Resulta difícil imaginar la cara que se le pone a alguien cuando se entera de que le han dado un Premio Nobel. Pero, gracias a esta foto, nos podemos hacer una idea: Michel Mayor estaba en el aeropuerto de San Sebastián poco después de enterarse de que había ganado el Nobel de Física por haber descubierto el primer exoplaneta. La cuenta de los premios compartió la imagen este martes. En el texto explica que Mayor está en España porque tiene planeada una gira de conferencias por el país, lo que ha llamado la atención de muchos medios locales. En el momento de la foto estaba mirando todos los mensajes que le estaban llegando.
A pesar de que la imagen se ha interpretado como si se hubiera tomado en el momento en el que se enteraba de la noticia, en el aeropuerto ya sabía que le habían premiado. De hecho, hay una foto aún anterior, facilitada a Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, y tomada frente al apartamento que Mayor y su esposa tenían alquilado en Donostia, solo cinco minutos después de haber leído la noticia.
La Academia también ha publicado en su cuenta de YouTube una entrevista telefónica con el astrofísico, grabada en el autobús de camino al aeropuerto, donde cogió un avión a Madrid. El entrevistador le pregunta, precisamente, cómo se enteró del premio y cuenta que fue “por casualidad”, al abrir su ordenador antes salir.
La llamada del Nobel
Aunque no pudo dar con Mayor, la Real Academia de las Ciencias de Suecia intenta llamar en torno a una hora antes del anuncio oficial a los premiados, como se puede ver en este tuit publicado este miércoles: “El secretario general, Göran K. Hansson, y el teléfono de la oficina están haciendo historia otra vez. ¿A quién llaman? #PremioNobel #Química”. Los premios se deciden de manera definitiva la misma mañana que se anuncian, por lo que no se puede contactar mucho antes con los interesados.
Como la mayoría de premiados son estadounidenses (o trabajan en Estados Unidos), a muchos la llamada les pilla durmiendo. Richard Feynman, Nobel de Física en 1965, cuenta en su autobiografía, ¿Está usted de broma, señor Feynman?, que no le hizo mucha gracia que el teléfono sonara a las cuatro de la mañana.
—¡Eh! ¿Para qué me molestan a estas horas?
—Pensé que le gustaría saber que ha ganado usted el Premio Nobel.
—¡Sí! ¡Pero ahora estaba durmiendo! Habría sido mucho mejor que me hubieran llamado por la mañana.
Estén o no medio dormidos, es habitual que los premiados piensen que se trata de una broma, como recogía The Wall Street Journal en un reportaje de 2015. El biólogo Randy Schekman, Nobel de Medicina en 2010, recordaba que ya le dijeron que no era una broma antes de que preguntara.
Algunos solo se lo acaban de creer cuando la persona que llama “pasa el teléfono a algún miembro del comité a quien conocen personalmente”. Los más escépticos, como el economista Alvin Roth (2012), siempre tienen el otro recurso de una última prueba tras colgar: “Tecleas 'premio Nobel' en Google. Para entonces, si tienes alguna duda, ya quedas convencido del todo”.
Mario Vargas Llosa, que hasta entonces había sido uno de los eternos favoritos para ganar el Nobel de Literatura, también desconfió cuando recibió la llamada en 2010, según declaró a EL PAÍS: “Cuando nos llamaron, a Patricia [que entonces era su esposa] le pareció que podía ser una broma".
Algo parecido comentó en The Guardian el novelista Kazuo Ishiguro, ganador del Nobel de Literatura en 2017: “Creía que era falso… En tiempos de fake news”. El autor de Lo que queda del día comentó que no recibió la llamada y no se lo acabó de creer hasta que se lo confirmó su agente y, como buen británico, lo vio en la BBC.
En 1997 las sospechas no eran hacia las fake news, sino hacia todo Internet: un periodista llamó al físico estadounidense Steven Chu para preguntarle qué sentía al haber sido premiado. El físico no había oído nada hasta entonces:
-¿Va en serio?
-Sí, está en Internet.
-¿Te crees todo lo que ves en Internet?
Doris Lessing se enteró de su Nobel de Literatura en 2007 por la prensa. No porque estuviera leyendo el diario, sino porque se encontró con una cámara de Reuters al llegar a casa. Según su agente, se había perdido la llamada por haber salido a hacer unas compras. Su respuesta a los periodistas fue un hastiado e irónico “oh, Cristo... Llevamos 30 años con esto, no me puedo emocionar más”.
Peor se lo tomó Bob Dylan: ni siquiera llegó a cogerle el teléfono a la Academia, aunque sí recogió el premio en un acto privado.