Se cumplen 30 años de una de las creaciones llamadas a cambiar la civilización occidental tal y como la conocemos. Hablamos de la World Wide Web (WWW), un proyecto global de hipertexto que ha permitido por primera vez al mundo trabajar conjuntamente en la Red de Redes. ¿Y qué nos ha traído este avance tecnológico que se ha comparado, por su alcance, a la imprenta? ¡Encended vuestros módems, que vamos a surfear por la historia de la autopista de la información!
El 12 de marzo de 1989, el investigador británico Tim Berners-Lee describió en un informe para el CERN el protocolo para la transferencia de hipertextos, lo que un año después sería la World Wide Web. Su éxito tiene especial mérito si tenemos en cuenta que su documento no consiguió ni un solo retuit, probablemente al no poder abrir hilo por aquel entonces.
Internet empezó a fraguarse en los años 60 como un proyecto militar en pleno contexto de la Guerra Fría. Sí, los estadounidenses querían competir con los rusos interconectando ordenadores. Eso ha salido muy bien, en opinión de Putin. Al hablar de Internet, pues, nos referimos al enjambre de ordenadores conectados entre sí.
La World Wide Web, en cambio, se refiere a los contenidos por los que navegamos en el hiperespacio. Se habló por primera vez de este protocolo para la transferencia de hipertextos hace 30 años, cuando, el 12 de marzo de 1989, el investigador británico Tim Berners-Lee lo describió en un informe para el CERN. Por eso hoy nos vestimos de aniversario cibernético y soplamos velas láser en una tarta virtual con sabor a Candy Crush que ha sido elaborada gracias a los pasteleros del código php y css… Vale, lo admito, me he perdido.
La propuesta original de Berners-Lee tenía solo 20 páginas, pero esas 20 páginas han creado un mundo interconectado en el que lo global es cada vez más local. A Berners-Lee le debemos, pues, herramientas como la URL, el protocolo HTTP y el formato HTML, avanzando la tendencia un poco WTF de hablar en siglas en Internet, que es algo muy LOL. Como veis, estoy al tanto de las últimas tendencias. Cómo se nota que vivimos en el siglo XXI d. C.
Nos dirigimos al mismísimo Tim Berners-Lee, que contesta a nuestras preguntas sobre su creación por correo electrónico: “Te equivocas de dirección. Yo no soy Berners-Lee. Soy un abogado de Alcorcón, nada que ver”.
El científico del CERN estimaba en su informe que “bastarían dos personas para completar el proyecto inicial en un plazo de entre seis y 12 meses”. Esas dos personas siguen trabajando en la Internet, aunque en la actualidad no se encargan de todo el trabajo y ya solo son responsables del 47 % de los contenidos, incluido Verne. “¡Por favor, quiero jubilarme de una vez, desatadme!”, asegura uno de ellos, siempre dispuesto a bromear. “¡Al menos dadme más agua!”. Jajaja, qué tío, LOL.
La aparición de los primeros navegadores -Mosaic, Netscape y el popularísimo Internet Explorer-, permitió que desde nuestros hogares accediéramos a las versiones online de los periódicos y revistas, que cuentan con ediciones completamente multimedia. Y eso por no hablar de los weblogs, también llamados “cuadernos de bitácora”, que están revolucionando el periodismo.
En 1994 nació Amazon, la tienda de tiendas de la Red de Redes, que comenzó vendiendo libros y ahora quiere meter en tu casa altavoces que te graban mientras criticas al gobierno. De hecho y según Berners-Lee, “te digo que no soy esa persona. Deja de enviarme mails, por favor”.
En 1998 llegaría el buscador Google, la respuesta estadounidense a Olé. ¿Qué sería de la Red de Redes sin buscadores? Probablemente necesitaríamos un libro como las Páginas Amarillas, a lo mejor en dos o tres tomos, con todas las páginas web ordenadas alfabéticamente. Es decir, todo lo que tenemos en la llamada “nube”, pero en formato papel.
