Ha pasado más de una semana pero la intensidad del debate no mengua. Cristina Pedroche presentó las campanadas en la Sexta junto a Frank Blanco luciendo un vestido con transparencias que permitía ver su ropa interior y algo parecido a un cataclismo barrió las redes sociales y copó nuestras primeras conversaciones de 2015. Además de incontables titulares, generó más de 36.000 tuits en siete días y llevó a que la presentadora fuera una tendencia en búsquedas de Google en el arranque del año. La Sexta tuvo una audiencia en las campanadas de 1.395.000 espectadores, una cifra que ya roza el vídeo colgado por este canal en YouTube.
La relevancia de un hecho aparentemente trivial se explica en el siempre llamativo reclamo del sexo (por ingenuo que nos pueda parecer entrever unas bragas a través de un tul) y en que de lo que se está hablando en realidad es de uno de los temas candentes de los últimos tiempos: la imagen femenina en los medios.
En un momento en el que el debate feminista ha vuelto con fuerza y toca todos los aspectos de la cultura pop más generalista, con Beyoncé o Taylor Swift declarándose orgullosamente feministas y Emma Watson dando un discurso sobre el tema en la ONU, este escándalo nos dice mucho sobre la actitud de nuestra sociedad ante el tema y reabre –incluso de forma inconsciente- el viejo debate sobre si cuando una mujer decide explotar su faceta más sexual está demostrando libertad o si está siendo cómplice del juego patriarcal en el que se la explota como un objeto sexual. Analizamos el fenómeno desde las distintas posturas que se adoptan ante él.
1. “Menuda fresca”. Es la reacción más simple y menos elaborada, acompañada frecuentemente con críticas al vestido en sí (por cierto, de la diseñadora Charo Ruiz), comentarios sobre su similitud con un salto de cama y sobre la conveniencia o no de añadirle una faja.
2. “La obligan a vestirse así directivos de televisión para ganar audiencia”. Ese “obligar” podría tener infinitos matices, pero -al menos en su acepción más literal- el argumento quedó invalidado en el momento en el que la propia Cristina Pedroche comentó el campanazo en su twitter:
Posteriormente repitió look en un gag para Zapeando en el que se les ofrecían una segunda oportunidad de tomar las uvas a los que optaron por verlas por Canal Sur (el otro trending topic de este fin de año), y aprovechaba para declarar que nadie, ni la cadena ni la estilista, le había obligado a ponerse el vestido, sino que lo había escogido ella misma: “Estoy feliz y orgullosa de poder elegir este vestido”. Y añadió un inapelable “las mujeres al igual que los hombres somos personas y tenemos totalmente el derecho a elegir lo que nos da la gana”.
3. “Las mujeres pueden vestirse como quieran y nadie debe criticarlas por ello”. Es el mismo argumento que ha utilizado la propia protagonista de este asunto. Los que lo esgrimen no ven en esta historia un ejemplo de machismo, sino una elección de vestuario desenfadada y libre por parte de una mujer que se siente cómoda con su cuerpo y decide mostrarlo. Con las primeras críticas y el escándalo, hasta la marca del vestido vio en la defensa del look una reivindicación de la libertad femenina y una crítica al excesivo escrutinio público.
4. “Un ejemplo más de la paupérrima imagen de las mujeres en los medios”. Se objeta que el problema no es Cristina Pedroche ni que enseñe las bragas con un vestido transparente, sino que precisamente no podría ir vestida de otra forma que no fuese provocativa porque apenas hay espacio en televisión para mujeres que no sean bellas, jóvenes y sexuales.
Esta postura requiere más de 130 caracteres para ser explicada, por eso ha sido en los blogs donde el límite para explayarse es infinito donde se ha manifestado principalmente. Desde la web Genericidios, la entrada “Que las bragas de la Pedroche no nos impidan ver el bosque”, popular en redes sociales estos días, estudia el trato que hacen las cadenas de las profesionales:
“Lo que me da que pensar es este razonamiento tramposo que se les presenta a las mujeres jóvenes en los medios de comunicación: lo que va a ocurrir aquí no tiene nada que ver contigo, con lo que eres tú, con tu persona, sino con una cesión temporal de tu cuerpo a una empresa privada por el bien de ambos”
La periodista y guionista Diana López Varela incide sobre el tema de la responsabilidad en su blog personal:
“Obviamente, cada uno elige hacer con su cuerpo lo que le dé la gana (para algo es suyo) pero la intrascendencia/banalidad con la que se trata la piel de uno mismo merece ser criticada”
El crítico de televisión Alberto Rey sentencia sobre las trabajadoras ante las cámaras de La Sexta:
"¿Son listas? Seguro. ¿Perpetúan un estereotipo que posible y peligrosamente ya se ha convertido en estructural? No lo dudéis ni por un momento"
¿Son casos como los de la Pedroche ejemplos de empoderamiento femenino o es el machismo de siempre disfrazado bajo la coartada de la libertad?
Los que defienden la primera opción acusan a los que la rechazan de paternalismo, de minusvalorar y victimizar a las mujeres, como si una no pudiera tomar una decisión inteligente sobre su vestuario o actitud vital porque somos todas tan tontas que no nos damos cuenta de que somos esclavas de la sociedad cuando lucimos un escote.
Los segundos esgrimen que por mucho que se disfrace de elección, en realidad no hay libertad, sino un condicionamiento tan restrictivo como siempre para obligar a seguir cumpliendo los estereotipos dictados por el patriarcado. Puedes elegir lo que quieras… siempre que ese “lo que quieras” sea ser un objeto sexual. Y si no, no sales.
En su día, Camille Paglia declaraba con gran polémica que ninguna mujer era desconocedora del poder de su cuerpo, y podíamos y debíamos aprovechar ese poder que nos daba el sexo a nuestro favor, evitando que un hombre o una estructura social lo hiciese por nosotras. Esto ocurría hace treinta años hablando de Madonna. Varias décadas después, el debate sigue vigente.