“Sonará absurdo, pero lo que más me afectaba de la quimioterapia era verme sin cabello”. María Yakari Nahar empezó la quimioterapia contra su enfermedad rara nada más llegar a España desde Venezuela, en 2018. Entonces vivía en un Centro de Acogida de Refugiados de Alcobendas (Madrid). No tenía ingresos de ningún tipo. “No podía moverme de la cama, estaba muy enferma, pero no tener pelo me desanimaba de una manera que me cuesta explicar”, cuenta a sus 28 años. El tratamiento contra su enfermedad lo pagaba la sanidad pública. No incluía la peluca.
Nahar se compró una peluca sintética de 20 euros. “Me picaba, me molestaba y me quedaba fatal”, cuenta. Recuerda la tristeza que sintió cuando escribió en Google “pelucas de pelo natural”. “Las más baratas, las menos bonitas, costaban unos 1.000 euros”, recuerda. Añadió la palabra “donado” a su búsqueda en internet. “Así es como di con Mechones Solidarios”. Es una asociación malagueña que elabora pelucas gratuitas para pacientes de cáncer con pocos recursos.
La caída del pelo “es impactante y preocupa mucho” a las personas que se someten a un tratamiento de quimioterapia, según explica Agustina Siro Rodríguez, coordinadora de la Unidad de Psicooncología del Hospital Universitario Sant Joan de Reus (Tarragona). Y afecta especialmente a las mujeres: “Parece que entre los hombres está exculpado porque ser calvo es normal. Entre mujeres, no tener pelo se relaciona directamente con sufrir una enfermedad”.
“Antes de recibir mi peluca, sentía que me miraba todo el mundo”, dice Nahar. Mientras cuenta su historia, tiene en sus manos la melena que usó varios meses en 2018. “Cuando me la puse fue espectacular. Parecía mi pelo de verdad”, dice de su peluca morena, de unos 30 centímetros. Los miles de pelos que la componen han sido donados.
Mi pelo castaño no habría servido de mucho a Nahar, pero sí a otras personas. He donado mi melena para que la conviertan en una peluca para pacientes con cáncer. Además de leer este artículo, puedes ver todo el proceso en estos stories de Instagram.
Cómo donar pelo
Hace tiempo que pensaba cortarme el pelo. Las altas temperaturas en Madrid de este verano terminaron de convencerme. Tenía muy claro que, si me lo cortaba, iba a donarlo. Seguro que, para tomar esa decisión, ha influido que haya visto a famosos que han donado su pelo o a personas cuyas donaciones viralizan en internet. Además, me parece un final perfecto para la que ha sido mi melena durante casi dos años. Mejor eso a que termine desparramada en el suelo de una peluquería.
Hay varias asociaciones que fabrican pelucas con pelo natural para enfermos. Una de ellas es Mechones Solidarios. Lleva haciéndolo desde 2013. Su taller está en Málaga, donde dos trabajadoras y dos voluntarias elaboran las pelucas. Para las personas con pocos recursos, las pelucas son gratis. En 2018, elaboraron 192. 101 de ellas fueron entregadas a cambio de una cuantía menor al coste de producción (360 euros). Y de esas 101, 75 fueron donadas a coste cero.
Para donar tu melena, debe medir al menos 30 centímetros (20 si eres menor de 14 años). El mío mide 20, pero han hecho una excepción. “Da igual que esté teñido o lleve queratina. También nos sirve. Lo único que no aceptamos es el pelo tratado con henna”, cuenta Estela Guerisoli, presidenta de Mechones Solidarios.
Podría habérmelo cortado en mi casa y mandarlo al taller de Málaga, como explican en este enlace. Pero no quería llenarme la cabeza de trasquilones, así que acudí a una de las 1.600 peluquerías que colaboran con esta asociación. Si donas el pelo, te lo cortan por cinco euros. Eso me cobró Pilar Ferrero en su peluquería en el barrio madrileño de El Pilar. “Viene muchísima gente a donar. Aquí tienes la prueba”, indica Ferrero al enseñarme una caja llena de coletas y trenzas. Está a punto de mandarla a Málaga. La mayoría son castañas. También hay unas cuantas morenas y un par de excepciones rubias.
