La revista de los domingos del New York Times hizo una encuesta entre sus lectores preguntando si matarían a Hitler cuando aún era un bebé, en caso de poder viajar en el tiempo. El 42% dijo que sí y el 30%, que no, con un 28% contestando que no estaban seguros.
We asked @nytmag readers: If you could go back and kill Hitler as a baby, would you do it? (What's your response?) pic.twitter.com/daatm12NZC
— NYT Magazine (@NYTmag) octubre 23, 2015
La encuesta, parte de su sección de preguntas a los lectores Dear Reader, llevó a miles de tuits (muchos de ellos humorísticos y otros criticando que la única alternativa fuera asesinar a un bebé) y a varios artículos retomando el tema, que es un clásico tanto de los viajes en el tiempo como de los dilemas morales: “Todo el mundo mata a Hitler en su primer viaje”, como escribía Desmond Warzel en su relato Wikihistory. O evita que sus padres no se conozcan. O favorece su ingreso en la Academia de Bellas Artes de Viena.
Este artículo de Io9 da un repaso a qué ocurre, según la ciencia ficción, cuando intentamos matar a Hitler. En el caso del relato de Warzel, hay que evitar que muera porque si no, no llegaríamos a desarrollar los viajes en el tiempo. Hay más versiones: Adolf Hitler en realidad es un bebé adoptado después de que un viajero en el tiempo asesinara al Adolf Hitler original (el episodio Cradle of Darkness, de la serie The Twilight Zone); los guardaespaldas de Hitler matan a todos los viajeros del tiempo que se acercan a él (en el webcomic Subormality), e incluso el hecho de intentar asesinar a Hitler es lo que le convierte en un dictador cruel y sanguinario (The Primal Solution, de Eric Norden). Vaya, que no suele salir bien.
Además, están los problemas clásicos de los viajes en el tiempo: ¿y si en realidad creamos un universo paralelo? ¿Y si la historia se corrige a sí misma y no sirve de nada matar a nadie? ¿Y si es tu viaje en el tiempo lo que acaba provocando el ascenso al poder de Hitler?
Por otro lado está el dilema moral, ejemplificado en el breve relato humorístico de Simon Rich:
En cuanto terminé de construir mi máquina del tiempo, viajé a 1890 a matar a Hitler antes de que cometiera sus horribles crímenes. Esta es la conversación que tuvo lugar después.
MUJER: Oh, dios mío, has matado a un bebé.
YO: Sí, era Hitler.
MUJER: ¿Quién es Hitler?
YO: Es complicado.
MUJER: ¡Agente, este hombre acaba de matar a un bebé!
Claro, nosotros sabemos quién es Hitler y qué hizo, pero en 1890 sólo era un bebé. El dilema también lo muestra el bestseller de Ira Levin de 1976 (y la posterior película de 1978), Los niños del Brasil: ¿qué hacemos con 94 clones de Hitler? ¿Son niños o futuros dictadores? ¿Los matamos porque la genética es muy traicionera o confiamos en que los educarán razonablemente bien?
En The Atlantic, Matt Ford escribió un artículo a raíz de la encuesta del NYT Magazine en el que recuerda que Hitler era un producto de su tiempo y no un suceso aislado: “Quedarnos solo con el papel de Hitler en el Holocausto supone correr el riesgo de ignorar a los miles de participantes que ayudaron a llevarlo a cabo, tanto dentro de Alemania como a lo largo de Europa, y en las fuerzas sociales y políticas que lo precedieron”. Es decir, sin Adolf Hitler, es muy probable que hubiera habido guerra y matanzas, teniendo en cuenta la situación de Alemania y el antisemitismo en Europa.
Janet D. Stemwedel coincide en un artículo publicado en Forbes y además añade lo siguiente: si matas a este bebé, “que no ha hecho nada malo y sobre el que no hay ninguna garantía de que cometerá los horrores que esperas prevenir, ¿no estás usando la misma lógica que justifica los exterminios en masa?”. Matar a un bebé Hitler te convierte en alguien tan malo como Hitler.
No sólo eso. La alternativa podría ser incluso peor. Tal y como recordaba Dean Burnett en un artículo de The Guardian publicado en 2014, no olvidemos que Hitler perdió la guerra. Su sustituto podría haberla ganado. Otro ejemplo: Stephen Fry narra en su novela Making History cómo, después de que un viajero en el tiempo convirtiera al padre de Hitler en estéril, surgía un nuevo líder en la Alemania de los años 20 y 30, igual de cruel, pero más efectivo y carismático. También con holocausto.
Es decir, quizás los viajeros en el tiempo colocaron a Hitler al frente de Alemania como mal menos.
El dilema del tranvía, pero con nazis
Al final se trata, como escribe Ford, de una versión extrema del clásico dilema moral del tranvía. Se trata de estos tres escenarios (con algunas variantes). Cito este artículo de Scientific American:
Un tranvía corre fuera de control por una vía y si nadie interviene golpeará y matará a cinco personas.
1. El conductor podría cambiar de vía y pasar por otra en la que hay una persona. ¿Debería hacerlo?
2. El tranvía no tiene conductor, pero tú lo estás viendo. ¿Deberías apretar un interruptor para que cambiara de vía y golpeara a este hombre?
3. Estás viendo la vía desde un puente. Podrías parar el tranvía empujando a un tipo muy grande que está a tu lado y que lo pararía con su cuerpo (muriendo, claro) antes de que golpeara a esas cinco personas. ¿Lo harías?
La mayor parte de la gente contesta que sí a las dos primeras preguntas y que no a la última, a pesar de que, si lo miramos fríamente, en los tres casos estamos sacrificando una vida a cambio de otras cinco.
El escenario tiene sus limitaciones (y sus parodias), sobre todo porque es irreal y probablemente podríamos avisar a esas cinco personas de algún modo. Pero muestra que el hecho de empujar a una persona despierta emociones más fuertes que apretar un botón y que las matemáticas no son lo único que tenemos en cuenta a la hora de tomar una decisión moral.
Es decir, ¿arrojarías a Hitler desde lo alto de un puente?
Yo no. Pero no porque le tenga ningún aprecio al dictador, sino simplemente porque viajar al pasado “parece estar prohibido por las leyes de la física”, como escribían en Materia.
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