Liam aparece en pantalla colgado de la luna que decora el techo del baile del instituto. Todas las miradas apuntan, asustadas, a él. ¿Qué hace ahí arriba? Está enamorado de Lizzie pero ella pasa de él y su vida no tiene sentido: en la adolescencia todo es muy dramático. Es un caso para Otis Milburn, el protagonista de Sex Education, que ejerce como consejero de relaciones entre sus compañeros de instituto [si sigues leyendo conocerás la historia de Liam y de algunos otros personajes. No son grandísimos spoilers, pero son spoilers al fin y al cabo].
Esta serie, uno de los últimos lanzamientos de Netflix, trata la sexualidad de los jóvenes de forma global. Lo mismo habla de prácticas eróticas, que de orientaciones o de cómo gestionar las relaciones afectivas. Pero lo hace siempre desde una visión igualitaria y positiva.
Igualitaria, porque no se limita a un punto de vista masculino, sino que incorpora con naturalidad voces femeninas para hablar de deseo, placer e iniciativa (Lily, cuando queda con Otis para tener un encuentro sexual, dice con seguridad: "Yo pongo los condones, tú el lubricante"), así como todo tipo de orientaciones e identidades sexuales (pensemos en Eric mostrando su parte femenina como crossdresser).
Positiva, porque el sexo no se ve como algo oscuro o sórdido que genera riesgos y necesidad de prevención, sino como una forma de descubrimiento y crecimiento personal. Sex Education trata más de valores que de sexo y ese es un gran acierto. Confiemos en que la segunda temporada de la serie, que acaba de anunciarse, siga por los mismos derroteros.
Liam, el chico que cuelga de la luna, ha intentado cortejar de manera insistente a la chica, con la falsa idea de que así conseguirá derretir el corazoncito de la dama. Otis, por su parte, le habla sobre respetar la decisión de otra persona y saber aceptar un no. La actitud de Liam nos habla de cómo los tópicos del amor romántico influyen en las relaciones de pareja y de nuestras carencias en gestión emocional.
Rafael Guerrero, uno de los pocos profesores de la Universidad Complutense de Madrid que, a falta de una asignatura específica, enseña técnicas de educación emocional a sus alumnos de Magisterio, señalaba en este reportaje que algunas de las consecuencias de esta falta de herramientas son la inseguridad, la baja autoestima y los comportamientos compulsivos.
No nos entendemos en la cama
Tanya y Ruthie son novias. Parece que intentan mantener relaciones sexuales pero con poco éxito. Se ven torpes, no saben cómo hacerlo, cómo coordinarse, cómo disfrutar juntas. Si se entienden tan bien en otras cosas, ¿por qué no en el sexo?.
Otis sabe poco de las relaciones eróticas entre mujeres, así que para intentar aconsejarlas mira películas porno y toma notas. No acierta demasiado en el recurso, porque el porno es ficción y muchas veces solo transmite algunos clichés sobre el sexo lésbico.
El consejo no funciona. El asesoramiento sexual no siempre acierta a la primera, ni en este caso ni en la vida real. Otis intenta llevarlo a su terreno: las relaciones de pareja. Y ahí ya apunta mejor porque los problemas de índole erótico a veces esconden un conflicto en la relación.
¿Y tú qué quieres?
Aimee está teniendo sexo con su chico. Le pregunta si se quiere correr en sus tetas o en su cara. Él no se siente cómodo con eso y le devuelve la pregunta: ¿y tú qué quieres? Aimee no lo sabe porque no se lo ha planteado nunca, simplemente repite aquello que ha visto y que cree que desea.
Para saber qué es lo que quiere, Otis le da a Aimee un buen consejo: mastúrbate. Conocer nuestro cuerpo y nuestras reacciones es fundamental para saber qué queremos y, después, poderlo compartir con otras personas.
La primera reacción de Aimee muestra otro mito en las relaciones eróticas: ¿para qué me voy a masturbar si tengo pareja? Como si fuera una práctica destinada únicamente a solteros. Pero luego se anima. ¡Vaya si se anima! Asistimos a una escena de autodescubrimiento que, bajo el humor, es toda una muestra de empoderamiento. Y luego vemos la repercusión positiva de conocerse a uno mismo en la vida sexual en pareja.
Problemas en la penetración
La obsesión por perder la virginidad es lo que le ocurre a Lily. Quiere que la penetren porque necesita quitarse "eso" de encima y saber qué se siente. Es tanta su obsesión que, cuando por fin consigue alguien que quiere hacerlo con ella (un aplauso aquí por mostrar cuerpos diferentes), no puede. El pene choca contra un muro.
El vaginismo es la contracción involuntaria de los músculos de la pelvis de tal manera que impiden la penetración. Se produce, muchas veces, por temor a la penetración. La cabeza, en este caso, interfiere y juega una mala pasada. ¿Cuál es el consejo de Otis a Lily? Que se deje llevar y le propone un ejercicio de "locura".
Es cierto que el sexo necesita de un cierto descontrol, de un cierto abandono. Pero el vaginismo normalmente tiene que ver con un miedo irracional a la penetración. Es una fobia y, como tal, se soluciona con una aproximación progresiva a la situación que produce el miedo. Se añadirán ejercicios para conocer los músculos pubococcígeos. Y también habrá reeducación para, entre otras cosas, aprender a dejarse llevar, sí, pero el tratamiento va un poco más allá de lo que se muestra en la serie. El vaginismo no se cura bajando sin frenos con una bici por la ladera de una colina.
Y ya que hablamos de genitales internos femeninos, "yo también tengo vagina" es una frase clave en una escena de apoyo a una víctima de sexting, una práctica en aumento entre adolescentes y que también recibe atención en la serie. Hubiera sido más correcto hablar de vulva, porque en una foto de los genitales femeninos es la parte externa la que, habitualmente, se ve. Pero a Sex Education se le perdonan ciertas inexactitudes. Al fin y al cabo, la educación en valores es más importante que usar bien una palabra.