Cuando le quitamos las risas enlatadas a The Big Bang Theory, nos quedamos con un chiste que puede gustar más o menos, seguido de unos segundos de un silencio muy incómodo. Lo pudo comprobar el tuitero Jovi Grau, después de ver que Amazon había subido la serie sin estas carcajadas.
Por lo que hemos podido comprobar, ocurre solo con la versión doblada de la primera temporada. Pero este fragmento recuerda a un buen puñado de vídeos de YouTube en los que se probaba cómo quedaría esta serie sin sus risas, en este caso adrede y no por error. Hay más variantes, claro: Friends sin risas enlatadas, The Big Bang Theory con aún más risas enlatadas, The Office con las risas enlatadas que no tiene y de nuevo The Big Bang Theory, pero sustituyendo las risas enlatadas por las carcajadas del cómico Ricky Gervais.
Las risas grabadas llevan un buen puñado de años en decadencia y cada vez hay menos series que las usan. Según explica a Verne Carlos Pott, coautor del libro Sitcom, no es solo que estas carcajadas estén pasadas de moda y nos parezcan artificiales, sino que también está en retroceso el formato clásico de comedia rodada en solo un puñado de escenarios (como el salón de Leonard y Sheldon, y el piso de Penny). En estas series, conocidas como sitcom o comedia de situación, tiene sentido esta idea de cuarta pared, que da la impresión de una representación teatral, aunque no siempre se graben con público.
Actualmente, la mayor parte de las comedias se alejan de este formato. Por ejemplo, mezclan comedia y drama (Fleabag), no se limitan a los 20 minutos por capítulo (La maravillosa señora Maisel), están rodadas en escenarios menos cerrados, donde las carcajadas sonarían extrañas (Derry Girls), o todo a la vez (Dead to me). Pott recuerda que de las candidatas a mejor comedia de los Emmy de este año, la serie más parecida a una sitcom tradicional sería Schitt’s Creek. Y, además de usar más exteriores y decorados más realistas, no incluye pista sonora con risas postizas.
En ocasiones, se sustituye la risa enlatada por otros recursos. Por ejemplo, cuando en la mencionada The Office alguien mira a cámara, en realidad está indicando al público que acaba de ocurrir algo gracioso. Esta treta no solo lo han usado las series que se presentan como documentales, como Lo que hacemos en las sombras, sino que, como recuerda Pott, se puede ver incluso en títulos donde no existe esta excusa (al menos de forma explícita), como Modern Family.
Historia de las risas enlatadas
La polémica por estas risas de lata no es nueva, pero recurrir a ellas no fue tan descabellado como ahora a lo mejor nos parece. El inventor de estas risas grabadas fue Charles Douglass, un ingeniero de la CBS. Hasta los años cincuenta, muchas comedias televisivas se grababan con público, siguiendo la tradición de la radio y recreando la experiencia de ver a un cómico en una sala o en el teatro. Pero el público de las grabaciones no siempre se comportaba como los cómicos querían. Había chistes que caían en saco roto o, al revés, a veces el público reía durante demasiado tiempo. También podía ocurrir que una escena tuviera que rodarse unas cuantas veces y, para cuando los actores lograban una versión buena, a los espectadores ya no les gracia el chiste. Douglass comenzó a insertar risas grabadas y, en ocasiones, a silenciar al público cuando se reía demasiado y no se oía bien el diálogo posterior.
Como explican Jimmy Carr y Lucy Greeves en su libro Only Joking, en esa década se comenzó a rodar también sin público y las cadenas se dieron cuenta de un problema: a pesar de que en los pases de prueba estas comedias funcionaban bien, los espectadores dejaban de verlas cuando se emitían por antena. El invento de Douglass sirvió para transmitir al espectador esta impresión de estar viendo la comedia con más gente sentada en el público y ayudar a engancharlo. Por cierto, también según Carr y Greeves, las primeras risas enlatadas proceden de una grabación de un espectáculo de Marcel Marceau: al tratarse de un mimo, no había riesgo de que se colara alguna frase del cómico. Sin embargo The Verge recoge que Douglass mantuvo muy en secreto el contenido de su máquina, que incluía 320 tipos de risas y aplausos diferentes.
