De qué hablamos cuando decimos felicidad

La ONU instaura el día de la felicidad el 20 de marzo

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Si existe el día internacional del agua, el del libro, el de la limpieza de playas o el día meteorológico mundial (el lunes próximo, por más señas), ¿cómo no íbamos a tener un día internacional de la felicidad? Al fin y al cabo, como dejó dicho el novelista R.L. Stevenson, no hay deber que infravaloremos tanto como la tarea de ser felices. Naciones Unidas promueve la jornada con un vídeo en el que su sonriente Secretario General, Ban Ki-moon nos recuerda la importancia de esta tarea en seis idiomas, mientras suena Happy de Pharell Williams.

“La búsqueda de la felicidad es una meta fundamental”, dice la ONU en su web. Suena bien, aunque muchos nos quedemos rascándonos la cabeza. ¿A qué nos referimos, exactamente, cuando hablamos de felicidad? ¿Hablamos de una casa más grande, tecnología de última generación, cenas en DiverXO? No, claro que no, aunque es difícil resistirse a la famosa cita de Woody Allen: “El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia”. Hoy hay más especialistas en felicidad que habitantes tiene Luxemburgo (basta echar un vistazo a los libros donde la palabra aparece en el título) así que las aproximaciones al tema que elaboramos más abajo son, además de someras, altamente subjetivas.

La ciencia de la felicidad

La buena vida consiste en obtener una felicidad auténtica empleando tus fortalezas características todos los días en los principales ámbitos”.

Martin Seligman, padre de la psicología positiva, en su libro La auténtica felicidad

GETTY IMAGES

¿Acaso existe una ciencia de la felicidad? La psicología positiva –una rama de la psicología que se centra en cualidades como el optimismo, el humor o la resiliencia– se atreve a medir lo que, hasta su irrupción, se tomaba como un imponderable. Según explica Gonzalo Hervás, profesor de psicología de la Universidad Complutense, estas mediciones tienen similar fiabilidad a las que evalúan factores como la personalidad o la inteligencia. En línea con esta idea, Hervás considera apropiado dedicarle un día, tal que hoy, a la felicidad. “El asunto tiene un enfoque individual pero también una dimensión pública, en torno a la cuestión de en qué medida nuestras sociedades están permitiendo que la gente sea feliz. Poner el foco en la felicidad implica poner la atención en algo positivo y deseable”, señala. Y ya puestos a medir, un dato: España ocupa el lugar 38 en la encuesta internacional de Gallup, que también refleja una disminución en la percepción de la felicidad de los españoles con respecto a años anteriores.

En la olla donde se cuece la felicidad, al menos de acuerdo a los principios de la psicología positiva, Hervás arroja ingredientes como estos: una relación sana y honesta con uno mismo, relaciones interpersonales saludables, sensación de autonomía y sensación de sentido vital. Por el contrario, un materialismo excesivo, estar demasiado centrados en dispositivos tecnológicos que reducen la capacidad de reflexión y la inestabilidad profesional son algunos de los factores que influyen negativamente en la felicidad. “La crisis genera estrés a nivel familiar y esto también se traslada a los hijos. La crisis de hoy está poniendo las bases para los problemas psicológicos a los que se enfrentarán los niños”, señala el profesor.

La felicidad de tomar conciencia

La búsqueda de la felicidad no consiste en observar la vida con gafas de color rosa, o blindarse al dolor y las imperfecciones en el mundo. Tampoco es la felicidad un estado de exaltación que ha de perpetuarse a toda costa; es el expurgar las toxinas mentales como el odio y la obsesión que literalmente envenenan la mente”

Matthieu Ricard, monje budista

Ricard es, como se sabe gracias a la publicidad tan infatigable como cuestionable de Coca-Cola, el hombre más feliz del mundo. Pero su herramienta básica para potenciar la felicidad no es otra que mindfulness o atención plena, la capacidad de prestar atención al momento presente de forma deliberada y sin juzgar. “En Occidente creemos que felicidad es estar en euforia constante. Pero el mindfulness nos ayuda a ver la felicidad en la serenidad, en estar a gusto con uno mismo y apreciar el aquí y el ahora”, señala el psicólogo Iago Taibo.

Igualmente importante, el mindfulness, que cada vez goza de más difusión y prestigio en España gracias a las evidencias científicas que muestran sus beneficios en el campo de la terapia y del crecimiento personal, permite conectar con el agradecimiento, “probablemente la fortaleza que más influye en la felicidad”, señala Taibo. “La realidad es que casi todos nosotros tenemos muchas más condiciones de felicidad que de infelicidad”. La atención plena, por otra parte, facilita el conocimiento de uno mismo. “Llevar una vida coherente con ese conocimiento y que tenga en cuenta las fortalezas, virtudes y valores es fundamental”, sostiene el experto.

El concepto de fluir

Sólo estando totalmente inmersos en cada detalle de nuestras vidas, ya sea bueno o malo, es como encontraremos la felicidad, no tratando de buscarla directamente”

Mihaly Csikszentmihalyi en su libro Fluir

El concepto de flow (o fluir) que Csikszentmihalyi popularizó tiene que ver con el disfrute, el control y la sensación de competencia. “La persona se concentra tanto que pierde la noción del tiempo y tiene sensación de satisfacción”, apunta Hervás. “Es algo que se puede ir desarrollando en el trabajo, en casa, pero que requiere esfuerzo. Solo las personas que están comprometidas con la vida y que se esfuerzan la pueden conseguir”. ¿Qué significa esto? Que quizás cuando llegas a casa puedas alcanzar este estado de flow leyendo un libro o tocando un instrumento, sin embargo, después de un largo día de trabajo son muchos los que optan por enchufarse a la tele. “La idea de felicidad como algo que llega sin más es incorrecta”, prosigue Hervás. “Implica tener metas importantes, esfuerzo, y también la capacidad de disfrutar de la vida”.

