En 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (Brasil), en la que 159 países aprobaron compromisos para frenar el cambio climático. Esta cumbre sirvió para que se aprobara el Protocolo de Kioto en 1997 y el Acuerdo de París en 2015. Actualmente, se está celebrando en Madrid la Cumbre del Clima anual, 27 años después de la de Río, y nos hemos preguntado si vamos por buen camino para frenar el calentamiento global. A la vista de los datos, no.
Temperatura del planeta
En 1990 el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó su Primer Informe de Evaluación, que concluía que las temperaturas habían aumentado en entre 0,3 y 0,6 grados desde niveles preindustriales. El segundo, publicado en 1995, confirmó que este calentamiento se debía a la actividad humana.
La temperatura media del planeta estará a finales de 2019 1,1 grados por encima de los niveles preindustriales, según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Este año va camino de convertirse en el segundo o tercero más cálido registrado desde que hay mediciones fiables, que arrancan en 1850.
Las temperaturas medias para los períodos de cinco años (2015-2019) y de diez años (2010-2019) son las más altas registradas casi con seguridad, a falta de cerrar el año y también según datos de la OMM.
El acuerdo de París de 2016 tiene como objetivo que el incremento medio de la temperatura quede por debajo de los dos grados en 2100 y, en la medida de lo posible, por debajo de 1,5. Naciones Unidas ha advertido de que el objetivo de 1,5 “estará fuera de nuestro alcance antes de 2030” si no se acometen reducciones de emisión de gases de efecto invernadero en todo el planeta.
Emisiones de gases de efecto invernadero
Desde 1990, las emisiones de CO2 vinculadas a los combustibles fósiles han crecido un 61%. 2019 cerrará con un incremento de las emisiones de CO2 del sector fósil de un 0,6% respecto al año anterior, según el informe anual del Global Carbon Project. En 2018 crecieron un 2,1% y en 2017 un 1,5%.
Más de la mitad de todo el CO2 expulsado a la atmósfera debido a la quema de combustibles fósiles se ha emitido en las tres últimas décadas (desde 1989). El periodista David Wallace-Wells habla de ello en su libro El planeta inhóspito, citando datos de un estudio del Laboratorio Nacional Oak Ridge, de Tennesse (EE UU), publicado en 2017. “Hemos infligido más daño al devenir del planeta y a su capacidad para soportar la vida y la civilización humanas desde que Al Gore publicó su primer libro sobre el clima [1992] que en todos los siglos -todos los milenios- anteriores”.
Y eso a pesar de que en 1997 se firmó el Protocolo de Kioto: las naciones desarrolladas se comprometieron a reducir sus emisiones en un promedio de 5,2% para el período 2008-2012, con grandes variaciones en las metas de cada país (mayores para los países ya industrializados). En 2001, el presidente de Estados Unidos George W. Bush retiró a su país de este protocolo. En 2019 lo hizo Trump del Acuerdo de París, dos años después de anunciar su intención de hacerlo.
En los acuerdos que surgieron de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, China e India quedaban fuera de los Estados industrializados que tenían la obligación de asumir las mayores responsabilidades para reducir la contaminación, al no estar entre los más contaminantes. Pero en 2019 los países más contaminantes ya son, por este orden, China (con el 26,8% de las emisiones de gases de efecto invernadero), Estados Unidos (13,1%), India (7%) y Rusia (4,6%). La UE en su conjunto suma un 9%. Según un informe de la ONU, el 75% de los países no está haciendo lo suficiente para controlar las emisiones.
Hielo en los polos y en Groenlandia
El nivel del mar ha subido 9,44 centímetros de media en todo el mundo entre 1993 y 2019, según datos de la NASA. El ritmo anual se está incrementando, según un estudio publicado en Nature: en la década de 1960 era de un milímetro al año y en la actualidad supera los tres milímetros por año.
La NASA publicó un vídeo en 2016 en el que se apreciaba el deshielo del Ártico desde 1984. Los resultados muestran que el hielo más antiguo está desapareciendo, a pesar de que es más grueso y resistente que el nuevo, ante la subida de temperaturas del verano. La capa de hielo del mar es cada vez más vulnerable al calentamiento del océano y la atmósfera.
Ed Hawkins, científico climático de la Universidad de Reading, mostraba en un gif compartido en redes sociales la evolución del hielo del Ártico desde 1979.
La capa helada del noreste de Groenlandia ha disminuido en 10.000 millones de toneladas al año desde principios de 2000, según un estudio de 2014. Este trabajo recogía que este deshielo “es uno de los principales contribuyentes de la subida global del nivel del mar en los últimos 20 años, dando cuenta de 0,5 milímetros de aumento por año del total de 3,2 milímetros anuales al año”.
La Antártida ha perdido tres billones de toneladas de hielo desde 1992, según un estudio publicado en 2018. Esto se corresponde con un aumento del nivel del mar de 8 milímetros. El ritmo de deshielo también se acelera: el continente ha pasado de perder una media de 76.000 millones de toneladas anuales hasta el año 2012 a ver cómo desaparecen 219.000 millones cada año durante los seis años siguientes.
Acidificación de los océanos
Los océanos asimilan más de una cuarta parte del CO2 emitido por los humanos. En los últimos 50 años, los océanos han retenido el 90% del exceso térmico debido al cambio climático. La mitad de ese calor ha sido absorbido desde 1997 y, hoy en día, los océanos acumulan al menos un 15% más de energía que en el año 2000, según recoge también Wallace-Wells en su libro.
La consecuencia es la acidificación marina, que está arrasando cuencas hídricas del planeta, contribuyendo a su vez a la liberación de azufre en la atmósfera, entre otros efectos. Esta mayor acidez “podría añadir entre un cuarto y medio grado al calentamiento”.
Fenómenos meteorológicos extremos
Las olas de calor peligrosas se han multiplicado por 50 desde 1980, según recoge David Wallace-Wells en El planeta inhóspito. Son muchos los ejemplos de récords que se han batido, para mal, en los últimos años: los cinco veranos más calurosos en Europa desde el año 1500 han tenido lugar desde 2002, según un informe del Banco Mundial. Las inundaciones anuales se han cuadruplicado desde 1980 y se han duplicado de 2004 a 2018, según el Consejo Consultivo Científico de las Academias Europeas. Cinco de los 20 peores incendios de la historia de California tuvieron lugar en 2017.
En Asia, en las cuatro últimas décadas la intensidad de los tifones ha aumentado entre un 12% y un 15%, y la proporción de tormentas de categorías 4 y 5 se ha multiplicado por dos (por tres en algunas zonas), como recoge Wallace-Wells.
El ejemplo de la capa de ozono
En un reportaje de 2015, EL PAÍS calificaba la capa de ozono como "una lección para el cambio climático”. En 1985 se detectó un enorme agujero en la capa de ozono sobre la Antártida, por culpa de los clorofluorocarburos (CFC). En apenas dos años, se prohibieron en todo el mundo estos compuestos, presentes en productos como los aerosoles y el gas que enfriaba los refrigeradores.
El agujero siguió creciendo hasta alcanzar su máxima extensión en el año 2000, pero habría sido un 40% más grande sin esta prohibición. Desde entonces, el agujero se ha ido cerrando, llegando a su menor extensión en 2019, si bien es cierto que en los últimos años se ha detectado que la concentración de ozono atmosférico en otras latitudes del planeta está disminuyendo, sin que los científicos sepan si por culpa de partículas de origen industrial o del cambio climático.