Ya nadie escribe emails de amor

WhatsApp hace que nos comuniquemos con los demás de manera constante, aunque a veces sea superficial

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Ilustración: Carla Berrocal.
Ilustración: Carla Berrocal.

Hagan la prueba: busquen en su cuenta de correo electrónico el nombre de uno de sus mejores amigos. Ahora eliminen los mails grupales, aquellos en los que se envían algo que han encontrado por internet o los breves para confirmar una cita. ¿Cuándo fue la última vez que se intercambiaron un mensaje de más de 5 líneas para ponerse al día, contarse sentimientos o darse una buena noticia?

Y ahora, otra prueba:  ¿con cuántas personas con las que apenas le une algún lazo habla diariamente por WhatsApp? La mensajería instantánea ha cambiado en muy poco tiempo la manera de relacionarnos con los demás. Se ha impuesto al correo electrónico, igual que este sustituyó a las llamadas de teléfono y estas, a su vez, reemplazaron a las cartas.

Decimos mensajería instantánea, pero podríamos hablar directamente de WhatsApp. Especialmente en España, el país que más lo usa de Europa. La aplicación que nació en 2009 y que en 2016 tenía más de mil millones de usuarios en todo el mundo es la más utilizada en nuestro país. En 2014 superó en uso al correo electrónico. En su libro La sociedad que seremos, Belén Barreiro hace una radiografía de cómo lo usamos:

“El uso de WhatsApp puede llegar a ser absolutamente desquiciado. La práctica totalidad de los usuarios - el 96,2%- entra en la aplicación al menos una vez al día: entre ellos, un 42,3% confiesa utilizarlo continuamente. La mayoría mantiene entre cinco y diez conversaciones diarias, pero un 20,8% tiene en un día normal más de 11 conversaciones y un 2,2% más de cincuenta”.

Escribir emails - al igual que las cartas- exige una estructura. Pensar qué quieres decir, redactarlo y darle a enviar. Hablar por WhatsApp se parece mucho más a la manera en la que hablamos a la cara que a la que escribimos. Es la rapidez y la espontaneidad y los mensajes son cortos y directos. Y crea la sensación de una comunicación constante, aunque muchas veces sea superficial: no nos contamos nada, pero sirve para mantener el contacto.

“La mensajería tiene una parte oral pero también elementos propios. Por teléfono tendríamos que saludar, preguntar al otro cómo está y despedirnos. En WhatsApp podemos empezar una conversación y retomarla cuando queramos. Aunque hayan pasado 5 horas, respondemos como si nos acabaran de escribir”, dice Manuel Alcántara Plá, profesor de lingüística de la Universidad Autónoma de Madrid. Él prefiere hablar de un lenguaje “multimedia” porque, además, no solo escribimos sino que también enviamos fotos, audios y vídeos. “La suma es lo que compone el mensaje”.

Otra característica es que los mensajes que enviamos quedan escritos. Puede parecer obvio pero también crear malentendidos. Es posible volver sobre ellos y reinterpretarlos (o malinterpretarlos). Algo que puede tener inconvenientes, como la falta de contexto, o la entonación, que permite captar la ironía. Si las palabras se las lleva el viento, aquellas que hemos escrito permanecen.

“Antes relacionábamos lo escrito con los temas serios. Cómo usamos WhatsApp nos está contagiando y estamos cambiando el modo de escribir mensajes que en teoría son formales”, dice Alcántara. En el ejercicio de nostalgia de bucear por los emails antiguos, compruebe cuántas veces utilizaba emojis hace 5 años y compárelo con los que ha enviado la última semana.

Los más jóvenes son los que más se han acostumbrado a esta nueva manera de comunicarse. Sonia Sánchez Martínez, profesora en la Universidad Camilio José Cela, ha estudiado cómo lo utilizan. “Escriben con las mismas expresiones y muletillas que cuando hablan. Saltan de tema sin transición. Conocen las normas ortográficas pero en los chats no les interesan y no las siguen porque lo que prima es la inmediatez. Pero tienen la capacidad de cambiar de registro: después respetan esas reglas cuando toman apuntes o en un examen, por ejemplo”.

Todo está en nuestra mano

Los chats están en los orígenes de internet. En 2004, más de la mitad de los internautas españoles usaban Microsoft MSN Messenger. Si ya en la época en la que para poder conectarse a internet había que cortar la línea de teléfono nos gustaba chatear con otros, ¿cómo no íbamos a hacerlo ahora que basta con desbloquear el móvil? En agosto de 2016, había más teléfonos móviles en España que habitantes: 110,6 líneas por cada 100 habitantes. La ecuación entre WhatsApp y teléfono móvil nos ha traído hasta aquí.

Hemos arrinconado el correo electrónico para el trabajo y, las llamadas, para momentos muy -pero muy -especiales. No somos pocos los que, al ver que el móvil arroja la llamada de alguien que no sea la familia más cercana o el trabajo, pensamos: “Esto es una boda, un embarazo o malas noticias”.

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