La felicidad, ese proyecto

La creencia de que la infelicidad es altruista y la felicidad es egoísta es errónea. Es más altruista ser feliz. Conlleva energía, generosidad y disciplina, mostrar siempre desenfado, aunque todo el mundo subestime a la persona feliz”

Gretchen Rubin, autora de Proyecto Felicidad

Es imposible dar un paso por Facebook sin encontrarse listas y listas de trucos para ser el más feliz del barrio, la mayoría tan trillados e ingenuos que lo que causan es más pereza que felicidad. A pesar de ello, hay proyectos que reúnen inspiración e información valiosa. Es el caso, por mencionar sólo un par de ejemplos, de ZenHabits, que apuesta por la vía del minimalismo, o Proyecto Felicidad, de Gretchen Rubin. Rubin insiste en que no hace falta estar a bordo de un yate en el Caribe sorbiendo una margarita para ser feliz. “Salí en mi intrépida búsqueda hacia la verdad, la felicidad sin abandonar mi vecindario”, señala Rubin. Cuando se tienen las necesidades básicas cubiertas, cree que el principal obstáculo suele ser uno mismo: “Quería sentir más gratitud y dejar de quejarme”. El primer “mandamiento” de Rubin: ser uno mismo, aceptar nuestras limitaciones y construir una vida que tenga en cuenta la verdadera naturaleza de cada persona. Nada nuevo bajo el sol, desde luego. La felicidad puede que esté en la sencillez, pero no es tan fácil ser sencillo.

¿Significado o felicidad?

La felicidad es la experiencia diaria de una vida con sentido”

Max Strom, conferenciante y autor de No hay apps para la felicidad

Esta disyuntiva suele conducir a Viktor Frankl, el psiquiatra austriaco que en El hombre en busca de sentido, un súper ventas que refleja su experiencia en un campo de concentración nazi -donde perdió a su mujer embarazada y a la mayoría de su familia- concluyó que la diferencia entre aquellos que fueron capaces de sobrevivir y los que no pudieron soportar la terrible experiencia en última instancia radica en el significado. Esto es, aquellos que encontraron un sentido a la vida, incluso en las circunstancias más extremas, mostraron mayor capacidad de encajar el sufrimiento. “Todo puede robársele a un hombre menos una cosa. La última de las libertades humanas: elegir una actitud en una serie de circunstancias”. ¿No podemos cambiar la situación? Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.

En tiempos más recientes, nuevos estudios sugieren que una vida con sentido y una vida feliz coinciden en algunos puntos, pero en última instancia pueden ser muy diferentes. De acuerdo con estas investigaciones, la felicidad sin significado caracteriza una vida bastante superficial, e incluso egoísta, en la que las cosas van bien, las necesidades y los deseos se satisfacen fácilmente, y los problemas difíciles se evitan. “El sentido vital es irrenunciable”, apunta Hervás. “Cuando eso falta, es difícil sentirse feliz. La felicidad tiene más que ver con una vivencia equilibrada de ingredientes de protección y estabilidad; sentirnos unidos y pertenecientes al grupo; y sentirnos útiles y necesarios… La felicidad es como una receta de cocina. Tiene que haber un equilibrio en los ingredientes para que el resultado final sea satisfactorio”.

La última utopía

Todos los caminos parten de la emoción y conducen a la emoción. Roma no es más que una simple parada”

Gabriel Okoundji, poeta, en El Atlas de las Utopías

“Buscar la felicidad con ansiedad es la mejor vía para ahuyentarla”, dice Hervás. La versión poética llega de la mano del poeta y psicólogo Gabriel Okoundji, que recuerda que la felicidad es la utopía por excelencia. Se encuentra tan cerca de nosotros que nos cuesta horrores reconocerla. Lo ilustra con una leyenda hindú que cuenta que, en otro tiempo, todos los hombres eran dioses. Abusaban tanto de su divinidad que Brahma, el dios creador, decidió quitarles el poder divino y esconderlo en un lugar donde les sería imposible encontrarlo. El gran problema fue elegir un escondite. La asamblea de dioses menores, convocada para resolver el problema, propuso enterrar la divinidad del hombre bajo tierra. Brahma respondió: “No, eso no sería suficiente, pues el hombre cavaría y al final la encontraría”. Entonces, la asamblea contestó: “En ese caso, arrojemos su divinidad al más profundo de los océanos”. Pero Brahma respondió de nuevo: “No. Tarde o temprano el hombre explorará las profundidades de los océanos y seguro que un día la encontrará y la devolverá a la superficie”. La asamblea llegó a la conclusión de que no parecía existir un lugar al que no pudiera llegar el hombre. Así pues, Brahma decidió esconder la divinidad del hombre en lo más profundo de su ser, pues pensó que era el único lugar donde este jamás buscaría. Desde entonces, concluye la leyenda, el hombre explora, escala, estudia, cava y se sumerge en busca de algo que reside en él mismo.

¿Dónde reside, pues, la felicidad del hombre? El poeta responde así: “En el cercado abierto de su corazón, y en ninguna otra parte”.

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