ello ha dado lugar a que se especialice un conjunto de voces técnicas para denominarlo. Ir y quedarse no son solo las palabras iniciales de unos versos de amor de Lope de Vega, también es la alternativa del que elige irse porque quedarse es ver irse las oportunidades. En general, en lo de migrar, emigrar o inmigrar, y también citando a Lope, lo que es temporal se termina llamando eterno y es lo que llaman en el mundo ausencia y en la vida infierno.