La franquicia que reinventó el cine de terror riéndose de él en los 90, Scream, ha vuelto. Pero no lo ha hecho para disfrute de sus espectadores primigenios, los adolescentes de la llamada generación X; las macabras aventuras de Ghostface han mutado hasta convertirse en una serie de televisión para millennials.
La responsable de hacer gritar a los jóvenes de ahora es la cadena de televisión por cable MTV. Aunque detrás de los focos repiten parte de los que dieron vida al original (falta el guionista Kevin Williamson), se nota que a la cadena los espectadores de la generación X ya le dan igual. Poco importa que aquella hornada a la que pusieron rostro Winona Ryder y Ethan Hawke en Reality Bites también se le denominara generación MTV; ahora tienen hijos que llevar al colegio y están mayores para ver cacerías adolescentes. El público objetivo de la serie es el 3.0, y estas son las 9 claves que han utilizado para conquistarlo:
1. La primera en morir es una actriz Disney
Tranquilos, que no es ningún spoiler. La muerte ocurre en la secuencia de arranque del primer capítulo y emula el mítico asesinato de Drew Barrymore que dio el pistoletazo de salida a la saga de películas. En esta ocasión, la estrella invitada para ser apuñalada (después de sufrir un buen acoso por Whatsapp) es la actriz Bella Thorne, una habitual de las series americanas conocida por haber sido antes niña Disney.
Cuando en la película original se rajó de arriba abajo a la niña de ET, murieron con ella los niños que los adolescentes de la generación X aún llevaban dentro. El mensaje fue algo así como: “Se acabaron los cuentos de Spielberg, ahora sois mayores y el mundo está afilado como un cuchillo de caza”. Tiene lógica que la metafórica muerte de esa infancia a cargo de Ghostface se ponga ahora en escena a través de una actriz que llevó orejas de Mickey durante los años en los que los millennials fueron niños.
2. El terror es tecnológico
El teléfono fijo de Scream, aquel al que los adolescentes de la generación X se pasaban el día colgados, ha sido sustituido en la serie por un iPhone 6 con un montón de aplicaciones que el asesino utiliza para aterrar a sus tecnológicas víctimas. Ahora Ghostface puede ver si sus víctimas están en línea en Whatsapp, enviar un gif anunciando la próxima muerte a través de una lista de difusión masiva y hasta viralizar vídeos de revenge porn.
El asesino juega con los miedos tecnológicos de los nativos digitales que han convertido los smartphones en una prolongación del brazo. Y si ataca por ahí, difícil que lo puedan atrapar los ahora adultos de la generación X que no entienden muy bien para qué sirve eso de Snapchat. Por ese motivo el peso de la investigación lo llevan los propios protagonistas adolescentes que pasan bastante de la policía. Ya se sabe que una de las principales quejas de los millennials es que las instituciones no los entienden.
3. Los arquetipos adolescentes han cambiado
La princesa, el deportista, la chica rara, el empollón y el futuro delincuente son cinco estereotipos adolescentes que se encuentran en cualquier aula de instituto del mundo. John Hughes se encargó de ponerlos en escena en la película de culto de la generación X The Breakfast Club y, desde entonces, esos cinco están en todas las ficciones adolescentes.
Repiten en la serie de Scream, pero la novedad reside en que ya no se comportan del modo habitual. Los arquetipos, en el mundo real, han dejado de funcionar como se espera de ellos. Si hablamos de universo adolescente, hoy en día un geek puede ser tan atractivo como el deportista de la clase. Ahora hay que ser las dos cosas, hay que serlo todo. Por eso el friki de la serie se enrolla con una del grupo de las guays y a nadie le extraña demasiado. Además, en la pandilla actúan todos juntos sin que se resalten demasiado sus posiciones en los molómetros sociales. A pesar de la fama de yoístas, los millennials son jugadores en equipo, y su capacidad en las redes sociales de convertir algo en TT lo demuestra. Pues lo mismo para desenmascarar un asesino, o para asesinar.
4. Las normas se reescriben
Se supone que los millennials eran unos niños mimados, pero con eso de la crisis económica del último lustro tuvieron que cambiar a la fuerza. A pesar de que se apostaba poco por ellos, supieron adaptarse a los nuevos patrones y reescribieron algunos de ellos al tomar conciencia de que lo que había ya no servía. Algo así ocurre con las normas del género de terror en la serie, con las que se hace tabula rasa. Ocurre cuando en plena fiesta adolescente una de las protagonistas anuncia que va a por más bebida al garaje (sí, suena a la primera película de Scream). Pronuncia en voz alta el fatídico ‘enseguida vuelvo’, ese que en el género de terror siempre ha sido sinónimo de destripe. Pero en la serie se rompe el cliché, la chica va a por cervezas y regresa sana y salva. Otro ejemplo de reescritura es el hecho de que la protagonista principal no es virgen, algo que en el género aseguraba la supervivencia frente al asesino. Los millennials tienen fama de que no les gusta nada que les digan lo que tienen que hacer, y tampoco van a aceptar órdenes de un asesino enmascarado.
5. El original se difumina
En la serie todo tiene un aroma a las películas originales, pero es sólo eso porque ni el pueblo es el mismo, ni repiten los protagonistas de la pesadilla cinematográfica. Hasta la máscara del asesino ha cambiado y ahora parece deformada por el paso del tiempo. Las malas lenguas dicen que es porque desde la MTV no consiguieron hacerse con la licencia de la original, pero la realidad es que a la serie le ha venido de perlas para que todo empiece de nuevo y se difumine el previo.
