Hubo un tiempo –un tiempo bastante largo, 10 años- en el que era posible ver en la televisión pública con periodicidad semanal y acompañadas de una tertulia sobre sus entresijos películas como Alguien voló sobre el nido del cuco, Yojimbo o Vidas rebeldes. El pasado mes de febrero se cumplieron 20 años del estreno de ¡Qué grande es el cine!, el programa que entre 1995 y 2005 forjó el gusto y carácter cinéfilo de una buena parte de los espectadores. Aprovechamos esa fecha tan redonda para recordar las virtudes y achaques de ese hito televisivo.
Casi 500 películas, empezando con El buscavidas y terminando con Fresas salvajes, fueron emitidas en el programa dirigido y presentado por José Luis Garci en la 2 de Televisión Española. Las audiencias nunca fueron masivas: contaban con una media de 500.000 espectadores y picos ocasionales de hasta un millón, pero esas cifras no importaban demasiado porque estaban haciendo lo que una cadena pública debe hacer: difusión cultural ajena a las audiencias que a la vez conseguía convocar a un público fiel que se convirtieron en fans y una década después siguen añorando el programa.
El formato era sencillo: empezaba por una presentación breve de la película en plató, se emitía el filme y se daba comienzo a la tertulia, en la que tras un breve apunte histórico sobre el año de la producción los invitados procedían a diseccionarla. Estos invitados eran nombres recurrentes como Eduardo Torres Dulce, Juan Miguel Lamet, Miguel Marías o Antonio Giménez Rico. De hecho, una de las críticas recurrentes al programa, sobre todo durante su etapa final, era la falta de mujeres en los coloquios: solo Clara Sánchez o Beatriz Pérez de Aranda aparecían de vez en cuando entre los sospechosos habituales, y en ocasiones se respiraba cierta condescendencia hacia ellas por parte de alguno de los invitados.
Era el feudo de Garci, que hacía lo que quería; invitaba a sus amigos y emitía las películas que él mismo seleccionaba, pero siempre alentado por algo que jamás se le podrá reprochar al director: un amor desmesurado por el cine y una pasión por su divulgación –a través de este programa o su revista Nickel Odeon-. “Valoro muchísimo su componente divulgativo: a finales de los noventa, muchos espectadores de cine en formación podíamos acceder a clásicos sólo gracias a ¡Qué grande es el cine!", explica Noel Ceballos, crítico cultural, a Verne. "El programa me descubrió muchas películas fundamentales, como Drácula de Todd Browning, Ladrón de bicicletas o Reservoir dogs. Ninguna de ellas estaba en el videoclub, que era mi única manera de ver clásicos por aquel entonces. Es posible que fuera el último hurra por una televisión pública que verdaderamente tenía un compromiso con el cine y con la cultura”.
En el programa de Es Radio Cowboys de medianoche del 13 de febrero, (a partir del minuto 58), Garci rememora sus años al frente de ¡Qué grande es el cine!:
- “Es de las pocas cosas a lo largo de mi vida de las que me siento orgulloso. Creo que su cancelación es de los errores más grandes de televisión española”.
- “Solo fallamos con una película: la embajada de la India no nos quiso dejar el trabajo de Satyajit Ray, tampoco pudimos poner el Sócrates de Rossellini, porque había problemas con la Rai”.
- “No importaba la audiencia: teníamos que poner El río de Renoir, la poníamos y al final a la gente le gustaba. Recuerdo cuando sacamos Ordet de Dreyer, La palabra, un lunes de Semana Santa y la vieron un millón de personas, más gente de la que hay en Dinamarca. Aunque creo que el mayor éxito lo tuvimos una víspera de Navidad con Robin de los bosques”.
- “El programa era maravilloso y hubiera podido seguir porque costaba dos duros. Sobre todo era la gente que lo hacía: yo daba la entrada, pero lo fundamental eran ellos que no eran pedantes, hablaban de modo llano y transmitían muy bien su entusiasmo por el cine. Estaba abierto en el sentido de que allí había directores generales del PSOE, gente de una mentalidad más de derechas… Estaba abierto a todo el mundo”.
- “El motivo por el que suspendieron el programa era que televisión española quería gente joven y guapa, cosa que no éramos ninguno de los que estábamos allí.”.
Tras su cancelación, el programa mutó en el casi gemelo Cine en blanco y negro en Telemadrid, también finiquitado. Hoy subsiste en una encarnación bastante más errática y caótica en el ya citado programa de Es Radio Cowboys de medianoche, donde Luis Herrero intenta que Garci, Luis Alberto de Cuenca, Eduardo Torres Dulce y Chencho Arias se centren en el cine y no se pierdan por las ramas de la digresión eterna. Los coloquios nunca fueron distribuidos por Televisión Española pero un grupúsculo de fans irredentos se han encargado de recopilarlos y subirlos a internet, donde son fácilmente localizables.
“No estoy tan seguro de si deberíamos reivindicar la segunda parte, las tertulias. No había pluralidad de opiniones y se daba una versión de la historia del cine excesivamente anglocéntrica. Creo que contribuyeron a fomentar un cierto conservadurismo, por no decir un sesgo ideológico, en muchos cinéfilos en formación, precisamente los mismos que hoy se las vuelven a ver en YouTube o las descargan en formato podcast. Ahora el programa es retro, nostálgico e inofensivo. Supongo que es ley de vida", prosigue Noel Ceballos.
¿Qué era, en definitiva, ¡Qué grande es el cine!? Una rareza cuya pervivencia durante una década en el convulso panorama televisivo patrio puede considerarse casi un milagro, un formato que consistía básicamente en un cinefórum grabado que por su naturaleza antitelevisiva difícilmente encontraría su sitio hoy; un capricho personal al que mil objeciones podrían hacérsele pero, y esto es importante, un hito cultural necesario. La pregunta es, ¿sería necesario hoy? En tiempos de vacas flacas TVE recupera películas clásicas con frecuencia y existen programas de cine en La 2 como Versión española, pero no son lo mismo. Hay canales temáticos (como TCM) dedicados en exclusiva a la difusión de obras clásicas, pero son de pago y no generalistas ni accesibles para cualquiera.
Fue precisamente esa parte del debate –la que peor ha envejecido y en la que más ranciedad puede encontrarse- la que ayudó a buena parte del público a entender que el análisis de una obra cinematográfica iba más allá de su simple visionado. Era un análisis muy concreto, con querencia por ciertos códigos y géneros, androcéntrico, probablemente pasado de moda, pero estaba ahí y su mera presencia supuso una diferencia. Hoy, se puede acceder a esas películas de muchas maneras (ilegales incluidas), pero el espacio de debate, aprendizaje y escuela lo ocupan los foros y páginas de ese marasmo opinativo que es internet. Espacio donde también se pueden encontrar, naturalmente, horas de archivo de ¡Qué grande es el cine! a los que volver una y otra vez con nostalgia impenitente pero a los que precisamente gente como Garci y muchos de sus espectadores de aquel momento permanecerán ajenos porque sencillamente, no forman parte de su mundo.
No habrá nunca algo parecido a ¡Qué grande es el cine! y ya no hace falta que lo haya. Existen infinitas alternativas pero precisamente muchos de los que más lo añoran nunca accederán a ellas.
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