Escribe unas líneas de código. Date un chapuzón. Inicia una vídeo conferencia. Sorbe tu piña colada. Una secuencia de eventos de lo más habitual en el mundo de Stuart Jones, fundador de Coworkation (la unión en inglés de los términos co-trabajo más vacaciones). “Trabajo y vacaciones ya no son conceptos mutuamente excluyentes”, asegura mientras remoja los pies en una piscina en lo alto del parque natural del Montseny (Barcelona). Jones está convencido de que la visión del trabajo como castigo está pasada de moda, que lo que se impone está en el polo opuesto de la representación clásica, en la que Sísifo está condenado a empujar durante toda la eternidad un pedrusco gigante montaña arriba sólo para que vuelva a caer rodando hasta el valle una y otra vez.
En el caso que nos ocupa, no son piñas coladas sino copas de vino blanco lo que sorbemos mientras Jones imparte este taller. “Muchos de nosotros nos pasamos la vida haciendo, pero se nos olvida frenar para reflexionar hacia dónde vamos”, indica. Este australiano residente en Barcelona asegura que la productividad y la creatividad se disparan cuando uno cambia el cubículo por un entorno paradisíaco como el que ofrece el monasterio restaurado en el que se desarrolla este co-workation en el ámbito rural, al que seguirán otros en un crucero por las Baleares, en Bali (Indonesia) o en Tailandia. Su lema: “Gente inspiradora en lugares inspiradores hacen cosas inspiradoras”. El vino ayuda a comprenderlo mejor.
La fórmula del teletrabajo está con nosotros desde hace muchos años; lo novedoso es que esta y otras empresas lo conviertan en un negocio que florece al calor de tendencias como favorecer las experiencias frente a las posesiones (una de las piedras angulares del minimalismo) y algunos conceptos clave de mayor o menor peso, entre los que se encuentran los nómadas digitales (personas que tienen como principal objetivo viajar); el movimiento de la localización independiente (la habilidad de vivir donde uno quiere); los knowmads (el neologismo para designar a “nómadas del conocimiento” caracterizados por su flexibilidad para trabajar en cualquier lugar y cualquier momento) o el lifestyle design (diseñar tu propio modelo de vida). “Nos encontramos ante un cambio de toda la sociedad. No se trata de viajar. Se trata de ser libres”, sostiene Jones.
El fenómeno se apoya, por otro lado, en una tecnología que permite trabajar desde cualquier lugar del mundo con la única condición de que haya un buen acceso a la red. Por otro, en un mundo globalizado con ciclos de trabajo ininterrumpidos y la conciencia cada vez más extendida de que la reducción del “presentismo” incrementa la productividad y, de paso, contribuye a reducir el consumo energético. “Los resultados mejoran cuando sales de tu rutina y te sitúas en un lugar que te inspira. Eso de quedarte sentado en una silla durante cuatro horas en una oficina no funciona si lo que buscas es tomar decisiones y encontrar inspiración“, apunta Jones, cuyos retiros incluyen talleres para, entre otras cosas, fomentar la creatividad y ayudar al crecimiento profesional de cualquiera que se encuentre en un momento de cambio.
"La buena vida cuesta menos y vale más"
“Es un cambio masivo en la forma en que vivimos y trabajamos”, resume Diana Moret, fundadora de Pandorahub, una iniciativa para canalizar profesionales independientes hacia zonas rurales de España con poca población. “Cada vez resulta más difícil lograr una calidad de vida aceptable en la ciudad. Conciliar la vida personal y profesional parece un privilegio de pocos. Creemos que se puede vivir bien y trabajar mejor combinando la vida y necesidades de la ciudad con el entorno rural. Que la buena vida cuesta menos y vale más fuera de las ciudades y que, para aquellas personas con necesidad de un cambio profesional, resulta mucho más fácil encontrar la inspiración para reinventarse en la naturaleza”, señala.
Las propuestas no faltan. Coworkstation trabaja mano a mano con Codino (Comunidad de nómadas digitales en Barcelona). Más allá de nuestras fronteras, la web de Coworking Visa incluye un mapa del mundo con una lista de cientos de espacios de co-trabajo, algunos de los cuales ya ofrecen opciones residenciales. Tomemos el ejemplo de The Surf Office, con oficinas en Gran Canaria y California, que ofrece a sus clientes –emprendedores de Silicon Valley en su mayor parte- trabajar entre ola y ola; o Tribe Wanted, uno de las propuestas pioneras con espacios en Fiji, Umbría (Italia), Bali o Papúa Nueva Guinea.
El público de estos talleres es variado, aunque no suelen faltar emprendedores, freelancers y, en general, gente en busca de inspiración. Al retiro del Montseny, que se celebró a principios de septiembre, acudieron emprendedores como el francés Samuel Michelot, desarrollador de aplicaciones en busca de un cambio de aires, o Michal Dziewonski un traductor interesado en hacer contactos y tomarse un respiro de una ocupación muy solitaria. Claudia Mostera, de Barcelona, llegó al monasterio rehabilitado en busca de inspiración para desarrollar su idea de negocio en torno a la cosmética ecológica.
Para que la tendencia llegue al público general, no obstante, hay importantes escollos. En primer lugar, aunque técnicamente sea posible llevarse al bebé a cuestas, estas fórmulas no combinan bien con la vida familiar y no son baratas, al menos, las versiones organizadas. Y por supuesto, hace falta que uno pueda ganarse la vida con el ordenador. Jones, el australiano, alude a una conocida cita de Richard Branson, el magnate inglés fundador de Virgin: “No distingo el trabajo como trabajo y el juego como juego. Todo es vivir”. Si fuera tan fácil.
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