Francisco Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1940), era más que un artista plástico: fue promotor cultural, activista por la defensa del maíz y un duro crítico de la política mexicana. Este jueves, Toledo falleció a causa de una complicación médica derivada del cáncer a los 79 años.
Su obra siempre fue mucho más allá de lo plástico. En diciembre de 2014, tras la desaparición de los 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa, Toledo diseñó y armó 43 papalotes (palabra que proviene del náhuatl papalotl, que significa mariposa) que fueron elevados en Oaxaca por alumnos de primaria. “Fue un gesto que preparamos con los niños de la escuela”, explicó el artista en una entrevista con EL PAÍS en 2015.
Los rostros de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos se elevaron en el cielo de Oaxaca. “Hay una costumbre del sur: cuando llega el Día de Muertos se vuelan papalotes porque se cree que las almas bajan por el hilo y llegan a tierra para comer las ofrendas; luego, al terminar la fiesta, vuelven a volar. Como a los estudiantes de Ayotzinapa los habían buscado ya bajo tierra y en el agua, enviamos los papalotes a buscarlos al cielo”, contó el oaxaqueño.
Durante la década pasada, una de las protestas encabezadas por el pintor impidió que se estableciera un restaurante de la cadena estadounidense McDonald’s en el centro de la capital oaxaqueña. “Juchitán es Toledo, sus ocres y sus púrpuras, su negro vid de uva calcinada, su amarillo congo de tlapalería, el azúcar que va escurriendo por las calles, las abejas que zumban en torno a la miel, la miel en el paladar de la mujer, la miel en su sexo y en su vientre, la miel de sus pechos y de su cabello lavado en el agua del río", ha dicho la escritora Elena Poniatowska sobre este artista oaxaqueño.