1. Llamamos yeísmo a la pronunciación igual de las letras “y” (y griega, ye) y “ll” (elle). Si en una frase como "No creo que haya llegado a Ayamonte", pronuncias igual los sonidos representados por las letras "y" y "ll", entonces eres yeísta. Lo más común en la comunidad hispanohablante es serlo, y por eso...
2. Hallarás yeísmo en toda la geografía de habla hispánica. Por una cuestión de cifras, lo más probable es que tú que estás leyendo este artículo seas yeísta. De hecho, hay quien nunca (pero nunca, nunca) ha oído la pronunciación que tiene la elle cuando no se iguala con la y griega. Ambas letras representan sonidos hermanos, técnicamente ambos son sonidos palatales, o sea, usamos el paladar rígido para pronunciarlos. Lo que los diferencia es el lugar por donde sale el aire: el centro de la lengua para el caso de "y" (por eso la llamamos palatal central) y los laterales para el caso de "ll" (es una palatal lateral). Son consonantes muy próximas en la pronunciación y en la percepción de los hablantes: tenían todas las papeletas para simplificarse, y la simplificación se hizo a favor de la que resultaba más fácil de articular, (la "y") porque la lengua es más gruesa en los bordes que en el centro y, por tanto, es menos costoso reforzar los bordes y hacer salir el aire por el centro.
3. Llegaba a enseñarse en los colegios esa distinción "y /ll" aún hasta fecha reciente. A los locutores de radio les enseñaban a impostarla pronunciando como "li" la elle, o sea, diciendo "calie" para evitar "caye". En la actualidad, en cambio, lo general es oír el yeísmo en los medios, y no se recomienda recurrir a esa sustitución con "li" para evitar el yeísmo.
4. La llave de este proceso del yeísmo está en la propia historia del español, no en la del latín. En latín los sonidos de este par de letras también eran distintos, pero no como en castellano antiguo. Si una palabra latina tenía una doble ele se pronunciaba como ele + ele (o sea, igual que pronunciamos la palabra "ennoblecer" con n+n). Propio de la evolución de algunas lenguas hijas del latín fue que la doble ele se convirtiese en un sonido consonántico distinto al latino, no equivalente a l+l, sino nuevo. La elle del castellano es idéntica al sonido "gli" del italiano (maglia rosa), a la "lh" del portugués y a la "ll" del catalán. En todos los casos, son innovaciones con respecto a la lengua madre latina.
5. Hay lluvia de ejemplos de yeísmo en español desde el siglo XVI. Por eso, pensamos que en los orígenes del castellano, en torno a los siglos X y XI, existía diferencia entre "ll/y", pero esa distinción comenzó a derrumbarse después. Aunque hay algunos ejemplos en la Edad Media, los casos más claros se dan a partir del XVI, un siglo donde la documentación de yeísmo es muy abundante, tanto en América como en España. A partir de entonces, aunque la ortografía del español estándar no refleje el yeísmo, podemos encontrar referencias al fenómeno dentro de las gramáticas españolas, así como ejemplos en la documentación de escribientes poco hábiles que escriben cosas como "cabayo" o "yorar".
6. Sevilla tuvo peso en la propagación del yeísmo, pero no tanto en su génesis. Aunque la teoría a este respecto ha ido matizándose, no parece que estemos ante un fenómeno andaluz que se propaga desde allí (como sí es claro para el caso del seseo), sino ante un rasgo que surgió por la débil rentabilidad que tenía la diferencia entre "ll/y". La fusión de estos dos sonidos en uno se aceleró por el hecho de que no diferenciaba demasiadas palabras. Imaginemos que perdiésemos la distinción entre "rr" y "r" en español: empezaríamos a fusionar cientos de palabras ("caro" y "carro", "pero" y "perro"). Pero para el caso de "ll/ y", vemos que los pares del tipo "estoy callado / el pastor tiene un cayado" son muy pocos. Pocas palabras se oponen por la diferencia entre "ll/y", y esa fue razón de peso en su pérdida. Andalucía fue clave, eso sí, en el avance del yeísmo en algunas etapas; así, parece probado que los movimientos migratorios de andaluces a Madrid en el siglo XX extendieron el yeísmo en la capital.
7. Llenos estamos de puntos no yeístas en la geografía hispanohablante. En zonas rurales en América y en España se puede seguir documentando esa vieja elle diferenciada. Incluso en zonas muy yeístas, como Andalucía, hay enclaves donde sigue existiendo la vieja pronunciación de la elle (por ejemplo, pueblos como Albaida del Aljarafe, Olivares, Paradas, Bollullos de la Mitación, Lepe...). Es curioso, porque en este caso la pronunciación más antigua se conserva sobre todo entre los hablantes mayores y más alejados de entornos socioculturales elevados, lo que nos hace pensar que el yeísmo fue un fenómeno originariamente urbano. Donde aún hay elle, el yeísmo está penetrando rápidamente entre los jóvenes.
8. El lleísmo existe también, pero está muy limitado. Se trata de un proceso en espejo del yeísmo: la fusión de los sonidos representados por "y" y por "ll" a favor de la elle (o sea pronunciar leyes como lelles). Los dialectólogos han encontrado casos en enclaves toledanos y extremeños.
9. Es descabellado hacer predicciones en el uso de la lengua, pero todo apunta a que el sonido distinto de la "ll" (el palatal lateral) va a seguir en regresión: lo del yeísmo parece irreversible. Con todo, la fiesta no termina ahí, porque el yeísmo tampoco es un fenómeno estable: pensemos en la pronunciación argentina o uruguaya de palabras como "calle" o "galleta". En ese caso estamos ante un yeísmo distinto, (técnicamente se llama yeísmo con rehilamiento), que incluso puede mutar a otro sonido palatal y sonar como "ch" (cache para "calle").
10. Resulta llamativo, pues, pero no insólito, encontrarse a un hispanohablante no yeísta. Pero no te emociones, aún más llamativo será encontrar un alquiler barato. Eso sí que es insólito para un español. Cuando lo halles, ahí sí, chilla.