"Recuerdo a mi padre diciéndole a mi madre que hablase de eso conmigo. Y a mi madre, después, intentando hacerlo sin mucho éxito. Aún consciente de que esa charla llegaba años tarde, consiguió, entre miedos y vergüenzas, verbalizar algunas frases sobre prevención". Así cuenta a Verne Nerea Ortega, sexóloga y trabajadora social especializada en educación afectivo-sexual, su primera charla de sexo con sus padres
Algo es algo. En muchos casos, esas primeras conversaciones simplemente no existen. Vanessa Pazos, sexóloga, explica: "Yo no tuve esa charla. Más bien fueron pinceladas o comentarios que prevenían de los hombres". En un sentido similar, la también sexóloga, además de psicóloga, Laura Marcilla nos cuenta que no recuerda ninguna conversación sobre sexo con sus padres siendo joven. "Esas cosas en mi familia no se hablaban, apenas algún comentario sobre que tuviera cuidado o fuera prudente cuando empecé a tener parejas sentimentales".
El silencio también educa y no hablar de eso (a algunos hasta les cuesta llamarlo por su nombre) traslada el mensaje de que el sexo es algo prohibido, de que está mal visto o, simplemente, de que es un tema que no debe tratarse. Si a la falta de información se le añade esta connotación negativa, parece claro que no hablar de sexo con los hijos es una mala opción educativa.
Ahora bien, tampoco es recomendable enfocarlo como una charla en la que hablar sobre esas cosas importantes ahora que, hijo, ya tienes una edad. Porque lo más probable es que esa conversación, a veces monólogo, llegue tarde y sea poco efectiva. Para Laura Marcilla "el problema de este concepto, el de la gran charla, es que, si nunca le hemos hablado a un adolescente de sexo y de sexualidad, cuando llegue ese momento, será seguramente incómodo para todos los presentes. Parecerá forzado y un trámite por el que hay que pasar, como arrancar una tirita".
Según el estudio "Relaciones afectivas y sexualidad en la adolescencia", realizado por la Liga Española de la Educación, apenas un 24,8% de los jóvenes señalaron que se informaban sobre sexualidad con sus padres y madres. Las charlas en colegios e institutos eran la principal fuente de información, seguidas de amigas, amigos e internet.
Los chicos y chicas crecen hoy en día con acceso a mucha información sobre sexo y las tres expertas consultadas coinciden en que la mejor estrategia educativa es acompañarlos desde pequeños, cuando surgen las primeras dudas e ir adaptando las respuestas a sus necesidades y capacidades. Hablándoles, además, de forma positiva y no sólo de peligros o riesgos. "Sería magnífico que se abordase con toda naturalidad desde la infancia", resume Nerea Ortega.
Oportunidades educativas hay muchas y solo hay que saber aprovecharlas. Por ejemplo, una niña que yendo al baño descubre su clítoris e inocentemente pregunta si le va a crecer un pene como a su hermanito. En lugar de reírnos de su ocurrencia y ya está, le podemos explicar cosas sobre los genitales, su cuidado, su higiene... "Hay situaciones cotidianas que se pueden aprovechar", señala Vanessa Pazos.
Muchos padres y madres se enfrentan a sus propios prejuicios e inseguridades, de modo que, cuando quieren hablar con sus hijos, no saben cómo hacerlo. "Hay asuntos que incomodan a las personas adultas y esa incomodidad se transmite a los hijos. Eso provoca que no suelan ser charlas fluidas donde los menores se sientan cómodos para compartir sus dudas, temores, confidencias y demás", comenta Nerea Ortega. Por ello, añade Laura Marcilla, "la educación sexual también se dirige en muchas ocasiones a padres y madres".
Si el niño pregunta, por ejemplo, "¿qué es hacerse una paja?", no hay que reprobarle. Tras la sonrisa inicial, se le habla sobre el placer y la intimidad, como se pueda, al nivel y vocabulario de cada uno. No es un examen de contenidos, sino de disponibilidad y apertura.
Una cuestión de actitud
A la hora de hablar con hijos e hijas sobre sexo es más importante mostrar una actitud abierta, receptiva y de interés hacia las consultas que tener una respuesta exacta. Siguiendo esta pauta, Vanessa Pazos cree que padres y madres, ante preguntas difíciles, han de permitirse decir un "no lo sé", seguido de un "pero déjame consultarlo y en cuanto lo tenga claro te digo". De esta manera, se reduce la presión por tener una respuesta a todo. Eso sí, no hay que olvidarse de responder a la pregunta cuando tengamos la información. Un "no lo sé" no debe convertirse una excusa para quitarse al niño o niña de encima.
Si se tiene esta actitud desde pequeños, cuando se llega a la adolescencia, momento que en la materia sexual empieza a preocupar más a padres y madres, esa vía comunicativa ya estará abierta. "Lo ideal es crear la posibilidad, la confianza y los espacios para que los propios hijos puedan expresar sus dudas o sus reflexiones conforme lo vayan necesitando", añade Laura Marcilla.
Otra recomendación de Vanessa Pazos es "contestar a lo que preguntan. Si la cuestión es por qué los niños tienen pelo en los testículos, pues responder a eso y no irse por las ramas sobre la pubertad, los cambios, etcétera". También hay que prestar mucha atención al lenguaje. A veces se usan expresiones sin darse cuenta de que se está trasladando un mensaje. "Soltamos, por ejemplo, un mariconadas las justas. Hay que tener cuidado con los prejuicios que incorporamos al discurso".
La educación sexual "debe ser un trabajo en equipo entre todos los implicados", opina Laura Marcilla. "Padres y madres ofrecen sus experiencias y su orientación, pero a menudo no tienen toda la información o arrastran dudas de la falta de educación sexual que fue propia de su generación. Por su parte, los maestros y docentes, deben mostrar actitudes positivas y reforzar los valores de respeto, de asertividad, de responsabilidad, de empatía... Y por último, los sexólogos debemos aportar a los jóvenes el conocimiento científico, veraz y contrastado, evitando así mitos y prejuicios".