Hay quienes han reencontrado el amor por la literatura en este lugar. Desde hace algunos años, en la plaza de la Santa Veracruz, una explanada que comparte el Museo Franz Mayer y el Museo Nacional de la Estampa, en el Centro Histórico de Ciudad de México, se realizan subastas públicas de libros todos los sábados. También conocida como “Plaza de la Cháchara”, este espacio ha detenido parcialmente sus actividades debido a la crisis sanitaria por el coronavirus. Sin embargo, sigue siendo un punto de reunión de vendedores a los que, pese al riesgo de contagio, les ha resultado imposible mantener la cuarentena.
Esta explanada inició sus actividades de intercambio cuando compradores y vendedores se vieron desplazados de los alrededores del Metro Bellas Artes; lugares en los que, principalmente los fines de semana, se citaban para concretar el pago contra entrega del volumen adquirido o ganado en subasta durante la semana. Poco a poco ese punto de reunión también fue convirtiéndose en un centro social en el que convergen editores, académicos y hasta escritores, más allá del auge de las ventas en línea.
La idea surgió a partir del éxito de grupos de Facebook dedicados a la venta y subasta de ejemplares bibliográficos de todo tipo, en su mayoría libros viejos de difícil acceso, ya sea por estar agotados o por ser primeras ediciones. Por ello, este sitio también ha sido una mina de oro para coleccionistas y bibliófilos. La naturaleza principal de las páginas dedicadas a esta actividad a través de las redes sociales responde a las necesidades, no sólo económicas, sino por el gusto socializar la literatura y de hacer más grande la comunidad lectora.
Escritores radicados en Ciudad de México, como Alejandro Toledo o Josefina Estrada —de quienes de repente se ofrecen algunos títulos en las subasta— participan activamente en estos grupos. “He visto autores que han llegado a pujar por sus propios libros”, cuenta a Verne Germán Camacho, quien con Abraham Saldívar creó el grupo El rincón de la Cháchara que, a lo largo de tres años desde su creación, ha conseguido hacer una comunidad de casi 50.000 usuarios en Facebook. Ellos gestionaron los permisos con el gobierno de Ciudad de México para ocupar la plaza los fines de semana durante las tardes.
“La plaza de la Santa Veracruz era un foco rojo de venta de drogas y prostitución masculina, en ese sentido, la apropiación de este espacio fue positiva. La recuperamos”, indica Camacho. “Los grupos de venta y subasta en Facebook están siendo el pilar para las librerías que han tenido que cerrar por la pandemia”, asegura.
Las subastas suelen arrancar desde cero pesos y terminan, por lo regular, 24 horas después. Ahí son publicados decenas de títulos de distintos sellos editoriales, pero también es posible encontrar discos y otras antigüedades. Pese a que casi todos son libros de segunda mano, los administradores de los grupos piden a la comunidad que adviertan a los interesados las condiciones y especificidades al ofrecerlos. Con ello se puede hacer un intercambio seguro y se paga por lo que se oferta. Si el ganador o el oferente de la subasta incumple con el cierre del trato, se le puede penalizar con la expulsión del grupo. “Una subasta es una cuestión de honor; hay que saber cumplir la palabra”, enfatiza Saldívar.
Otro grupo similar es Las subastas de la Nena Oscura, formado en 2012, que cuenta con alrededor de 15.000 miembros. Karim Yaver, su administrador, señala que “por tratarse de ejemplares únicos, casi siempre, es una práctica divertida y a la vez frustrante cuando uno pierde por no pujar a tiempo”, comenta.
“Es una experiencia totalmente distinta: en las librerías vas a buscar títulos específicos, pero en los grupos de venta virtual y subastas el lector va encontrando las oportunidades conforme aparecen”, comenta a Verne Omar Hernández Salgado, abogado por el ITAM y coleccionista bibliográfico. “Y no solo encuentras literatura, sino documentos históricos; recientemente vi que se ofertaba un volumen de la Constitución de México de 1824. Yo compré una copia de la edición original de la Constitución de 1917, además de una primera edición de Pedro Páramo y la Obra poética de Borges firmada por el autor. La diferencia, en términos de coleccionista, es que el precio es más accesible”.
Pese a la contingencia sanitaria por la covid-19, las actividades en esta plaza no se han detenido. Los organizadores indican que tratan de seguir los protocolos sanitarios. “Se han tratado de guardar las medidas que pide el gobierno capitalino y se han publicado en las páginas de venta los puntos a seguir para evitar el contagio”, dice. “Es muy difícil tener el control absoluto, porque mucha gente depende de los ingresos semanales de la venta de sus libros, y no pueden parar totalmente”, refiere.
Yadira Gaytán se ha dedicado al negocio de los libros por casi dos décadas. Hacía cinco años empezó a distribuir su acervo a través de los grupos de subastas y de su propia página, Librería virtual “En busca del libro perdido”. Asegura que la pandemia la paralizó por completo. Por fortuna ha podido vivir de los pocos ahorros que tiene. “Tuve que dejar de trabajar desde que inició la pandemia, pero preferí guardarme y protegerme. Hay gente que está orillada a seguir vendiendo, porque tienen hijos y dependen de esto”. En ese sentido “las redes sociales han sido de gran ayuda para quienes nos dedicamos a la venta de libros”, afirma.
Para David Rodríguez, quien ofrece su material a través de la página La casa de Asterión, dentro de la red social, no ha sido nada fácil sortear la pandemia, y habla de la cadena de distribución del medio librero que se ha visto interrumpida. “Muchos tenemos que salir a diario a rastrear en depósitos o mercados de pulgas algunos títulos que pudiesen interesar a nuestros clientes; estando todo cerrado, es imposible surtir más productos. Tuve que detenerme yo también”, detalla.
Una librería virtual para coleccionistas
Así como los grupos de subasta, hay librerías virtuales enfocadas casi exclusivamente a la venta de ejemplares de colección. Los libros que Alex Santos oferta deslumbran en sí mismos por el valor histórico de la obra. “Son testigos del tiempo”, dice a Verne, en alusión a algunos volúmenes que han llegado a su posesión y que vende a través de su página en Facebook, Venta de libros usados y nuevos (El Hombre Rebelde). “El negocio de librero en esta red depende mucho de la confianza con el comprador. Por suerte he tenido más experiencias positivas porque mi tipo de cliente suele estar muy dedicado al estudio o al coleccionismo y realmente tiene un interés muy profundo en los libros”, comenta.
En esta página de venta se observan algunas rarezas editoriales, como la primera edición de Las novelas completas de Anatole France, de 1946, o El Decamerón, de Giovanni Boccaccio, en su lengua original, editado en 1587. “Vendí una edición alemana del Libro de la Escala Espiritual, de Juan Clímaco, de 1583. Este volumen fue marcado en la parte superior o tripa del libro con la sigla del monasterio de San Diego y tiene una encuadernación estilo vitela o pergamino”, cuenta Santos.
Los grupos de venta y subasta en Facebook se han convertido en los lugares virtuales en los que el sector librero ha podido salir a flote durante la pandemia. Según sus organizadores, es una alternativa no solo para quienes se dedican a este comercio sino para todos los usuarios. Poder pasar de comprador a vendedor en cualquier momento ha sido la solución de muchos miembros para eludir los efectos de la crisis económica derivada de la contingencia sanitaria.