Desbrozar o conservar, las respuestas de las ciudades a la flora 'rebelde' que brotó en el confinamiento

Muchos ciudadanos redescubrieron estas plantas espontáneas con la vuelta a las calles. Así responden Madrid y Barcelona

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La vegetación llegó a cubrir las alcantarillas de Madrid durante el confinamiento
La vegetación llegó a cubrir las alcantarillas de Madrid durante el confinamiento.

Esta primavera ha sido insólita por muchos motivos. El primero y más evidente es que la hemos pasado prácticamente confinados. Pero otra de las razones tiene que ver con las precipitaciones. Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), esta primavera (en su primera mitad) ha sido un 80 por ciento más lluviosa de lo normal. La combinación de estos dos factores dio como resultado una imagen inédita cuando volvimos a salir a la calle: la naturaleza había tomado las ciudades. Así lo relataba en Verne hace unas semanas la divulgadora botánica Aina S. Erice desde Palma de Mallorca.

En otras ciudades como Valencia, surgieron otras iniciativas como la del colectivo artístico Àrtida, que propuso a los usuarios de Instagram fotografiar esta explosión primaveral y compartir esas imágenes con el hashtag #verdmut. Con ellas, crearon un mapa colectivo de los lugares urbanos donde esta naturaleza se había abierto paso durante el confinamiento. También recibieron imágenes desde Sevilla, Vigo, Murcia o Zamora. En Madrid, la educadora medioambiental Silvia Corchero también se sorprendió del aspecto que su ciudad presentaba en el mes de mayo y decidió crear una cuenta monográfica en Instagram con aquellas plantas urbanas que se iba encontrando.

Pero, ¿qué ha sido de esta flora espontánea ahora que llevamos más de un mes saliendo a la calle con regularidad? Como su gestión depende de cada Ayuntamiento, en Verne hemos preguntado a los de las dos ciudades más pobladas de España, Madrid y Barcelona, para saber qué han hecho con estas plantas ruderales –como también se las conoce– a las que no estamos acostumbrados a ver en tanta abundancia.

En el caso de Madrid, y desde hace ya unas semanas, no queda ni rastro de ellas. "El desbrozamiento se realiza de manera anual en la primavera, aunque este año se ha retrasado un poco por el confinamiento, de ahí que tuvieran esa envergadura", explica a Verne en conversación telefónica Victor Sarabia, director general de Servicios de Limpieza y Residuos del consistorio madrileño.

Este departamento solo se encarga de su eliminación en la vía pública (calzadas, aceras y alcorques de los árboles) que, como aclara Sarabia, "son necesarias para que estas plantas no obstaculicen las alcantarillas o el tránsito de los peatones". Los parques y jardines son competencia de otro servicio municipal que también ha procedido a la siega y desbrozamiento de esta flora espontánea, como confirma el Ayuntamiento.

En Barcelona, sin embargo, han optado por otro modelo más flexible, según afirma el propio consistorio. Gabino Carballo, técnico de la Dirección de Conservación y Biodiversidad del Ayuntamiento, explica que "se ha estudiado en qué partes de la ciudad se mantienen estas plantas y en cuáles no, en función de las necesidades de cada zona".

El propio Carballo cifra en un 60 por ciento la cantidad de flora espontánea que ha surgido durante estos meses y que se ha conservado. "Hay que recordar que la biodiversidad de las ciudades cumple muchas funciones, entre ellas, la reducción de la temperatura, la protección del suelo, el favorecimiento de la infiltración del agua y una función extremadamente importante: la permanencia de los insectos polinizadores", aclara el técnico municipal.

La naturalización de las ciudades se ha convertido en un tema recurrente en los últimos años, y ahora que hemos sido testigos de esta explosión de la naturaleza tras el confinamiento se ha reabierto el debate. "Creo que mucha gente se ha dado cuenta de lo maravilloso que es poder vivir en una ciudad más verde", dice la educadora medioambiental Silvia Corchero.

Las biólogas y paisajistas Lorena Escuer y Puy Alonso quisieron saber qué pensaba la gente sobre esta situación, por lo que crearon una encuesta llamada "Percepción, gestión de herbáceas y COVID-19" y la difundieron a través de las redes sociales a su alcance (WhatsApp, LinkedIn, Instagram, Facebook...). El 74,2% de las más de 1.100 personas que rellenaron el formulario de Google creado para la ocasión afirmaban que este cambio en las ciudades les parecía algo positivo o muy positivo, frente a un 6,4% que lo consideraba negativo o muy negativo.

La mayoría de los encuestados que se manifestaban a favor de esta flora espontánea también reconocían la necesidad de que hubiera mantenimiento por parte de los servicios municipales. Debido a nuestro clima, la mayoría de estas plantas se secan con el aumento de las temperaturas, lo que se conoce como agostamiento. "Por supuesto, naturalizar no quiere decir dejar todo asilvestrado, hay que invertir en mantenimiento municipal y poco a poco transitar hacia un modelo de ciudades más verdes", dice Carballo.

El paisajista Ramón Gómez, del estudio Herba Nova, está de acuerdo con este procedimiento. "Las ciudades son bosques dormidos; la flora estaba antes que todo. Madrid, por ejemplo, debía ser un encinar. Debemos trabajar para ir recuperando esa biodiversidad", explica a Verne en conversación telefónica. "Este cambio de modelo pasa por las administraciones, pero también por los ciudadanos y su percepción sobre la naturaleza urbana", dice. Y añade que, para que esto suceda, "hay que hacer una gran tarea de divulgación". Gómez participará en uno de los encuentros online del ciclo Salvajes, silvestres y espontáneas, organizado por La Casa Encendida de Madrid durante el mes de junio.

Por su parte, Carballo está convencido de que cuando se explica a la ciudadanía los beneficios de la naturalización de los barrios y ciudades, "la inmensa mayoría lo entiende perfectamente". "Al final todos queremos vivir en entornos más naturales, y las ciudades, si nos lo proponemos, también pueden ser así de agradables", concluye.

El uso de herbicidas

M. V.

Tradicionalmente, el herbicida más utilizado, tanto en el campo como para el control de la flora espontánea en las ciudades, ha sido el glifosato. Sin embargo, desde 2015 existe un gran debate sobre la conveniencia de su uso. Por un lado, ese año la Agencia para la Investigación sobre el Cáncer de la OMS lo incluyó en su lista de sustancias "probablemente carcinógenas" para los humanos. Por otro, una evaluación de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) determinó que ese riesgo era "improbable".

Esta división de opiniones no ha desembocado en la prohibición de su empleo. De hecho, en 2017 la Unión Europea renovó la licencia del glifosato por cinco años más, hasta diciembre de 2022, lo que permite que se siga usando, como mínimo, hasta esa fecha. Sin embargo, lo que sí ha provocado este debate es que muchas ciudades, entre ellas Madrid y Barcelona, dejen de usarlo voluntariamente en la erradicación de la flora espontánea en la ciudades. Según explican ambos Ayuntamientos, la eliminación de estas plantas se realiza de forma "mecánica" (un operario las desbroza manualmente).

La legislación española recomienda los métodos fitosanitarios –para la prevención y curación de las enfermedades de las plantas– que no conlleven riesgos para las personas a través del Real Decreto 1311/2012. Al ser una recomendación, cada Ayuntamiento tiene potestad para usar herbicidas o no en la eliminación de la flora espontánea de sus ciudades.

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