Tras un año en España, como mexicana hay ciertas palabras que echo de menos (en mexicano diría que “extraño”). La gran mayoría de ellas son difíciles de explicar en el momento en el que se escapan de la boca, por lo que es muy útil hacer esta lista con algunas palabras que usamos en México y que aquí no se utilizan.
Al pensar qué palabras incluir, fui consciente de que los mexicanos abusamos de la ch (cinco de las doce palabras del siguiente listado la contienen). Primero pensé en la indudable influencia de las lenguas indígenas. Pero al buscar explicaciones encontré otra razón: los mexicanos abusamos de ella porque "la ch permite una explotación muy expresiva" según explicó a Verne México la filóloga Concepción Company. Eso explicaría perfectamente por qué los mexicanismos se me ocurren en momentos de máxima emoción.
1. Neta. Se define como una “verdad”. Para la mayoría de los mexicanos “la verdad es relativa, pero la neta es absoluta”. Puede ser verbo, pues uno netea con un amigo. Por su naturaleza complicada, en la película Y tu mamá también la definen así: “algo chido [guay] pero inalcanzable”.
2. Chunche. A mi madre le encantaba gritar “¡Recoge tus chunches!”. Su significado es: “Cualquier objeto al que no se le denomina por su nombre específico”. El matiz está en que la palabra es despectiva sin serlo del todo. Por ejemplo, le dices a una expareja "ven por tus chunches", pero no le dices a tu abuela que tiene muchas chunches.
3. Cantinflear. Un verbo que deriva de Cantinflas, el héroe mexicano de la retórica. Significa “hablar de manera incongruente y disparatada, sin decir nada de sustancia”. No se tiene que ser mexicano para ejercerlo, muchos políticos alrededor del mundo son muy buenos cantinfleando.
4. Cruda. Significa resaca. La verdad es que cuando uno está de resaca se entiende porque los mexicanos le llamamos cruda. Una cruda implica tener menos capacidad de reacción que un molusco crudo.
5. Pichicatear. Se define como “escatimar lo que se debe dar, cicatear, actuar con mezquindad”. Es un verbo que se usa como sinónimo de la expresión “ser codo”, es decir, ser mezquino. Un ejemplo clásico: “El taquero pichicatea los limones y el aguacate”. Esta aseveración siempre aplica, nunca hay suficiente limón y aguacate.
6. Godínez. Un godínez es literalmente un oficinista. De esos que trabajan con horario fijo y llevan su comida en táper. Se entiende como algo medianamente insultante: “Tu vida de godínez es muy aburrida”.
7. Fregar. En España fregar es lo que en México llamamos trapear. Fregar en México es joder, pero su uso nos suena un poco menos agresivo. Tu hermano no te jode, te friega.
8. Achichincle. Significa asistente, el que sigue órdenes. Su etimología proviene del náhuatl y se traduce como “el que chupa agua”. Puede o no ser despectivo, todo depende de la intencionalidad, pero no es un insulto. Un ejemplo es que a los becarios se les puede llamar “achichincles” sin riesgo a insultar a nadie. Este web cómic inspirado en el emperador azteca, Nezahualcóyotl, ilustra el uso de achichincle.
9. Botana. Significa aperitivo. La ventaja de esta palabra es que también puede ser verbo: botanear. El sábado por la noche es común escuchar en las tiendas “vamos a comprar algo para botanear en la fiesta”.
10. Chafa. Cuando te refieres a algo de mala calidad o falso. “La nueva película de Marvel está chafa”.
11. ¡Chale! La expresión que usan los mexicanos para mostrar sorpresa o desaprobación. Cuando un mexicano la emplea, el sentimiento suele venir del alma. Un ejemplo, abusando de los clichés, sería: “Se me olvidó contratar al mariachi, ¡chale!”.
12. Grilla. La definición según el Diccionario de americanismos es: “atmósfera de murmuración y calumnia que impera en ciertos círculos políticos, empresariales o estudiantiles”. Proviene del constante canto de los grillos. Resulta una excelente forma para describir los murmullos en situaciones políticamente inestables: “¿Puedes creer la grilla que hay en Cataluña ahora mismo?”
¿Cacahuete, cacahuate o maní?
De los 12 mexicanismos enumerados en la lista, solo cinco se encuentran recogidos en el Diccionario de la lengua española (DLE). El resto, con excepción de godínez, están también en el Diccionario de americanismos.
La variedad lingüística del español es comprensible: el Instituto Cervantes afirma que hay 480 millones de hispanoparlantes. El 90% se encuentran en América, un continente de más de 10 millones de kilómetros cuadrados. Toda la riqueza producto de esta realidad se recoge en el Diccionario de americanismos.
El Diccionario de Americanismos fue publicado en 2010. Su creación fue obra de las 22 academias de la lengua americanas y la Real Academia Española. En este diccionario se recogen 70.000 voces, lexemas complejos, frases y locuciones y 120.000 acepciones. “El Diccionario de americanismos es descriptivo”, explica Francisco Javier Pérez, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale).
“Lo normativo queda en el Diccionario de la lengua española (DLE). No es que lo contenido en el Diccionario de americanismos sea lo que la RAE rechaza, es que su uso no está suficientemente documentado para incluirlo en el DLE”, añade Pérez. El lingüista venezolano afirma que el uso de los americanismos no es incorrecto, simplemente son variaciones en el vocabulario como podrían ser los localismos que existen entre un hablante canario y otro vasco.
Un ejemplo es la palabra usada para llamar "al tubo delgado que se utiliza para sorber refrescos u otros líquidos". Es decir, la pajita en España. El cotidiano objeto se conoce como popote en México, cañita (Colombia y Perú), pitillo (Venezuela), sorbete (Argentina y Ecuador), absorbente (Cuba), bombilla (Chile y Bolivia), carrizo (Panamá) y sorbeto (Puerto Rico). Popote, pitillo y bombilla aparecen en ambos diccionarios. En el DLE están sorbeto y paja (pero no pajita). Solo en el Diccionario de americanismos están sorbete, absorbente y carrizo. Cañita no aparece en ninguno de los dos diccionarios.
La creación de un diccionario para recopilar el vocabulario que se usa en América responde a una necesidad de memoria lingüística, ya que no todas las palabras terminan en el DLE. La inclusión de palabras en el DLE se decide no solo por la RAE, sino también por las otras 22 academias de la lengua, sin ninguna jerarquía. Es un proceso largo y complicado, no todas las palabras se incluyen en el DLE. Pero no por ello quiere decir que no existen, se usen o sean incorrectas.
La forma en la que se incluye una palabra en el DLE responde a muchos factores: su uso entre los hablantes, qué tan esparcido y su etimología. “Cacahuete”, por ejemplo, fue la primera forma que se incluyó en el diccionario por el uso entre los hablantes. En México (de dónde es originaria la legumbre) se le llama “cacahuate”. ¿La razón? Etimológicamente la palabra proviene del náhuatl, el idioma de los aztecas, que lo llamaban "tlalcacáhuatl" y significa "cacao de tierra". Por otra parte, en la gran mayoría de países en América se le conoce como “maní”. Las tres palabras, cacahuete, cacahuate y maní están incluidas en el DLE, y ninguna es más correcta o incorrecta que la otra.