Humor negro y sátira política: los motivos por los que hay tantos chistes sobre la exhumación de Franco

Por supuesto, el artículo está ilustrado con muchos ejemplos

La exhumación de Franco va camino de convertirse en uno de los grandes momentos del humor en redes sociales. Igual que en Eurovisión o en los Goya, muchos tuiteros están compartiendo montajes y preparándose para la retransmisión en directo, prevista para este jueves a partir de las 10.30. Y eso por no hablar de los chistes que también están llegando a grupos de WhatsApp. Ya ocurrió algo parecido en agosto del año pasado, cuando el Consejo de Ministros aprobó lo que popularmente se llama “el unboxing del dictador.

El acontecimiento no parece especialmente gracioso: están sacando a un dictador de su tumba para llevarlo a un sitio en el que no disfrutará de honores de Estado. Es un tema serio y, en parte, incluso triste: hablamos de la Guerra Civil, de la comparación con las fosas comunes de los republicanos, de los casi 40 años de dictadura… Pero, a pesar de todo, estos chistes nos hacen reír a muchos. Al final no es más que sátira y, además, humor negro. Vayamos por partes.

(Nota: al final hay más memes, por si ya tienes claro este tema y quieres ir directamente a por el material retuiteable. Iremos añadiendo más a lo largo del día).

De entrada, el humor es social, como explicaba el neurocientífico Robert Provine, autor de Curious Behavior ("Comportamiento curioso"). Provine, que falleció el pasado 17 de octubre, contaba que nos reímos 30 veces más en grupo que a solas. La risa es además contagiosa, de modo parecido a los bostezos: la mitad de los participantes en uno de sus experimentos reía al oír carcajadas grabadas, sin ningún chiste previo, y el 90% al menos sonreía. Es decir, cuando hay mucha gente riéndose de algo, es más fácil que eso nos parezca divertido.

Un ejemplo: este vídeo del Berlin Laughter Project. Una mujer comienza a reírse en el metro. No hace falta que pase mucho tiempo para que todo el vagón se parta de risa. A veces lo importante no es tanto de qué nos riamos como el hecho de que nos riamos juntos.

Pero eso no basta para hacer de la exhumación un buen material para la comedia. Hay más motivos. Por ejemplo, la transgresión. “El humor es por naturaleza confrontacional”, escribe el neurocientífico Scott Weems en ¡Ja! La ciencia de cuándo nos reímos y por quéPara que algo nos haga reír tiene que superar cierto umbral de incomodidad. De hecho, a veces un chiste nos puede resultar más gracioso solo por el hecho de no saber si está bien reírse de algo así.

La exhumación de Franco cumple con estos requisitos de Weems. Tiene un punto incómodo: es un cadáver de quien fue un dictador. Pero sin excesos: son chistes acerca de alguien poderoso, por lo que están más cerca de la sátira política que de la burla.

Esta provocación tiene unos límites (los famosos límites del humor) que varían para cada persona: por eso hay gente a la que no le gusta el humor negro, del mismo modo que a otras personas no les gusta el cine de terror o el heavy. Pero que a alguien no le gusten los chistes sobre un muerto no los convierte en censurables.

Es más, que el tema de un chiste sea desagradable no significa que el chiste también lo sea. Recordemos lo que pasó en agosto de 2017 con los chistes sobre el terrorista del ISIS que reivindicó el atentado de Barcelona, apodado en Twitter "El Cordobés" y "el hijo de la Tomasa". El humor no se dirigía al atentado, sino al discurso del terrorista. Fue una herramienta de cohesión en un momento difícil y triste.

Es decir, nos podemos reír de todo, pero no siempre de cualquier manera. Cuando nos reímos de la exhumación no estamos haciendo chistes sobre un anciano que murió hace 45 años y que no puede ya defenderse de nuestros ataques, ni tampoco sobre sus víctimas. Nos reímos de la dictadura y de sus símbolos, como el Valle de los Caídos.

Además de esto, el hecho de que el chiste incomode a algunos sectores puede provocar que se compartan incluso más. La provocación a menudo funciona como aliciente. Vemos este mecanismo en funcionamiento cuando alguien de manera solemne defiende que la exhumación es una “profanación”. La palabra ha acabado convirtiéndose en material para nuevos tuits.

Algo parecido ocurrió hace un par de años con los chistes de Carrero Blanco. En marzo de 2017, una estudiante murciana de 21 años fue condenada por la Audiencia Nacional a un año de cárcel por enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas, una sentencia luego anulada por el Tribunal Supremo. Esa humillación consistió en tuitear chistes de Carrero Blanco como los que se contaban en los años ochenta.

Esto, por supuesto, provocó una nueva oleada de tuits sobre el militar y político franquista como no se veía desde 1973. Se volvieron a contar chistes a su costa no porque fueran especialmente graciosos (eran viejos y estaban medio olvidados), sino porque de repente eran algo que estaba “mal”. De nuevo y en palabras de George Orwell, cada chiste se convertía en “una pequeña revolución”, en este caso a favor de la libertad de expresión.

¿Y por qué no te reías de Franco cuando estaba vivo?

La mayoría de los autores de estos chistes no habían nacido cuando Franco murió, pero también se contaban chistes del dictador cuando vivía. Tal y como ocurre con todas las dictaduras, la sátira era una forma de hacer patente que no existía el consenso que se quería aparentar.

Ana María Vigara Tauste, lingüista de la Universidad Complutense fallecida en 2012, escribía en su estudio Sexo, política y subversión. El chiste popular en la época franquista (pdf) que los chistes sobre el franquismo eran “una de las pocas transgresiones, si no la única, que podían permitirse impunemente” los españoles. Se trataba de una “forma de rechazo humorístico”. Una de esas pequeñas revoluciones, vaya.

Incluso se hacían mientras el dictador moría. Ejemplo:

Franco se recupera de una anestesia. Abre los párpados y se encuentra rodeado por un nutrido grupo de médicos ataviados con batas blancas.

-¿Quiénes son estos señores?

-Pues el equipo habitual.

Entonces el caudillo se anima y rompe a gritar:

-Pues… ¡Hala, Madrid! ¡Hala, Madrid! ¡Hala, Madrid!

Es probable que nada de todo esto haga cambiar de opinión a quien crea que hay que dejar a Franco en paz. Para todos los demás, dejamos a continuación algunos de los chistes y memes que reúnen las características de las que hemos hablado.