La gente deposita una confianza desmesurada en las letras. Y no me refiero a las del banco, sino a las del alfabeto. Es muy tentador pensar que cada letra equivale a un sonido y solo a uno (pero, oh, sorpresa, fíjate en la ge de gata y en la de giganta) o que si dos letras tienen un mismo sonido es porque lo correcto sería diferenciarlos. Buscamos explicación a esa aparente superfluidad. Y así llegamos a la be y la uve, y a tu primo, que en la cena de Navidad se empeñó en defender que lo correcto en español-de-verdad-del-bueno (como si eso existiera) es pronunciar “tuvo que instalar un tubo” diferenciando el sonido de la be del sonido de la uve.
Vamos con los argumentos para contraatacar. El español se escribió, como todas las lenguas que salieron del latín, más o menos heredando los usos latinos. Si en latín decían mensa, para qué nos íbamos a complicar la vida en castellano escribiendo mesa con otras letras distintas.
Las rutinas del español se hicieron reglas cuando, tras fundarse la Real Academia Española a principios del siglo XVIII, se fue fijando una ortografía que terminó declarándose oficial a mediados del XIX. En esa ortografía estaban incluidas dos letras, la be y la uve, que ya existían en latín. Cuando la RAE construyó la ortografía oficial del español, distribuyó esas letras atendiendo básicamente al latín: puso uve donde había uve en latín (vivir, vino), be donde había be en latín (beber) y también be donde el latín tuvo una pe entre vocales (cabeza desde capitia).
¿Se pronuncian distinto hoy la be y la uve?
En la radio hasta prácticamente los años 70 buena parte de los locutores, al tiempo que engolaban la voz, daban ejemplos de distinción entre be y uve. En el ámbito menos mediático, muchos en el colegio tuvimos a maestros radicales que enseñaban a distinguir be y uve al leer, o, si más que pedantes eran simplemente benevolentes, pronunciaban devanadera en una exagerada defanadera para ayudarte a aprobar el dictado.
Pero eran empeños nacidos de una idea sin base, la falsa creencia de que a cada letra le corresponde un sonido. Esa capacidad de la norma gráfica para influir en los modos de pronunciar la vemos también en otros hábitos documentables en español. Es el mismo fenómeno por el que algunos se empeñan a pronunciar la pe de psicólogo (y mira que es difícil).
¿Hubo alguna diferencia entre be y uve alguna vez?
En el latín existían la be (bibere > beber) y la u (o uve, eran letras equivalentes). Hoy para nosotros está claro que vi, del verbo ver, tiene una uve consonante y hui, de escaparse, una u que es vocal, pero en latín una y otra se pronunciaban como una u vocal; tanto daba escribir u o uve en latín porque sonaban igual.
En torno al siglo I d.C., ese sonido vocálico empezó a hacerse consonántico. De hecho, un chiste que aparentemente circuló en el final del Imperio Romano aprovecha ese cambio que experimentaba el sonido de la u ante vocal: Beati hispani quibus bibere vivere est (felices los hispanos, para quienes beber es vivir).
De esa frase se pueden sacar dos conclusiones: la primera es que al personal de Hispania ya le gustaba tela tomarse un vinito al bajar de la cuadriga; la segunda es que ese vino ya no se pronunciaba uino sino algo parecido a /bino/ porque la identificación bibere, de beber, =vivere era la base del chiste. Cuando surge el castellano en la Edad Media, se pronuncian la b y la v de forma idéntica, igual que hoy.
Dos sonidos que no dependen de la letra
Cierto es que dentro de las letras be y uve pueden latir dos sonidos distintos, pero representados ambos con la misma letra. Tanto la be como la uve admiten en el español de hoy dos sonidos diferentes, que pasan desapercibidos para los hablantes, a menos que tengan la fortuna de ser filólogos.
Cuando una consonante como la que escribimos con be se queda entre dos vocales se pronuncia con un sonido más suave (técnicamente, fricativo): es el segundo sonido de vivir o beber y cuando la labial es inicial absoluta (por ejemplo, al principio de frase) o está tras una consonante nasal (como ene o eme) el sonido es más fuerte (técnicamente, oclusivo). Si dices vaca de forma aislada, la uve suena oclusiva, pero si dices la vaca suena fricativa. No depende de la letra sino de la posición.
¿La uve en castellano sonó alguna vez como la del francés o el italiano?
En ningún caso aparece de forma espontánea en español el sonido de la uve francesa o italiana que hacen algunos cantantes. Esa pronunciación (técnicamente, labiodental) la hay en el catalán hablado en las Baleares y en parte del valenciano, así como en Cataluña en ciertas zonas rurales. También se da en Paraguay, por influencia del guaraní. Hay quien piensa que sí, porque de vez en cuando nos encontramos en los manuscritos antiguos cosas como festir o profecho.
Si la labiodental existió, fue una variante periférica de la fricativa, es decir, no la tuvieron todos los castellanos y si algunos la tuvieron, la emplearían con una distribución completamente distinta a la que hoy le damos a la be y a la uve. O sea, la pudieron tener en palabras del tipo amaba o escribo, escritas en la Edad Media con u, uve y pronunciadas entonces como ahora con fricativa.
Entonces, ¿quitando a los cantantes que dicen "nos famos a querer" hay alguien más que pronuncie labiodentales en español actual? Sí, pero son realizaciones y no propiamente sonidos. En Andalucía, donde todas las eses finales de sílaba o palabra se alteran, se realiza como labiodental la ese que va ante un sonido labial: las bragas (con perdón) se convierten en algo como las fragah y resbalar resbala pronto hacia refalar. Es una variante que nada tiene que ver con la be/uve sino con la ese.
Pese a todo lo expuesto, habrá quien siga confiando desmesuradamente en algo tan convencional como las letras y diga para sus adentros... pues no me fío mucho... si son distintas las dos letras es porque no se pronuncian igual. Ahí está tu primo con la copa de balón, empeñado en que no y no, que se deben pronunciar distinto. Por eso recurro a un juramento en el titular. Te lo juro. Palabra de filóloga. Suenan igual.
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