Cuando Juan Carlos Bautista tenía 17 años fue a visitar a su primo a las fiestas de Luminaria, en Socuéllamos, Ciudad Real. Una noche, en medio de las hogueras y el alcohol Bautista conoció a Teresa G. Pasaron muchos años sin estar juntos, pero nunca perdieron el contacto. No había Facetime, ni redes sociales, ni WhatsApp. “Hablábamos por lo que se llama mensamanía, una promoción de SMS gratis, y por Messenger (el antiguo y original, no el de Facebook)”, explica Bautista a Verne por teléfono.
Después de muchas vueltas, por fin se hicieron pareja. Al poco tiempo de empezar la relación, a ella le ofrecieron un trabajo como enfermera en el Reino Unido y decidió irse a vivir allí. Bautista trabajaba en Toledo en esa época y quería ir a visitarla, pero le daban pánico los aviones. Su amor pudo más que su miedo y decidió irse desde Toledo hasta Northampton en autobús. “Mi hermano dice que no hice 29 horas de autobús por amor, que las hice por tonto”, explica entre risas Bautista, de 31 años. No se arrepiente de nada. Ahora llevan seis años juntos.
Bautista decidió contar su historia en respuesta al tuit que publicó una usuaria: “Si no has cogido un Alsa por amor, ¿realmente has vivido?". Lo que empezó como un comentario de broma ha provocado que cientos de usuarios recuerden sus historias de amor a distancia y los viajes para reencontrarse, algunos de ellos con muchas horas de trayecto a las espaldas. Ahora, su autora ha decidido hacer su cuenta privada pero en el tiempo que fue público hubo más de 2.800 respuestas, muchas de ellas contando su propia historia de amor. “Alguien debería hacer una recopilación con todas las historias de amor que han salido a la luz”, dice la usuaria a Verne.
“Compartí mi historia porque me hizo gracia la de un chico que dijo que había ido de León a Jaén y eso no se puede comparar con mis 29 horas sin dormir hasta el Reino Unido”, dice Bautista. Ese chico es Carlos Gómez, a quien sus padres enviaron a un campamento de verano a Irlanda cuando tenía 16 años. Allí conoció a Lisy P. Se enamoraron y un mes después regresaron a sus respectivas casas en España. Eran muy jóvenes y el único medio que tenían para mantener vivo su amor era el teléfono fijo. “Era 2007, no había WhatsApp, ella era de Jaén y yo de León, pero a mí no me importaba. Yo estaba dispuesto a atravesarme España de punta a punta con tal de volver a verla”, recuerda este ingeniero técnico aeronáutico. Con los ahorros que tenía logró comprar los billetes de autobús para llegar hasta la casa de su novia y sorprenderla.
Un día de verano en la madrugada salió de su casa, mochila en mano sin avisar a nadie con un único objetivo: volver a ver a Lisy. Viajó de León a Madrid, de Madrid a Granada y de Granada a Jaén. “Cuando mis padres se enteraron, yo ya estaba a medio camino y no me iba a volver, estaban muy enfadados”, cuenta Gómez. Cuando por fin llegó a casa de su novia, después de 17 horas en autobús, los padres de ella no estaban nada contentos con la sorpresa. Lo dejaron dormir esa noche en su casa, pero le dijeron que al día siguiente tenía que volver a León.
Le pagaron el billete de vuelta a Madrid y ahí en un bar cercano a la estación llorando con el corazón roto lo encontraron sus padres. “No me castigaron, de lo triste que me vieron”, recuerda Gómez. Trataron de seguir juntos, pero al final la distancia los separó. Ahora se siguen en Instagram y les queda el recuerdo su bonito amor de verano. ”Me siento orgulloso de lo que hice, estaba ciego de amor y luché por lo que sentía”, afirma Gómez.
A los 47 años Arancha Jerez todavía suspira cuando recuerda a su amor de verano de cuando era adolescente. Conoció a Gonzalo R. en un campamento en el norte y desde ahí lucharon para estar juntos. Ella vivía en Barcelona y él en Madrid. Se prometieron verse todos los fines de semana y así fue durante los cinco años de relación que tuvieron a distancia. Cada 15 días, Arancha Jerez cogía Alsa —que en 1993 se llamaba Enatcar— para llegar el viernes a medianoche a Madrid. Él siempre estaba en la estación de Palos de la Frontera esperándola. No existían los trayectos directos, por lo que el viaje duraba entre ocho y diez horas debido a las paradas intermedias.
“Recuerdo que cuando pasábamos por Guadalajara yo ya sabía que me quedaban 45 minutos para llegar a verlo y me empezaba a arreglar de los nervios”, cuenta a Verne Jerez. En un viaje a Barcelona, Gonzalo le propuso matrimonio y se casaron. Decidieron vivir en Madrid y crear una vida juntos. “Al final duramos cinco años casados más cinco de novios. Creo que las relaciones a distancia están basadas en la comunicación y no en lo físico. Nuestros encuentros siempre eran perfectos”, afirma Jerez. La distancia le añadía épica a la relación.
Gonzalo murió hace unos meses y, cuando Jerez vio el tuit, recordó esos viajes y una parte de ella sintió que era un guiño. “Tengo su recuerdo muy presente y escribí el tuit para que nuestra historia no quede en el olvido”, dice.
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