Es decir, en ocasiones, las risas enlatadas han ayudado a la comedia. Esto tiene su base psicológica: Robert Provine, autor de Curious Behavior ("Comportamiento curioso"), escribe que nos reímos 30 veces más en grupo que a solas. En Ja. La ciencia de cuándo reímos y por qué, el neurocientífico Scott Weems cita varios experimentos que van en la misma dirección: reímos más cuando estamos viendo algo gracioso acompañados de alguien que también se ríe. También si “estamos rodeados de amigos" y no de desconocidos. Y “cuanto mayor sea la audiencia, más veces reiremos de forma compartida”. Incluso bastan que nos digan que un amigo está en otra sala y se está riendo con lo mismo para que aumente nuestra respuesta al humor.
Eso sí, si nos dicen que las risas de fondo son enlatadas, en lugar de procedentes del público, pierden efecto. Pero incluso así pueden ser más efectivas de lo que parece. Por ejemplo, otro estudio de 2019 mostraba que las risas enlatadas mejoraban la recepción de los chistes malos. De hecho, oír risas grabadas puede provocar que te rías. Por sí solas. Sin chiste. En un experimento de Provine, hasta el 90% de los participantes al menos sonreían al escuchar carcajadas grabadas.
La guerra contra risas en lata
A pesar de su presencia constante en las comedias de los 70, 80 y 90, y de toda esta base que puede explicar, al menos en parte, su uso, las risas enlatadas casi nunca han tenido buena fama. Mash, por ejemplo, una comedia con bastante carga dramática, se estrenó en 1972 con estas risas. Como explica Ken Jennings en su libro Planet Funny, el creador de la serie, Larry Gelbart, se oponía a ellas. Y no sin razón: no entendía de dónde salía el público en una serie que transcurría en la guerra de Corea. Logró arrancar un acuerdo con la cadena, CBS: no habría carcajadas en las escenas en quirófano. También hubo unos cuantos episodios que pudieron rodar y editar sin estos añadidos. La edición en DVD incluía la posibilidad de eliminarlas, aunque también quedaban esos silencios incómodos después de una de las muestras de ingenio de Alan Alda.
Un artículo ya de 1992 del Chicago Tribune sobre las risas enlatadas recordaba que cuando una comedia se estrenaba sin ellas, su ausencia se comentaba como una gran novedad. Ejemplo: Doogie Houser (Un médico precoz). El artículo habla también de Los Simpson: uno de los creadores, Sam Simon, opinaba que pudieron estrenar la serie sin ellas porque, al ser una serie animada, la cadena no prestó atención. Pero no pudieron hacer lo mismo Larry David y Jerry Seinfeld con Seinfeld: el programa se grabó con público... y risas enlatadas para cuando el público no respondiera (o para las escenas sin público).
En España también se han oído risas enlatadas, aunque no han sido muy frecuentes. Por ejemplo, las había en Hermanos de leche y en Aída. 7 vidas se grababa con público en directo y, según su productor, esas son las que se oyen. Pero no hay risas grabadas en Camera Café, Aquí no hay quien viva ni La que se avecina. Pott explica que se trata de un recurso propio de un formato muy estadounidense. De hecho, no siempre han funcionado bien cuando se han llevado a una comedia española. Pone el ejemplo de Museo Cononut, donde las risas no encajaban con el humor surrealista de los chanantes.
Hoy en día ya parecen estar en retirada. Su presencia en series de mucho éxito, como Dos hombres y medio o The Big Bang Theory (ambas ya canceladas), va quedando más como una excepción que como una norma. Pott cree que este el formato clásico de sitcom puede volver, pero probablemente muy cambiado, sin la restricción habitual de espacios y sin esas risas grabadas. De hecho, ni siquiera El joven Sheldon, spin-off de The Big Bang Theory, usa carcajadas falsas. En fin, siempre nos quedará “bazinga”. (Risas. Aplausos).