En 1999 nació Napster y los internautas se unieron en asociaciones para exigir la tarifa plana. Y es que las oportunidades para compartir contenido cada vez eran mayores: ¡con Napster uno podía bajarse una canción en solo media hora!
Pero meses antes, el ministro Rafael Arias-Salgado había asegurado que la tarifa plana colapsaría la Red local. Y así fue, porque un ministro jamás ha mentido. Tras ceder a las demandas de los melómanos, una explosión provocó un incendio que asoló Internet durante varios meses. Fue la primera vez que ardieron las Redes. Poco después estalló la burbuja de las punto com. Esa fue la primera vez que se rompió Internet. Las reparaciones necesarias fueron tantas que por eso hablamos de la web 2.0. Actualmente estamos en la versión 6.4., fácilmente reconocible por sus alerones y cristales tintados.
Otro de los logros históricos de los que hoy disfrutamos gracias al invento de Berners-Lee es la Wikipedia, que nació en 2001. ¿Puede uno fiarse de una enciclopedia que escriben desconocidos gratis? ¡En Internet uno puede publicar cualquier cosa! Ejemplo: ¡BLUARGH BLUARGH BLUARGH!
Pero sí, es de fiar. Una de las particularidades de la Wikipedia es que cuando surge una disputa entre dos contribuyentes de una entrada, este desacuerdo se ha de resolver en duelo, por lo general a primera sangre, aunque cada vez más a muerte. Así uno puede asegurarse de que lo que pone es cierto o, al menos, que lo ha escrito alguien que podría matarte y, por tanto, no merece la pena discutir.
La Wikipedia no es el único esfuerzo por intentar ordenar la cantidad ingente de información que satura el hiperespacio: el lector habrá notado que muchas páginas webs organizan sus artículos en forma de listas, lo cual es un recurso idóneo para organizar el conocimiento. ¿Buscas 17 cosas que no sabías sobre las lentejas? Pues ahí las tienes, en orden probablemente de importancia.
“Es la tercera vez que te digo que no soy Berners-Lee”, asegura Berners-Lee, cuando mencionamos el asunto de las redes sociales. En Facebook uno puede conectarse con compañeros de clase a los que jamás quiso volver a ver y hacerse fan de las señoras que llevan una bolsa de plástico en la cabeza cuando llueve. También podemos, por ejemplo, regalar nuestros datos a Cambridge Analytica o a cualquier empresa similar. Así es cómo Trump se convirtió en presidente de Estados Unidos. ¡WTF! ¡Internet, eres incorregible! ¡Q. E. D.! ¡INRI!
Twitter nos ha permitido seguir la actualidad en directo, en especial Eurovisión y las finales de MasterChef. Otra de sus ventajas es que podemos hacer un pantallazo de un tuit de alguien que nos cae mal e insultarle sin que se dé cuenta.
¿Y qué decir de Instagram? Ha popularizado un tipo de foto entre los jóvenes, que consiste en apuntar la cámara hacia la cara del fotógrafo y no hacia lo que está mirando, para luego fotografiarse a sí mismo. De ahí el original y novedoso nombre que ha recibido esta técnica fotográfica: autorretrato.
Hablando de los autorretratos, muchos jóvenes se graban a sí mismos en vídeo en su habitación. Son los llamados “youtubers”, autores de los populares “vídeo cuadernos de bitácora”. Pero que no te engañe su aparente superficialidad: muchos llevan a cabo proyectos interesantes, como rodar películas que ni son suyas ni son películas, o emigrar a Andorra para no pagar impuestos.
30 años, ya. Internet es un millennial: todo el mundo cree que es joven, pero en realidad ya tiene edad para formar una familia o al menos podría peinarse un poco. Para resumir este viaje por la autopista del hiperespacio, autopista por la que se surfea y navega, nada mejor que las palabras de Berners-Lee: “¿Cómo has conseguido mi número de teléfono? ¡Yo no soy Berners-Lee! ¡Me llamo Antonio! ¡Es que ni siquiera se parece!”.