Antes de que me corte el pelo, tiene cita otra donante. “En mi familia ha habido varios casos de cáncer. Eso te conciencia. Donamos casi todos”, cuenta Mar Revilla mientras Ferrero le hace una trenza que cortará enseguida. “Mi padre murió de cáncer. Cuando estaba enfermo, lo que más le afectaba era no tener pelo”, dice la peluquera. Asegura que muchos donantes tienen historias parecidas: el cáncer de alguien cercano les ha animado a dar el paso. Pero no siempre es así. “También hay muchas personas que donan porque lo ha hecho algún famoso y lo ha contado en sus redes sociales. Cuando lo hace alguno se nota un montón”, indica Ferrero.
“Hace poco corté el pelo a una niña de tres años cuyos padres no le habían cortado el pelo desde que nació. Su primer corte fue para donar. Tengo otra de 75 años que dona su pelo gris. No hay mucho pelo con canas y la variedad es importante”, añade Ferrero. Poco después pega el tijeretazo a mi melena.
Podría dejarle el pelo a Ferrero para que lo mande ella, pero prefiero llevarlo personalmente a Correos. Por completar el proceso. Meto mi coleta en una bolsa de plástico, me despido de cada pelo y la introduzco en un sobre acolchado. Para tener más seguridad de que no hay ningún problema, mando el pelo por correo certificado. Cuando lo pesan descubro que solo son 100 gramos. Esperaba que mi melena pesara más que un yogur. Tres semanas después, recibí estas fotos por WhatsApp.
Nunca había visto mi pelo tan bien peinado. En ese momento no solo me alegré por la persona que recibiría la peluca. Lo que más feliz me hizo fue pensar que ahí no solo estaba mi pelo. En esa peluca estaban las donaciones de otras nueve personas.
La donación de pelo en España
La Asociación Española contra el Cáncer (AECC) crea pelucas con pelo donado desde 2017. Pero se trata de un proyecto piloto que se encuentra en periodo de pruebas, por lo que apenas dan detalles. “La respuesta social es impresionante. Hemos recibido muchísimo pelo”, indica Inés Grande, coordinadora de trabajo social de la asociación. Es más, es tal la cantidad de pelo que reciben que, de momento, desde AECC piden que no les manden más donaciones. “Estamos muy agradecidos, pero tenemos pelo de sobra”, añade Grande. El servicio que sí tienen muy desarrollado es el banco de pelucas. Muchas personas que han usado pelucas de pelo natural las donan a este colectivo cuando dejan de necesitarlas.
No hay ningún problema en acumular el pelo sin convertirlo en pelucas inmediatamente. Sergio Vaño, director de la Unidad de Tricología (el área de la dermatología especializada en el pelo) del Hospital Ramón y Cajal (Madrid) explica que “el pelo se conserva mucho tiempo porque es un tejido no vascularizado, igual que la uña”. ¿Y quién suele tener trenzas viejas en casa? “Recibimos mucho pelo de abuelas que tenían coletas guardadas desde hace años”, comenta la presidenta de Mechones Solidarios.
Yo escogí este colectivo, pero hay otras asociaciones que realizan pelucas. Una de ellas es Pulseras rosas, con sede en Sevilla. No cobra a las personas con menos recursos. También destaca la madrileña Pekelucas, que realiza pelucas para menores de 14 años. Todas las pelucas de esta asociación son gratuitas. Pulseras rosas sigue recibiendo pelo, pero Pekelucas no.
“Claro que hay cosas mucho peores en una cáncer que perder el pelo. Detienes tu vida, estás hecha polvo, no te apetece hacer nada… Pero lo del pelo es el último remate. Con la peluca, al menos me sentía un poco mejor”, finaliza María Nahar. Esa pequeña ayuda no es más que una coleta de 30 centímetros.