-¡Fistro! ¡Pecador!
A mediados de los 90 uno corría el riesgo de que le gritaran algo así en el recreo, en un bar o en casa. Todo el mundo imitaba a Chiquito de la Calzada en cuanto tenía oportunidad. No fue el único latiguillo que la tele contagió a medio país:
“No siento las piernas”, del Rambo de Santiago Urrialde en Esta noche cruzamos el Mississipi. “Qué mala suerte”, del Pepe Gáfez de Alfonso Arús en Al ataque. El “cuñaaaao”, del Risitas (y su cuñado) en Ratones coloraos. Y no solo españoles, si recordamos, por ejemplo, el “¿he sido yo?”, de Steve Urkel.
Estas frases recurrentes se usaban en todo tipo de contextos.
-¿Vamos al tomar algo?
-Al ataquerl.
Es decir, funcionaban casi como los memes de internet. Lo cual no tiene nada de extraño porque también son memes. De hecho, el término meme es muy anterior a Twitter, a Facebook y al resto de redes sociales.
Como escribe Delia Rodríguez en Memecracia: los virales que nos gobiernan, los memes son “ideas que saltan de mente en mente”. El concepto lo acuñó el zoólogo (y tuitstar) Richard Dawkins en su libro El gen egoísta, publicado en 1976, 30 años antes de Twitter. Según explicaba, el meme sería el equivalente cultural al gen, es decir, una unidad de transmisión cultural que permite que las ideas se propaguen por imitación.
Por ejemplo, Dawkins habla de “tonadas o sones, ideas, consignas, modas en cuanto a vestimenta, formas de fabricar vasijas o de construir arcos”. Rodríguez actualiza esos ejemplos y explica que también son memes las canciones de Pitbull, la idea de que hay que comprar un piso cuando se llega a una edad, las botellas de agua de cristal azul de Solán de Cabras e incluso las instrucciones para fabricar armas con una impesora 3D. Podemos añadir los chistes, incluidos los que se enviaban por fax de oficina a oficina en los años 70 y 80 y que conforman lo que se ha llamado xeroxlore o faxlore.
A pesar de que a algunos les parece que usar el término meme para los chistecitos de internet supone devaluar el término, Dawkins no tiene ningún problema con esta aplicación. En una entrevista concedida a Wired explicaba que en su libro usó "la metáfora de un virus" al hablar de los memes: "Así que cuando alguien habla de algo que se hace viral en internet, eso es exactamente un meme".
Es decir, lo que habitualmente llamamos “meme” no sería más que un subconjunto de esta categoría, la de las ideas contagiosas. De hecho, los memes de internet comparten muchas características con las muletillas televisivas de los 90.
1. Los memes permiten compartir y comunicar ideas de forma fácil. En internet funcionan como “lengua franca para la participación”, según escribe Ryan M. Milner en The World Made Meme. Resulta muy fácil expresar una idea usando un meme, siempre que todo el mundo sepa qué significa. Por ejemplo, todo el que conozca este meme sabe que en este tuit se juega con la apariencia lógica de un consejo absurdo.
Algo parecido ocurría con las frases de la tele.
-¿Qué tal ha ido el día?
-No siento las piernas.
Con eso, nuestro interlocutor ya sabía a qué nos referíamos, sin necesidad de decir (por ejemplo) “he tenido un día con mucho trabajo, pero conservo el buen humor” o “no he hecho nada en todo el día, pero voy a hacer ver que he trabajado un montón y me voy a quejar igualmente porque es gracioso”.
2. Se hacen muy populares en muy poco tiempo. Los memes de las redes sociales son más numerosos y su ciclo de vida es más corto: crecen muy deprisa y caen de forma también muy pronunciada. Aunque el ritmo era más lento, las muletillas de televisión también acababan saturando y cansando. Era muy raro que un meme de televisión ("veintidó, veintidó, veintidó, veintidó, veintidó...) aguantara más de una temporada o que un meme de internet ("ola k ase") sobreviva más allá de unos días.
Ha habido contadísimas excepciones, como las expresiones de Chiquito, que siguen vivas (incluso en Twitter). No se trata solo de que Chiquito sea un clásico del humor (que lo es), sino de que los memes no suelen desaparecer del todo una vez pierden su popularidad masiva. Esto se puede ver en el gráfico de búsquedas en Google del meme “pa ke quieres saber eso”. Después el pico, el interés cae, pero sin desaparecer del todo. ¿Y por qué no desaparece? Pa ke quieres saber eso jaja saludos. Efectivamente, porque se sigue usando de forma ocasional al ser aún reconocible.
3. Se imitan y también se modifican. Milner explica que los memes de internet tienen que poder modificarse lo suficiente como para que mucha gente pueda apropiárselos, pero sin dejar de ser fieles al original para que no se pierda su significado. Un ejemplo es el meme del novio distraído. Parte de su éxito fue que era lo suficientemente flexible como para que se multiplicaran las versiones.
La modificación no es tan evidente en el caso de los humoristas de televisión. Normalmente, se repetía la muletilla sin más, pero en contextos diferentes. Algunos casos eran más claros, como por ejemplo Crispin Klander y Lucas Grijander, imitaciones (o reapropiaciones) de Chiquito por parte del humorista Florentino Fernández en Esta noche cruzamos el Mississipi.
Fernández, por cierto, trabajaría después en El informal, programa que también cogió otros de estos memes televisivos, recontextualizándolos, como el grito de “cuñao”, y haría con sus doblajes un juego comparable al que hacen los montajes con fotografías que se comparten en Twitter. Y El Informal, claro, también crearía sus propios memes, como “no me cansum”.
4. Que se compartan no quiere decir que sean positivos (ni negativos). Como explica Rodríguez en su libro, que un meme tenga éxito no depende de su utilidad ni de su bondad. A veces los memes parecen útiles, sin serlo. Otras veces apelan a nuestras emociones. O puede que solo nos ayuden a sentirnos integrados en un grupo.
En este último sentido, hay que mencionar que los memes también funcionan a modo de chiste privado, separando al nosotros (los tuiteros o los fans de Chiquito) de los demás. De hecho, uno de los signos de que un meme se está agotando es su saturación, es decir, cuando llega a demasiada gente. El meme de Julio Iglesias y su “y lo sabes” murió en cuanto lo empezó a usar tu cuñado, igual que los chistes sobre cuñados.