Después de los debates del lunes y el martes en RTVE y Antena 3, los medios de comunicación publicaron encuestas en las que se preguntaba a los lectores qué candidato "había ganado" estos enfrentamientos. Nuestra opinión no solo depende del desempeño de cada uno de estos políticos y de las ideas que tuviéramos antes de encender la tele, sino también, en parte, de lo que vemos en redes sociales.
Para mostrar un ejemplo extremo del peligro que tienen los filtros que a menudo aplican los algoritmos de las redes sociales, hemos creado dos perfiles de Facebook: uno sigue a medios, páginas y grupos conservadores y el otro a progresistas. Hay partidos políticos, medios convencionales y también páginas como Spanish Revolution o Patriotas por España.
Se trata de un experimento en gran medida artificial, ya que estos perfiles no tienen amigos ni interactúan con nadie, pero sí muestran cómo al preferir una perspectiva concreta, nos estamos perdiendo la del otro. Por no hablar de que, cuanto más partidistas son los grupos y páginas, más riesgo corremos de que nos llegue información sesgada, manipulada o directamente falsa.
En 2011, Eli Pariser acuñó el término “filtro burbuja”, que hace referencia a cómo los algoritmos de redes y buscadores personalizan lo que nos muestran. Facebook, por ejemplo, nos muestra contenidos de las páginas y amigos con los que más interactuamos y que se llevan más de nuestros "me gusta". Esto se traduce a menudo en que nos perdemos contenidos que podrían ser relevantes incluso aunque no nos gusten (o precisamente por eso). Es decir, el algoritmo acaba dando prioridad a las opiniones de amigos, páginas y medios con los que estamos más de acuerdo.
No solo eso: las recomendaciones de páginas y grupos siguen la misma línea. Es decir, si sigo a gente de derechas (o de izquierdas), Facebook no interpreta que me interesa la política, sino que me interesa un bando concreto. Al final, corremos el riesgo de que solo nos llegue la opinión de quien piensa diferente cuando alguien de nuestro bando la menciona para criticarla o ridiculizarla.
Esta red no está sola en esto: en 2016 Twitter modificó su algoritmo para que aparecieran los mensajes más relevantes de las últimas horas en la parte superior del timeline, aunque en septiembre del año pasado permitió volver al orden cronológico. YouTube también muestra recomendaciones y Google afina los resultados de nuestras búsquedas teniendo en cuenta nuestro perfil.
El perfil de izquierdas
Tras el segundo debate, se veían publicaciones como las siguientes:
- Una noticia sobre “el estado de Rivera”, seguido de un vídeo titulado “esos nervios, Riverita”.
- Las declaraciones de Pedro Sánchez tras el debate.
- El agradecimiento de Podemos, acompañando un texto titulado: “Victoria aplastante de Pablo Iglesias en las redes sociales durante el debate decisivo”.
- Un fragmento de una intervención de Pablo Iglesias sobre los poderes mediáticos y económicos.
- Un vídeo sobre las mentiras del PP que arranca con la guerra de Iraq.
El día anterior, las publicaciones eran similares:
- Una invitación a “reventarle la encuesta” a OK Diario sobre el ganador del debate. Hay enlaces también a las encuestas de Eldiario.es y EL PAÍS.
- El minuto de oro de Rivera, en una publicación de Eldiario.es.
- Un fragmento de la intervención de Iglesias: “La política sí sirve para algo, si no, ¿para qué nos enviaron a las cloacas? ¿para qué los poderosos se compran a políticos, ministros o presidentes?”. El mismo fragmento en otro grupo con la palabra “brutal” sobreimpresa. (Este vídeo se repite en muchos grupos y perfiles).
Y eso además del vídeo de un niño repartiendo publicidad de Vox en buzones, el vídeo de Coripe (varias veces), una cita de Durruti, algún que otro meme a costa de Casado y Rivera, y otras publicaciones no relacionadas con los debates.
El perfil de derechas
Tras el segundo debate, a este perfil llegan publicaciones como:
- Un vídeo de Pablo Casado con el lema “a ganar”.
- El minuto de oro de Albert Rivera.
- Un vídeo doblando a Pablo Iglesias leyendo la Constitución como si fuera el menú de un restaurante.
- Un vídeo del debate en el que se acusa al PSOE de dar “lecciones de feminismo”.
- Un fragmento de las declaraciones de Sánchez tras el debate sobre las “horas de vuelo” que tiene por delante en la recta final de campaña, que se han asociado a las acusaciones de usar el Falcon para fines personales.
En la línea con lo que se podía ver tras el debate del lunes en TVE:
- Un vídeo en el que se oye una frase de Iglesias criticando la Constitución en una Herriko Taberna. Sin contexto, pero acompañada de estas dos frases: “Está muy bien ir de garante constitucionalista en #ELDEBATEenRTVE. Ahora recordemos cómo insultabas con asco a la Constitución y lo llamabas aquel papelito de 1978".
- Un vídeo del Partido Popular titulado “Despídete de Sánchez” en el que se le acusa, por ejemplo, de “haber negociado con los herederos de ETA” y con “los golpistas”.
- Un mensaje en el que se asegura: “No veré el debate si no está Vox. Pásalo”. Incluye los logos de Antena 3 y de los 3 partidos que han participado en los debates tachados.
- Una captura de un tuit que compara a Iglesias leyendo la Constitución con Maduro y Chávez mostrando la constitución venezolana.
Y todo eso además de publicaciones sobre actos electorales de Vox, la compra de un coche por parte de Albert Rivera y el vídeo de un hombre quemando una bandera de España (“que su cara se conozca en toda España”), entre otras cosas.
Cómo vencer al algoritmo
El 20 % de los estadounidenses accede a las noticias a través de las redes sociales, según un estudio del instituto de análisis Pew Research. Se trata de un porcentaje cuatro puntos superior al de los diarios impresos, aunque aún muy por debajo de televisión, webs de diarios y radios. Ya es la fuente de noticias preferida para público de entre 18 y 29 años.
Además, un 43 % de los adultos accede a información a través de Facebook, según otro trabajo del mismo instituto. El porcentaje es del 21 % en YouTube, del 12 % en Twitter y del 8 % en Instagram.
Todo esto no es necesariamente malo: gracias a las redes tenemos acceso más fácil a la opinión y a la información de muchísimos más medios y personas que hace 20 años.
El problema viene no solo cuando seguimos a gente y medios que piensan de forma parecida a nosotros, sino también cuando los algoritmos refuerzan esta tendencia. Sobre todo porque las redes sociales no informan exactamente acerca de cómo se lleva a cabo esta personalización. Salvo excepciones, como en el caso de Twitter, ni siquiera podemos intervenir para eliminarla o graduarla (no le podemos pedir a Facebook que nos enseñe “cosas que quizás no nos gusten tanto”).
El propio Pariser recomienda en su libro, El filtro burbuja, que nos esforcemos por buscar “nuevas ideas y personas”, de forma activa o engañando al algoritmo para que nos las muestre. Aunque eso suponga decir que “nos gusta” algo que en realidad nos desagrada. La alternativa es que las burbujas se refuercen aún más y el diálogo continúe polarizándose.