La Virgen María y José adoran al niño Jesús, refugiado en el portal junto a una mula y un buey. Los Reyes Magos se acercan, a pie o a lomos de sus camellos, y alrededor hay unos cuantos pastores, soldados romanos y un río. No tenemos ni idea de cuánto se parece esa escena, la clásica de cualquier belén que se instala estos días, a la del nacimiento de Jesús. Eso teniendo en cuenta que no está claro cuándo y dónde nació, suponiendo que existiera un Jesús histórico y no fuera una reinterpretación de deidades anteriores. Sin embargo, sí podemos aproximarnos a cómo era Belén por entonces.
La ropa en Belén no era como en muchos belenes
En la mayoría de los belenes, María y José visten colores vivos. En aquel momento de la historia, esas prendas eran muy caras. “El tinte era un proceso largo que no estaba necesariamente disponible para las personas más humildes. Para los ricos había una amplia variedad de colores: oro, amarillo, naranja, azul… El color más caro era el morado”, explica a Verne en un mensaje Miriam Feinberg, autora del libro La vida diaria en tiempos de Jesús.
“No es probable que María y José vistieran colores vivos”, añade. La experta también descarta que María usase el rojo, “ya que no se consideraba un color apropiado para una mujer judía”. También considera improbable que la madre de Jesús vistiera un manto azul celeste, la prenda con la que más se la representa. Ese color está muy asociado a la Virgen en el arte cristiano.
Joan Taylor, profesora de Orígenes del Cristianismo en King's College, no está tan segura de que no usaran prendas coloridas: "María y José no eran ricos, así que habrían vestido ropa simple. Podían haber sido prendas sin tintar, pero pinturas descubiertas recientemente indican que algunas personas de clases humildes vestían de rojo o de verde".
Tuvieran más o menos color, no serían túnicas tan pomposas como las que se ven en muchos belenes. Tanto hombres como mujeres usaban túnicas, pero las de ellas eran más largas. Además, Taylor asegura que las mujeres no solían vestir mantos sobre la cabeza, como se muestra en muchos belenes a la Virgen.
No hay ríos en Belén
El río junto al portal que tantas veces hemos representado con papel de plata no existe. Belén no está cerca del Jordán, el río más próximo. Feinber asegura que hay manantiales cerca, "pero la Biblia no hace ninguna relación entre la escena del nacimiento y algún río, lago o manantial cercano". Taylor indica que hay cauces por los que baja el agua cuando llueve, pero no ríos.
Belén no es tan verde
Esta zona de Oriente Próximo no es un desierto, pero no es tan verde como para la representación con musgo que hemos hecho tantas veces. "Es una zona de arbustos", indica Feinberg. Por su parte, Taylor no considera "inapropiado" imaginar un escenario verde en torno al portal. Pero sin pasarse, como tantas veces se hace en el belén: "Había campos de cultivos, huertos y viñedos".
No suele nevar
En Belén nieva, pero poco. Que nevase el día del nacimiento de Jesús es "una forma de mejorar la historia desde Occidente". La nieve es un símbolo navideño en los países del hemisferio norte, en los que el frío y la Navidad van de la mano. Es normal que desde algunos de estos países se haya querido imaginar algo de nieve durante el nacimiento de Jesús.
No hay rasgos musulmanes
No es lo más habitual, pero en algunas ocasiones se da un estilo musulmán a los belenes que no se corresponde con la realidad de Belén en el siglo I. "Normalmente, nos guiamos por el arte renacentista y medieval al reconstruir escenas en el tiempo de Jesús. También se piensa que debe haber un toque oriental, con prendas largas, coloreadas, doradas, velos y turbantes", dice Taylor.
¿Qué más no es de Belén en aquella época?
Es normal que el belén no se parezca a Belén: esta tradición nació en el siglo XIII, más de un milenio después de la escena que intenta representar. Entonces nació el belenismo, que encuentra en España e Italia a sus países de referencia, como explicamos en este artículo.
Solo la Federación Española de Belenismo reúne a unas 77 asociaciones de belenistas. Y en esa cifra no entran los colectivos de las federaciones catalana, navarra y andaluza. No solo ponen el belén: lo viven como una forma de arte. Y como en cualquier expresión artística, existen varios estilos y tendencias.
"En España hay varios tipos de belenes regionalistas", explica a Verne por teléfono el presidente de la Federación Española de Belenismo, Carles Tarragó. Los más destacados, según Tarragó, son los belenes de Cataluña, de País Vasco y Navarra y de Andalucía. Estos belenes se diferencian del belén hebreo o bíblico en que se incluyen elementos costumbristas de esas regiones.
Cataluña. En esta comunidad se habla más de pesebres que de belenes. Hay dos figuras muy características: el Manelic y el caganer. Manelic es el personaje principal de la obra teatral de Ángel Guimerá Terra Baixa. La representación de este personaje, un pastor que vive en las montañas, es habitual en el pesebre catalán. Siempre lleva un bastón o vara, que se coloca detrás de la cabeza una forma característica. "El caganer existía antes del belén. Los campesinos lo veneraban en invierno para pedir buenas cosechas", explica Tarragó. También son habituales las figuras que llevan el traje típico catalán, con barretina.
País Vasco y Navarra. Una de las figuras regionalistas que más se incluye en los belenes de esta zona es el Olentzero. Es un icono de la mitología vasca: es un carbonero que lleva los regalos a las casas en Navidad. La inclusión de la pareja de Olentzero, Mari Domingi, está menos extendida. Como en el caso de los pesebres catalanes, en País Vasco y Navarra también se representa la arquitectura y los trajes típicos de la zona.
Andalucía. "Hay muchas figuras de carácter musical. Se incluyen más zambombas o panderetas que en otras zonas de España", explica el presidente de la Federación Española de Belenismo.
Otros belenes. Fuera de España hay otras tendencias en el mundo del belenismo. Destacan los belenes napolitanos, procedentes de Italia. Su estética es la de la Ilustración y el siglo XVIII. Es el estilo del pesebre que cada año decora el Palacio Real de Madrid. En el de 2018 aparecen Goya y Carlos IV.
También hay tendencias más modernas, que trasladan la escena del nacimiento a hoy en día.