Mientras México vive inmerso en una emergencia sanitaria sin precedentes por el coronavirus, algunos médicos, enfermeras y enfermeros están viviendo ataques en su contra por llevar el uniforme en la calle. Durante la primera semana de abril, una enfermera fue rociada con agua y cloro [lejía] en Guadalajara, Jalisco, según la Comisión de Enfermeras del Estado, quien dio la voz de alarma sobre cinco ataques más contra su personal. También en Sinaloa se produjo una agresión parecida contra una enfermera que salía de trabajar, tal y como contó la prensa local. En Sabinas Hidalgo, Nuevo León, lanzaron material inflamable contra las instalaciones del Hospital General, uno de los centros para tratar a los pacientes de Covid-19.
Las agresiones físicas o verbales se producen en el transporte público, los supermercados, la calle o a la salida de los hospitales. En México llevar el uniforme sanitario fuera del trabajo es una práctica común de todos estos profesionales. Yucatán, Tamaulipas, Ciudad de México, Veracruz, Puebla, Estado de México y Morelos han registrado al menos un caso en las dos últimas semanas.
A diferencia de en otros países donde se rinde homenaje a los que están en primera línea para combatir la enfermedad, decenas de testimonios -principalmente de enfermeras- comienzan a surgir en redes sociales sobre agresiones en su contra por miedo al contagio. El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, pidió a la población que respete y proteja a médicos y enfermeras, más todavía en esta situación. “Es indignante, insólito y alarmante que las personas canalicen el temor y el enojo hacia el personal que les protege”, dijo López-Gatell.
México llega a los 332 fallecimientos, los 5.014 casos positivos y encara la peor fase del contagio con falta de camas de hospital, de insumos para aislamiento y con su personal de salud mermado. Recientemente, el Gobierno abrió una convocatoria para contratar 45.000 médicos y enfermeras en mitad de la pandemia.
Estos son algunos testimonios de enfermeras y enfermeros que hablaron con Verne sobre la violencia y discriminación que han vivido estos días:
Luis Gerardo Ramos, Tamaulipas. “Me vaciaron una botella de cloro en la cabeza”
“Hoy en la mañana [jueves 9 de abril] a las 8.00 de la mañana salí de mi casa para mi trabajo. Iba en mi auto con cubrebocas, guantes y paré en una tienda para hacer algunas compras. Cuando salía de la tienda una señora que llevaba una bolsa en el brazo me empieza a decir que nosotros el personal de salud estamos contaminando la ciudad de Reynosa, Tamaulipas. No le hice caso y cuando estoy abriendo la puerta de mi coche empezó a gritarme más fuerte. En ese momento siento que me avienta una botella de agua y se acerca hacia mi con otra botella de cloro y me la vacía en la cabeza. No pude ver quien era porque me cubrí la cara. Con los químicos del cloro sufrí irritaciones en la cara, el pecho, el abdomen, el cuello y la espalda. Denuncié ante el Ministerio Público, es un acto de cobardía lo que me hicieron. Me dejó el uniforme todo desteñido. Tengo 33 años y cinco como enfermero. Estudié esta carrera convencido de ayudar a los demás cuando más lo necesiten. La única forma de no contaminarse es quedarse en casa, el personal de salud no lo podemos hacer porque es cuando más trabajo tenemos. Por favor, no hagan caso a todo lo que leen en redes sociales, lean y escuchen lo que dice la Organización Mundial de la Salud. Por miedo voy a dejar de usar el uniforme en la calle, pero mi compromiso con la sociedad sigue en pie”.
Brenda Salomón, Estado de México. “Me gritaron ‘traes el Covid’ y me escupieron”
“Me toca atender a todos los pacientes con enfermedades respiratorias, desde una simple gripa hasta enfermos por Covid-19. La situación está bastante fea. Antes de lo que me sucedió, había leído algunas notas en internet y en redes sociales de lo que le había sucedido a algunas compañeras. Los primeros días de la contingencia usaba el uniforme, pero ya no lo uso por miedo. Un día estaba esperando mi transporte y al hacer la parada hizo como que se detenía, pero al final cuando me vio, avanzó. También, una tarde que iba de regreso a mi casa, unos tipos en un auto me gritaron 'traes el Covid' y me escupieron. Nuestra sociedad muestra mucha ignorancia hacia el trabajo de otras personas, porque a final de cuentas nosotras como personal de salud estamos arriesgando a nuestras familias. Yo he estado aislada desde que comenzó la fase 2 y he dejado muchas cosas de lado. No puedo abrazar ni besar a mi hijo porque ya no tengo la seguridad de no estar contagiada sin presentar síntomas. Siento también mucha impotencia porque las autoridades no están tomando medidas para que las personas se queden en su casa”.
