Mucho se habla estos días del calor y de los remedios para sobrellevarlo lo mejor posible. De entre todas las opciones una destaca notablemente: el aire acondicionado. A él y a su inventor le rinden pleitesías en las ciudades en las que se están sobrepasando los 40º. Ciudadanos de Sevilla, Málaga o Córdoba muestran su agradecimiento público a ese hombre que les hace la vida más agradable, Willis Carrier. Encumbrarlo a los altares, poner una calle a su nombre o equipararlo a genios como Stephen Hawking. Ese es el nivel de glorificación al que te lleva el calor extremo.
El aire acondicionadó llegó de Estados Unidos gracias a este ingeniero eléctrico que se especializó en sistemas de calefacción cuando trabajaba para la compañía Buffalo Forge - una empresa que fabricaba calentadores y distintos elementos para el manejo del aire. Los primeros prototipos de ese aparato que alivia los sofocos de millones de personas se realizaron en 1902.
Carrier sentó las bases del mecanismo cuando estaba buscando una solución a los problemas que la humedad y el calor le ocasionaban a uno de sus clientes, el dueño de una imprenta de Brooklyn. La solución, en un primer momento industrial, se retocó más tarde - 1940- para su uso doméstico. Así, hasta llegar a lo que conocemos hoy por aire acondicionado: unos aparatos que toman el aire caliente de las estancias y, a través de refrigerantes, lo reconvierten en aire frío.
Antes de este hubo otros intentos. Los chinos y los romanos ya aplacaban las altas temperaturas incluyendo sistemas en sus construcciones basados en el agua. Michael Faraday (científico que inspiró y dio nombre al personaje de Perdidos Daniel Faraday) también trabajó en ello e introdujo el amoniaco como elemento refrigerante. Era un paso adelante, pero el amoniaco no era muy recomendable.
Lo que consiguió Carrier fue eliminar la humedad que generaba el agua e introducir en el mecanismo productos que el hombre pudiera respirar. Hay que tener en cuenta que la clave del sistema de aire acondicionado moderno se encuentra en los refrigerantes. En sus inicios Carrier recurrió al amoniaco de Faraday y otros químicos. Hoy en día, como explica este vídeo de Discovery Max, se utiliza “una mezcla de hidrofluorcarbonos, unos productos químicos que absorben grandes cantidades de calor mientras se convierten de líquido a gas”. Un circuito de metal, un ventilador y un compresor completan la jugada.
Para cuando se comprobó que la técnica funcionaba, Willis Carrier había perdido su trabajo en Buffalo Forge y se había asociado con otras seis personas para crear su propia empresa, Carrier Engineering Corporation. Partiendo de una inversión de 32.600 dólares, la compañía consiguió exportar su idea a todo el mundo. Para ello contaron con clientes de prestigio (los grandes almacenes J.L. Hudson en Detroit o Samsung en Japón) y encontraron en las salas de cine a sus mejores aliados para promocionar sus aparatos.
Instaurado en los países desarrollados como un bien de consumo masivo, ha evolucionado tanto que incluso compañías como Chevrolet están incluyendo en sus coches aire acondicionado para los móviles. Los consumidores han comenzado a preocuparse por el gasto energético y económico que supone, además de debatir sobre la temperatura a la que debe programarse en los espacios públicos. La normativa fija en los 26º el mínimo pero las discusiones en el lugar de trabajo por este asunto, son un clásico. Hay quienes prefieren no usarlo por sus efectos nocivos para el medioambiente, pero algunos expertos ya han señalado que, debido al aumento de la temperatura del planeta, será difícil vivir sin él en algunas zonas.
En lo que sí hay unanimidad es en lo mucho que nos alivia la existencia en los meses de más calor. Tan agradecidos están algunos, que si pudieran le pondrían un monumento a su inventor.
"Su primera experiencia con el aire acondicionado"