“Cuando noto su amor, me siento como si estuviera en la cima del mundo”, dice una de las protagonistas del biopic sobre el asesino en serie Ted Bundy, interpretado por Zac Efron. Entre los comentarios al tráiler de esta película, Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile (Extremadamente cruel, espantosamente malvado y vil) uno apunta que parece una comedia romántica y otro se pregunta si centrarse en la imagen de Bundy como alguien encantador e inteligente acabará eclipsando el hecho de que asesinó a más de 30 mujeres.
La película, estrenada en el festival de Sundance, se une a la serie de cuatro documentales sobre el personaje que se puede ver en Netflix, Conversaciones con asesinos: las cintas de Ted Bundy. Ambas producciones están dirigidas por Joe Berlinger, que aseguró que quería entender por qué el criminal “mantiene ese perverso estatus de casi una estrella del rock”.
Bundy no es el único asesino en serie que protagoniza películas, reportajes, novelas y documentales. Jesús Herranz es profesor de Psicología Criminal en la Universidad de Alicante y psicólogo del centro penitenciario de Fontcalent y no le sorprende el interés (y la polémica) por estos criminales. Hace unos 30 años puso en marcha una asignatura optativa sobre psicópatas y asesinos múltiples que fue un comprensible éxito de asistencia, con unos 200 alumnos cada año. También recuerda que es más fácil sentir este interés a través de documentales y películas que en persona: “Estar cara a cara con un psicópata que ha cometido crímenes da verdadero miedo”, cuenta a Verne.
El misterio
Un factor que influye en este interés por los asesinos en serie es “la naturaleza incomprensible” de estos crímenes, “que hace que mucha gente los vea morbosamente fascinantes”, como escribe el sociólogo y profesor de criminología Scott Bonn en su libro Why We Love Serial Killers: The Curious Appeal of the World’s Most Savage Killers (Por qué nos gustan los asesinos en serie: el curioso atractivo de los asesinos más salvajes del mundo). Es decir, sentimos “la necesidad de entender por qué alguien haría cosas tan horribles a otra gente, en especial a completos desconocidos”.
Contribuye el hecho de que estos asesinos a menudo parecen completamente integrados en la sociedad y llevan una vida aparentemente normal. Bundy se preparaba para ser abogado y colaboró con la campaña electoral de Nixon, por ejemplo. En otros casos, como Dennis Radder (BTK), incluso hablamos de padres de familia.
Los estereotipos sobre los asesinos
Cuando pensamos en asesinos en serie nos viene a la mente la imagen de un hombre sofisticado, carismático e inteligente, como Bundy. Pero, como apunta Herranz, Bundy es una excepción y la mayor parte de psicópatas que cometen crímenes “son mucho más torpes”.
Esta imagen se alimenta a menudo de estereotipos que proceden de casos aislados y no representativos (como Bundy), de la ficción y, también, de lo que los asesinos han dicho de sí mismos, como escribe Bonn. Muchos asesinos en serie “disfrutan con su estatus de celebridad criminal y les gusta alimentar el pánico público que crean”. Incluso “participan activamente en la creación de su propia imagen”. Por ejemplo, El Hijo de Sam, Zodiac y BTK (Bind, Torture, Kill; ata, tortura, mata) llegaron a ponerse sus propios motes en cartas dirigidas a la policía.
Como explica Bonn respecto a este último caso, “sus objetivos reales a la hora de escribir a las autoridades eran narcisistas y autocomplacientes. Es decir, crear terror, ganar notoriedad y demostrar superioridad intelectual”.
Bundy también contribuyó a la imagen que tenemos de él, como, por ejemplo, en las declaraciones grabadas al periodista Stephen Michaud que aparecen en los documentales de Netflix. Esta imagen hace que a menudo se olvide, por ejemplo, que Bundy no era tan brillante como quería aparentar y que, por ejemplo, sus resultados académicos eran mediocres.
“Bundy era excelente en la manipulación de emociones”, recuerda Herranz, que subraya que los psicópatas tienen “un encanto superficial” y “también son narcisistas, les gusta sentirse protagonistas”, por lo que pueden decir a su oyente lo que quiere oír, siempre que se adapte a sus intereses.
Como una película de terror
Los crímenes de los asesinos también son una forma de violencia extrema. Bonn compara el interés por estos crímenes con ver una película de terror: al final se trata de pasar miedo en una situación controlada. Seguimos una historia en la prensa o en una película basada en hechos reales, y esta historia funciona como otra forma de entretenimiento. Y no es algo tan frívolo como puede parecer, sino que puede ayudarnos a gestionar nuestros temores y ansiedades.
A menudo, la ficción y la realidad se retroalimentan. Los asesinos en serie “han sido usados por guionistas, películas, por el punto de fascinación y de interés que tienen”, comenta Herranz. Por ejemplo, a Jeffrey Dahmer se le comparó con Hannibal Lecter. Dahmer asesinó a 17 personas, llegando a practicar el canibalismo con algunas de sus víctimas, y fue arrestado en 1991, poco después del estreno de El silencio de los corderos. Aparte de eso (que no es poco, de acuerdo) no hay ningun parecido entre el asesino y el personaje de ficción.
Bonn apunta que “la identidad socialmente construida de los asesinos en serie no distingue entre los depredadores de la vida real como Ed Kemper y Jeffrey Dahmer de los ficticios como Hannibal Lecter o John Doe en la película Seven”.
Es decir, la ficción acaba contagiando a la realidad, con el peligro, añade, de que en ocasiones no recordamos “los horrores reales que sufrieron las víctimas y sus seres queridos”. De hecho, casi todos somos capaces de mencionar el nombre de al menos cinco o seis asesinos en serie, pero rara vez recordamos el de alguna de sus víctimas.
Coleccionistas y 'groupies': los casos extremos de la fascinación por los asesinos
Si tienes 175.000 dólares puedes comprar uno de los cuadros que John Wayne Gacy pintó en prisión antes de ser ejecutado por asesinar a 33 jóvenes y adolescentes. Por algo menos, 400 dólares, puedes comprar un cartel original de la policía de Colorado que alertaba de la fuga de Ted Bundy. La fascinación por los asesinos en serie puede llegar a la murderabilia, el coleccionismo de objetos relacionados con asesinos en serie.
Otro caso extremo es el de las fans de asesinos. Como Carole Ann Boone, que llegó incluso a quedarse embarazada de Ted Bundy mientras él estaba en la cárcel. Además y como se ve en el documental de Netflix, muchas mujeres jóvenes acudieron al juicio a este asesino, intentando llamar su atención.
No es un caso aislado: por ejemplo, Richard Ramírez, condenado por 14 asesinatos, se casó en la cárcel con una periodista llamada Doreen Lioy, que aseguró que se suicidaría cuando se ejecutara a Ramírez. Al final, este asesino falleció por insuficiencia hepática en 2013 en la cárcel. Según recoge el sociólogo Scott Bonn, esta actitud es difícil de explicar y las razones pueden ir de problemas de autoestima al impulso de experimentar los asesinatos de forma indirecta.
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