Eso de 'cambial' la R, mi 'amol'

El fenómeno lingüístico que hace que Bad Bunny hable de 'amol' se llama lambdacismo

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Bad Bunny en un concierto en Las Vegas
Bad Bunny en un concierto en Las Vegas. Getty Images

Benito Antonio Martínez Ocasio y yo éramos felices sin saber el uno del otro. Nuestro amigo, comercialmente llamado Bad Bunny, es un rapero de bastante éxito en un mundo donde no me integro. Desde hace una semana, desde el momento en que tuve que escuchar a este puertorriqueño, una palabra de una de sus canciones se adhirió a mi mascarilla. Dice Bunny: “No quiero que más nadie me hable de amol”. Haciéndole caso, no hablaremos de amor sino de los sonidos del español y, en concreto, nos preguntaremos de dónde sale ese cambio de r hacia l que convierte el amor de Bad Bunny en amol.

Amol, talde, venil... son algunas de las palabras que podría incluir cualquier imitación, por burda que sea, del español caribeño. En efecto, el paso de r a l es propio del área lingüística a la que pertenece este cantante: el español caribeño o español antillano tiene en esa conversión de r hacia l uno de sus rasgos definitorios. Puerto Rico, República Dominicana, Cuba (aunque no tanto en La Habana), las costas de Venezuela, Colombia, Panamá o Ecuador muestran con bastante recurrencia este fenómeno. Otros puertorriqueños, los Calle 13, cantaban al inicio de una de sus canciones: “Atrévete, destápate, quítate el esmalte, deja de tapalte que nadie va a retratalte”, donde retratarte y esmalte rimaban con toda naturalidad. El fenómeno, por tanto, es conocido y cuenta con bastante extensión social.

Si observamos bien, vemos que este proceso se da solo cuando la consonante r está al final de sílaba, sea dentro de la palabra (tarde) o al final de ella (como en el propio amor), pero no se da en otros contextos como al inicio de sílaba.

Junto con este paso de r a l propio del español caribeño, documentamos también en español la tendencia justamente contraria: el paso de l a r. Se da tal cambio en Andalucía: barcón, arcarde. No es un fenómeno general en toda la sociedad ni tampoco sistemático en los hablantes que lo emplean, pero puede aparecer en contextos informales o incluso puede emplearse de forma deliberada en algún mensaje para marcar énfasis o expresividad. También se registra en otras zonas meridionales, como en Murcia o puntos de Extremadura.

Para cada una de las dos caras de este fenómeno tenemos un nombre técnico. Si el cambio es a favor de r (arcarde) se habla de rotacismo; si es favor de l (mi amol) entonces es lambdacismo. Ambas palabras derivan de los nombres griegos de las letras r (rho) y l (lambda).

La consonante r es especialmente proclive a sufrir variaciones dentro del mapa de sonidos del español (ya vimos cómo, por ejemplo, la r favorecía la aparición de vocales de apoyo), por eso, junto a estos pasos hacia l se encuentran otros fenómenos muy interesantes de cambio en la pronunciación. Una parte amplia de la comunidad hispánica conoce la tendencia a eliminar la consonante r a final de palabra: comer puede sonar comé en Andalucía o, entre otros lugares americanos, en Panamá. E incluso podemos encontrar en la comunidad hispanohablante una tendencia más: en el español de República Dominicana, una variedad llamada cibaeño (de la región de El Cibao) convierte r y l finales de sílaba en i, por eso se puede oír en tal área papéi, volvéi para papel y volver. Realizaciones de ese tipo se han documentado ocasionalmente en Andalucía, Canarias y Puerto Rico, pero de forma asistemática. También en Andalucía, por otra parte, se registró en un par de zonas malagueñas un paso de r a l gemelo al caribeño.

Un caso de rotacismo encontrado en una pared:

De hecho, ni siquiera es exclusiva de los hispanohablantes la alteración de r: hay variedades de corso donde la palabra para puerto (porto) se pronuncia a veces poltu y el nombre del color verde como veldi. Y, antes de cualquiera de las lenguas romances, la lengua madre, el latín, también conoció esos trueques: mármol es el resultado de un marmor (con r) latino, y lo mismo puede decirse de árbol (desde arbor).

La razón de que vibrante y lateral alternen en el mundo hispánico y en otras lenguas tiene que ver con la articulación de ambos sonidos, que se pronuncian con los mismos órganos articulatorios: expulsamos el aire por la zona que queda entre los bordes de la lengua y el área de la parte superior del paladar. Por eso la lingüística llama a l y r consonantes líquidas y por eso para los hablantes que no tienen en su lengua materna las dos consonantes puede ser difícil distinguirlas (pensemos por ejemplo en los hablantes de chino).

Y ahora que todos sabemos de dónde sale mi amol, Bad Bunny y yo podemos seguir llevando, como hasta ahora, felices vidas separadas.

De Andalucía a América

El parentesco especialmente intenso entre Andalucía y el área del Caribe por la procedencia geográfica de la primera base social de los españoles establecidos en América explica que el barcón de Andalucía y la colbata de Puerto Rico se hermanen. Eran andaluces (sobre todo de las actuales provincias de Sevilla y Huelva) un importante número de los que viajaban para instalarse en América en los primeros años del XVI. Las cifras de los pasajeros registrados en el Archivo de Indias confirman que uno de de cada tres colonizadores españoles de primeros del XVI era andaluz. Si hay un andalucismo general en el español americano confirmado en rasgos como el seseo, en el español caribeño, base de asentamiento para los que llegaban en galeones desde el puerto de Sevilla, el andalucismo es aún más acusado, como muestra la aparición de este lambdacismo o la conservación de pronunciaciones aspiradas.

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