En España hay muchos belenistas. Son personas que no solo ponen belenes: lo viven con pasión. "Conozco gente que monta un belén que ocupa toda su habitación y se pasa meses durmiendo en el sofá", dice por teléfono a Verne el presidente de la Federación Española de Belenistas, Íñigo Bastida. La temporada de exposición de belenes suele durar del 6 diciembre a, más o menos, el 2 de febrero. Dedican mucho más tiempo a prepararlos: "Unas cinco horas diarias durante tres o cuatro meses". Una gran exposición puede llevar hasta 10 meses de trabajo.
No hablamos de un puñado de personas. En la Federación Española hay 77 asociaciones en las que participan más de 15.000 belenistas. Además, hay colectivos que no forman parte de la española, sino de las tres federaciones territoriales existentes: la catalana, la más numerosa con otros 15.000 socios; la navarra, con casi un millar; y la andaluza (no proporcionan datos). "Y, ojo, hay muchísimas asociaciones en toda España que no están federadas", añade Bastida.
"Una cosa es poner un belén comprado en un todo a 100 y otra ser un belenista. Para nosotros, el belén es un arte", dice el presidente de la Federación Española. Normalmente, las asociaciones que componen la federación son las que realizan los belenes monumentales que se pueden ver en ciudades y pueblos de toda España. Son los belenes en los que no hay espacio para el papel de plata.
Un poco de historia
El primer belén documentado de la historia data del siglo XIII. La escena del nacimiento de Jesús se empezó a venerar en el siglo III, pero el belén como lo entendemos hoy en día tardó un milenio en arrancar. "Fue obra de San Francisco de Asís. Se trataba de un belén viviente en Greccio (Italia), lo que no tiene nada que ver con el belenismo actual, pero se considera el inicio de este arte", dice Bastida. En 2023 se cumplirán ocho siglos de aquel primer belén, un año que la Federación Mundial de Belenistas tiene marcado en rojo. Entonces, como tarde, espera que el belenismo sea reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Italia y España son los dos puntales del belenismo. "Hay admiración mutua", dice el presidente de los belenistas de Navarra, Andoni Urbieta. "El belenismo también es muy fuerte en otros países de Europa como Francia, Alemania y Europa del Este. También está muy presente en Latinoamérica", añade. Por ramas del cristianismo, la que más cultiva el belén es el catolicismo. Dentro de España, las referencias son Andalucía y Cataluña, donde se les conoce como pesebristas, derivado de pesebre, otra de las formas con las que se conoce al belén. También se le llama nacimiento.
¿Cuántos tipos de belenes hay?
"Muchos. Bueno, muchísimos", contesta Bastida. El belén que tienes en casa, a no ser que seas belenista y no lo sepas, es popular, "de los que se montan rápidamente". Los que cuestan trabajo son los artísticos. Hay artistas que se dedican en exclusiva al belenismo: "Solo en España hay unas 30 empresas". En cuanto a precios, depende de si es una figura hecha con un molde, más barata, o exclusiva, mucho más cara. "Dependiendo del artesano, su precio oscila entre 10 y 25 euros por centímetro de altura. Es decir: una figura de 25 centímetros puede costar entre 250 y 625 euros".
Según el estilo de las figuras, hay belenes bíblicos (también conocidos como hebreos o palestinos), regionales y modernos. En los primeros, las figuras van vestidas al estilo del siglo I, o al menos esa es la intención.
Dentro de los regionales hay varios que destacan: en España, el catalán y el vasco. Las figuras llevan ropa tradicional de estas comunidades autónomas españolas. Los pastores pueden ir con barretinas o chapelas, "pero los protagonistas sí suelen llevar ropa palestina", añade Bastida.
Fuera de España, destacan santones, de Marsella, y napolitanos. Este tipo es, precisamente, el que inspira el belén del Palacio Real de Madrid. La estética tiene poco que ver con Oriente Próximo en el siglo I; es del siglo XVIII.
Los belenes regionales tienen detractores contados, solo los más puritanos del estilo bíblico. Con los modernos entramos en otra dimensión: tienen muchos enemigos entre los belenistas. Los belenes modernos van más allá. No solo explotan otras épocas históricas, además se atreven a lanzar mensajes. Este es un ejemplo, obra de Bastida. Pone un muro entre los Reyes Magos y el portal para criticar las políticas europeas sobre refugiados.
A Carmen de la Fuerte, presidenta de la Asociación Castellana de Belenistas, no le terminan de gustar "estos experimentos". "No hay que basar el belén en cosas políticas. Debe ser hebreo, como ha sido siempre", dice esta vallisoletana de 74 años. Con 40 menos, el presidente de los belenistas de Navarra, Andoni Urbieta, coincide con matices: "Acepto las propuestas atrevidas, pero no las entiendo como un belén". El representante de los pesebristas catalanes, Albert Catalá, no tiene problemas en "ligar" el belén a la actualidad, "pero no lo potenciamos".
El presidente de la Federación Andaluza, Andrés Quijano, sí abraza propuestas más arriesgadas: "Los belenes que innovan me parecen muy bien. En la variedad está la calidad. Si todos son iguales, me parece un aburrimiento". Pone como ejemplo este belén que se expuso en San Fernando (Cádiz) en 2013, con las figuras inspiradas en la película Los 10 mandamientos (1956).
El presidente a nivel nacional es el belenista más moderno de los consultados por Verne: "El belén te tiene que hacer pensar. Puede ser reivindicativo y novedoso. Además, creo que es una forma de que el belenismo perviva, de manera que se acerque un público que no es religioso".
Religión y belenes
La vocación del belén es religiosa, "pero te sorprenderías de la cantidad de personas no creyentes, e incluso ateas, que son belenistas", dice Bastida. Los presidentes del resto de asociaciones lo confirman. "A esas personas les llama el trabajo artístico", dice De la Fuente.
"Sí, la mayoría de los belenistas son personas religiosas, pero no de misa diaria. Yo, por ejemplo, creo que tengo criterio para saber qué es ético o no sin que me lo digan desde un púlpito. Para muchos, el belenismo es una tradición que adoptamos de pequeños y que resurge con el paso de los años", dice Bastida.
La mayoría de los belenistas son personas jubiladas. Nadie sabe cómo atraer a los jóvenes, más allá de los intentos innovadores que comentaba el presidente de los belenistas a nivel nacional. El más joven de los que nos atienden, el navarro de 34 años, no se atreve con una respuesta: "El mayor enemigo del belenismo es el cementerio".
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