Sandra Alemán, San Luis Potosí. Contusiones y un dedo roto por llevar uniforme
“Trabajo en la guardia nocturna del Hospital General de Zona nº1 en San Luis Potosí. Hace una semana pasé a comprar un café al Oxxo y al salir unos niños desde una minivan estacionada junto a mi coche empezaron a tirarme refresco y gritar ‘tiene Covid’ cuando les dije que no hicieran eso, su madre salió molesta de la tienda porque llamé la atención a sus hijos. Le dije que educara a los niños y ella respondió que se estaban defendiendo de mí porque soy propensa a infectarles. Esa señora no sabe que cuando salgo de mi área de servicio nos bañamos, vestirnos con ropa de civil y rociamos con el germicida con el que se desinfectan los quirófanos. La mujer me da una bofetada y me agarra de mi uniforme. Yo meto las manos, nos tropezamos y caemos al suelo mientras me sigue golpeando. Me fracturé un dedo y me dañé un tendón de la mano derecha. Llegué con la ropa del trabajo rota, tengo contusiones en todo el cuerpo y golpes en la cara. Estoy de baja laboral 15 días porque no puedo trabajar así. Por favor, entiendan que todos tenemos miedo pero trabajamos con vocación para sacar el país adelante. No somos sus enemigos, somos los que estamos al frente de la batalla para servirlos y atenderlos, no somos un riesgo”.
Sofía Cortés, Ciudad de México. “Me gritaron ‘sucia irresponsable’ por andar con uniforme”
“Lo que más me ha pasado desde que empezó la contingencia son las agresiones verbales. El otro día en el pesero, una señora me gritó que me levantara, que se iba a bajar, que yo estaba contaminada y me llamó 'sucia irresponsable'. No supe cómo reaccionar, me quedé callada. El resto de los pasajeros se me quedaron viendo feo. Hace unos días, una compañera y yo fuimos por un café y el cajero no le quiso cobrar, le gritó que se fuera y yo vi todo desde fuera. Nos sentimos muy avergonzadas y desde entonces ya no hemos vuelto a ese lugar".
Ligia Kantun, Yucatán. “¿Y si la próxima vez es una piedra?”
“Pasó un coche y me gritó '¡Infectada!', desde la ventanilla un hombre me tiró un café muy caliente que me alcanzó la espalda. Intenté meter las manos debajo de la blusa para despegarla de la piel. ¿Sabe lo que más me duele? Más que el daño físico, el daño moral. La gente está psicótica por este virus. Ahora fue un café pero, ¿y si la próxima vez es una piedra? Siempre he portado mi uniforme con mucho orgullo soy enfermera quirúrgica en Mérida desde hace 40 años y ahora resulta que me tengo que esconder. Jamás me había pasado algo así. Esta es una de las ciudades más tranquilas de mi país y mire lo que me pasó. Le diría a la gente que piense que si estuviéramos infectadas no saldríamos a la calle. Antes que proteger a los de la calle, protegería a mi familia. Por suerte he recibido apoyo moral de mucha gente que me han hecho llegar cubrebocas, caretas, comida, fruta. También, el respaldo del Gobierno para darnos protección. Tengo 59 años y pese a mi artritis reumatoide quiero y puedo ayudar a mi gente, a mi tierra. Mis pacientes me obligan moralmente a ponerme doblemente la camiseta”.
Isabel (nombre ficticio), Veracruz. “No puedo subir enfermeras al pasaje”
“Prefiero no decir mi nombre porque tengo miedo y esto apenas empieza. Tengo 35 años y llevo tres de enfermera y trabajo en el Hospital Covadonga de Córdoba, en Veracruz. Todos los días voy a trabajar en camión al hospital porque mi colonia queda un poco retirada. El otro día cuando me iba a subir [al autobús] el chofer extendió las manos y me dijo: ‘No, no se suba. Tengo indicaciones de no subir enfermeras al pasaje’. Llevaba el uniforme clínico blanco y un cubrebocas. Le dije, ‘¿Es en serio?’. Cerró la puerta y me dejó en la calle junto con otras personas. Me dio mucha pena, me incomodé por el resto de pasajeros. Tuve que esperar hasta que pasó el siguiente camión que sí me dejó subir. Es algo injusto, deberían de respetarnos y apoyarnos. No entiendo por qué las personas reaccionan de esa manera, deberían de ponerse a pensar que si nos agreden, por temor, no vamos a querer ir a trabajar y si ellos o sus familiares se enferman, ¿quién les va a tratar? En el hospital tenemos medidas para protegernos y nos cambiamos de ropa al salir, porque yo pase junto a alguien no lo voy a contagiar. Ni siquiera atiendo a pacientes que tienen coronavirus”.
Abdel de la Rosa, Estado de México. “Al ver que era enfermero, se bajaban del camión”
“Decidí dejar de usar el transporte público porque, a pesar de que los camiones si me dejaban subir. Algunos al abordar, me veían muy feo, se cambiaban de lugar y muchos se subían y al ver que era enfermero, de inmediato se bajaban. Fueron tres veces en las veces que me dirigía al hospital. Aunque no he recibido ninguna agresión, preferí contratar el servicio de un taxi de confianza para ir y venir del trabajo. Prefiero no arriesgarme. Estoy a cargo del piso de medicina interna, tenemos varios casos sospechosos de Covid-19 y tengo treinta pacientes a mi cargo. No espero ningún aplauso, pero tampoco que me vean como un foco de contagio. Quiero pensar que las personas están saturadas de información y por eso desconfían. Nosotros estamos para servir a los pacientes. Que no quepa duda que cuando alguien requiera de nuestros cuidados, no dudaremos en atenderlos”.