Chicho Ibáñez Serrador, nacido en Uruguay en 1935 y que ha fallecido este viernes 7 de junio, no solo inventó los concursos en nuestro país y educó la mirada del espectador televisivo. Vino a Madrid en 1963, a los 28 años, para plantar la semilla del fructífero género de terror español. Bebió de las imágenes de Hitchcock y de las palabras de Edgar Allan Poe para influir con sus películas y series en los miedos y fetiches de Amenábar, Paco Plaza, Àlex de la Iglesia, Juan Antonio Bayona y toda una generación de directores de éxito internacional.
Chicho presenta
Cuando Chicho comenzó a trabajar para Televisión Española a principios de los 60, ya había testado en Latinoamérica varios formatos anglosajones. El más exitoso de ellos, Hitchcock presenta (1955), tenía al británico como maestro de ceremonias de una serie de relatos de terror. Una marcha fúnebre sonaba a modo de sintonía y el cineasta introducía cada noche en la tele estadounidense, desde un decorado que a menudo simulaba ser el salón de su casa, una nueva historia macabra, teñida de cotidianidad.
Inspirado en este formato, Chicho recopiló tres relatos de Poe en la producción argentina Obras maestras del terror (1960). En España, apostó por la fórmula serializada para inquietar al espectador con presentaciones muy similares a las de Hitchcock en Historias para no dormir (1966). En la web de RTVE pueden verse varios capítulos de este programa en el que también recurrió al escritor estadounidense para adaptar El cuervo.
El capítulo piloto de Historias para no dormir, al completo
La psicosis española
Además de ambientar muchos de sus relatos en otros países, Chicho fue pionero al rodar parcialmente en inglés y contratar actores extranjeros. Lo hizo en la película La residencia (1969), en la que se colaban elementos ya conocidos para los amantes del cine de terror. Una casa lúgubre, una mujer estricta y su hijo reprimido y sobreprotegido.
Psicosis (1960) fue la gran inspiración de esta película ambientada en un reformatorio juvenil francés en el que la pulsión sexual compone una parte importante de la trama en la España de Franco.
Las colas para ver la cinta de terror seguían bloqueando las calles españolas meses después de su estreno, como recuerdan estas imágenes del archivo de Televisión Española.
Original defensa de la infancia
¿Quién puede matar a un niño? (1976), que puede verse en Movistar + y en Flixolé, sigue siendo inquietante más de 40 años después de su estreno. El terror no llegaba a través de un monstruo o un asesino, sino de un grupo de niños no muy distintos en apariencia a los de Verano Azul.
En ella, un matrimonio británico pasa las vacaciones en una localidad del Mediterráneo español (aunque en realidad el rodaje tuvo lugar en un pueblo a 40 kilómetros de Toledo). Allí solo parecen vivir niños que no se muestran precisamente receptivos con todo aquel que haya cumplido la mayoría de edad.
Los ataques inesperados y en grupo de los jóvenes protagonistas de la historia hacían referencia a Los pájaros (1963). Y la película se promocionaba con el curioso eslogan: "En defensa de todos los niños del mundo". El relato nació del horror que le habían producido al director las imágenes de cadáveres infantiles en guerras como la de Vietnam.
"Es una rebelión de los niños porque, de alguna manera, son las principales víctimas de lo que consciente o inconscientemente hacemos los adultos, que es matarlos. En guerras, en bombardeos, en hambrunas... Siempre las víctimas son los niños. La violencia, así como la maldad, es algo innato en nosotros. Lo que pasa es que los adultos tenemos que cuidar que eso no crezca. Que crezcan los buenos instintos", decía el director en una entrevista.
Con esta película, Chicho rompió una vez más el aislamiento de una España que ya se encontraba en transición llevando su cine a las salas de proyección de todo el mundo, como décadas después ocurriera con Los otros, REC o El orfanato.