Cuando solo habían pasado unos minutos desde que dio a luz, Blanca se puso frente al teléfono con su bebé entre los brazos y marcó el teléfono de su familia. Al otro lado de la pantalla del smartphone estaban sus hermanas, emocionadas por conocer a su sobrino, al que no podían abrazar por los 14.000 kilómetros que separaban su casa y Chile, donde Blanca se había mudado un año antes siguiendo una oportunidad de trabajo. Tuvieron que esperar siete meses para ver al pequeño Pedro en persona y no a través de una pantalla.
Las cifras bailan pero se estima que unas 700.000 personas se han ido de España durante la crisis, principalmente jóvenes. Si sus abuelos emigraban cargando una maleta (sin ruedas), ellos lo han hecho con un teléfono en el bolsillo y un ordenador portátil en el equipaje de mano. Las redes sociales les han permitido mantener el cordón umbilical con la vida que dejaban atrás.
También con sus sombras: la tiranía del wifi y los datos, el Skype que se cuelga cuando la conversación despega y, sobre todo, la ansiedad que generan decenas de actualizaciones en Instagram y Facebook de la boda de esos amigos se han perdido por los kilómetros.
“El tema de las redes sociales es uno de los que trato con mis pacientes que están fuera. Sí me encuentro que les ha podido generar malestar no estar presente en algún acontecimiento y verlo en redes. Sobre todo en Facebook, que es muy visual. Es importante aprender a manejarlas para aprovechar todas las cosas buenas que ofrecen”, explica Aminta Acosta, psicóloga especializada en expatriación, que lleva 4 años atendiendo a pacientes por Skype.
Blanca describe esa sensación como “agridulce”: “Hemos vivido en la distancia bodas, despedidas de soltera e, incluso, la pérdida de seres queridos… Se hace muy duro estar lejos pero las redes te hacen sentir algo más cerca. Permiten estar sin estar. No sentir una desconexión total”. Ella, para mantener ese contacto, abrió un blog, que además le sirvió para encontrar nuevos amigos en Chile.
“En la emigración existe la distancia física y la psicológica. Las redes ayudan a disminuir la segunda pero también amplifican la sensación de que te estás perdiendo cosas”, cuenta Celia Arroyo, psicóloga que también lleva años tratando a españoles en el extranjero. El conocido como FOMO (Fear of Missing Out, miedo a perderse algo) se multiplica por el número de kilómetros que te separan de tu círculo.
La imagen que se proyecta en internet hace que los emigrados puedan idealizar la vida que han abandonado y producirles dolor, nostalgia y envidia. En algunos casos, incluso puede convertirse en un impedimento para establecer relaciones en el país de acogida. “Si genera dolor, siempre se pueden silenciar grupos o tomar medidas como desinstalar las aplicaciones del teléfono, para no estar constantemente pendiente”, aconseja Acosta. “Eso nos permite mantener el control: solo vemos información cuando queramos verla. Y cuando queramos volver a tenerla, solo hay que activarlo de nuevo”.
¿Cómo afecta a los que se quedan?
Aquellos que tienen amigos o familiares lejos se han visto alguna vez ante el dilema: enviar o no enviar esa fotografía con un mensaje del tipo “estoy con fulanito y nos hemos acordado de ti”. Las dos expertas coinciden: lo más importante es que la persona emigrada no se sienta excluida. “Si intuimos que pueden ponerse tristes al leer mensajes de un grupo de WhatsApp que organiza un cumpleaños, por ejemplo, podemos formar un grupo alternativo pero solo para ese caso. Y siempre preguntando primero, porque a lo mejor prefiere estar al tanto que sentirse lejos”, cuenta Acosta.
“Por otro lado, a los que se quedan también puede despertarles cierta envidia lo que publican desde el extranjero y generar un efecto llamada. Los que se van también proyectan una imagen idealizada de la emigración: apenas se cuentan las cosas negativas y se exaltan las positivas, como si todo fuera fácil”, defiende Arroyo. Esto no es nuevo, y existe más allá de las redes. Es lo que a ella le gusta llamar el “efecto Españoles por el mundo”.
Consejos para poder mantener una vida digital sana en la distancia:
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Usar las redes es positivo para mantener las relaciones, especialmente Skype porque “permite el lenguaje no verbal, que proporciona mucha más información y cercanía que un mensaje escrito”, cuenta Celia Arroyo.
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Si creemos que nos está generando malestar, optar por desintalar las aplicaciones del teléfono y así limitar el tiempo de conexión al que pasamos frente al ordenador.
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Silenciar grupos y/o notificaciones. “Eso nos permite mantener el control: solo vemos información cuando queramos verla”, explica Acosta. “Y cuando queramos volver a tenerla, solo hay que activarlo de nuevo”.
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Pactar la comunicación. “Habrá momentos en los que la persona emigrada necesite más comunicación y otros en los que esta le pueda parecer más dolorosa. Lo mejor es decirle abiertamente, explicar que te siente excluido
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Aceptar que, al emigrar, hay situaciones que vas a perderte. “Eso no significa que te quieran menos, solo que no estás presente en el día a día. Es parte del duelo migratorio”.
En Línea
En Línea es una serie de Verne en la que exploramos cómo las redes sociales han cambiado nuestras relaciones personales. Aquí puedes leer otros artículos:
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