El original ya sólo parece necesario para ofrecer su marca. Ya lo demostró el reboot de Sensación de Vivir, que recuperó a Brenda (Shannen Doherty) y Kelly (Jennie Garth) como adultas, en papeles secundarios, con el amarillismo añadido de descubrir cuál de las dos se había quedado al final con Dylan. Pero parece que ni con esas consiguieron los espectadores de la serie original se asomaron por la nueva versión. En Teen Wolf, MTV tampoco se le hizo mucho caso al clásico de Michael J. Fox, ni el tono ni en la forma. En el caso de Scream, parece que ni siquiera han hecho la llamada de cortesía a la reina del grito de los 90, Neve Campbell, para ver si quiere participar...
6. La sátira es de la actualidad
Además de una película de terror, Scream es una sátira del género que escupe ironía sobre los títulos míticos de las décadas anteriores. Al verla, los adolescentes de la generación X se encontraron con que todo lo que de pequeños les había provocado pesadillas, en realidad tenía truco, y que los mismos pasos torpes (chica que sube por las escaleras en lugar de huir por la puerta principal) se repetían en todas las películas. La vuelta de tuerca a algo así parece difícil de conseguir, y más después de que Scream tuvieran su propia parodia (la saga Scary Movie). Tal vez por eso la serie se centra en dialogar con ironía sobre lo que conocen los millennials: la actualidad. El discurso ‘meta’ se centra en torno a si una película slasher se puede convertir en una serie de televisión. Hay guiños The Walking Dead, Bates Motel, American Horror Story, la novela Perdida… Productos culturales de rabiosa actualidad. Ventajas de no sufrir el mal de la nostalgia que en ocasiones paraliza a la generación X.
7. La trama es múltiple
Una de las diferencias entre una película y una serie de televisión es que en la segunda seguro que hay más de una trama; cada una de ellas la protagoniza un grupo de personajes y se cruzan a lo largo de todo el capítulo. Esto también ocurre en algunas películas, pero no es el caso de Scream, en donde el foco está colocado siempre en la misma historia: ¿quién es el asesino?
Sin embargo, en el caso de la serie, esa historia principal se aliña con las particulares de cada uno de los personajes y la suma de sus fragmentos constituye el todo. Los millennials ya no miran una única pantalla, sino que funcionan con muchos canales y dispositivos al mismo tiempo. Es la llamada multipantalla que facilita el multitasking: la capacidad de hacer varias cosas a la vez. Un joven 3.0 puede tuitear, enviar una foto por Snapchat, dar un like en Facebook y tener una conversación real con la persona con la que está viendo la televisión en el mismo minuto. Una sola cosa ahora se queda corta, y una sola historia también.
8. La audiencia se mide a lo millennial
El primer episodio de Scream reunió a 1,03 millones de espectadores en USA (0,43 del porcentaje demográfico). El segundo capítulo no llegó al millón, se quedó en poco más de ochocientos mil espectadores. A primera vista, las cifras no parecen muy positivas; sin embargo, MTV informaba al poco tiempo de que la serie renovaba por una segunda temporada. En su comunicado de prensa también decía que era la serie del verano más vista de la televisión por cable por los millennials, con más de 6 millones de espectadores. Ese dato es el resultado de la suma de las cifras de los audímetros y el total de descargas de espectadores de entre 12 y 34 años durante los tres días posteriores al estreno. Además, la cadena tiene en cuenta las descargas desde su propia app, y la audiencia social; el episodio piloto generó 54.000 tweets (más de 15 por segundo), y el hashtag #MTVScream fue trending topic durante toda la noche. También lo fue en Instagram, una red social inexistente para las cadenas de televisión españolas a pesar de ser la favorita de los millennails.
9. La publicidad es transmedia
En MTV son conscientes de que su público está en las redes sociales. Nueve meses antes del estreno de Scream, ya estaban moviendo fichas través de Snapchat y Twitter. Enviaron un número de teléfono a los fans al que contestaba la reconocible voz de Ghostface anunciando la llegada de la serie. En mayo, compartieron en Facebook las imágenes de la Killer Party promo en la que los actores de otra de sus series millennial, Teen Wolf, aparecían asesinados. También desde hace unos meses está disponible en YouTube el juego interactivo Choose Your Own Murder, que funciona como un libro tipo ‘Elige tu propia aventura’ con los que crecieron los de la generación X, pero en su versión millenial. Desde el estreno de la serie, hay foros activos de discusión en Facebook y youtubers contando sus teorías sobre quién es el asesino en vídeos. Aunque el mejor transmedia ha sido casi involuntario, a cargo de los actores de la serie y sus redes sociales. Los seguidores stalkean todo lo que hacen, en busca de un descuido que advierta de si seguirán vivos o muertos en el siguiente capítulo, y lo hablan directamente con ellos.
Es más que evidente que la serie de Scream se ha diseñado para uso y disfrute de los millennials, y que la generación X original sale de la ecuación. Entonces, ¿por qué recuperar un título del pasado e invertir tanto esfuerzo en reconvertirlo? Más allá de la marca que ofrezca, no parece que tenga mucho sentido gastar el dinero en una franquicia que después se va a difuminar hasta convertirse en una historia nueva que podría llamarse de cualquier otra manera. O quizás sí lo tenga, pero sólo si los motivos son más emocionales que económicos como parece ser el caso. Eso es lo que ocurre cuando la que manda es la nostalgia. Los que están hoy en los grandes despachos decidiendo a qué serie se le da luz verde son los adolescentes que en 1996 vieron en el cine Scream: la generación X. Esos quieren recuperar las historias que les hicieron felices en el pasado y les ayudaron a hacerse mayores, para ayudar a otros a crecer y que escriban las suyas. Y es que ya lo dijo Shakespeare: “El pasado es un prólogo”.
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