Si el 2016 ha sido un annus horriblis para ti (además de ser un año que salió al revés para el mundo) las tentaciones de esconderlo debajo de la alfombra y pasar página rápidamente como si no hubiera pasado nada puede que sean grandes. Y, sin embargo, conviene recordar la rotundidad con la que Sócrates advertía que “una vida no examinada no merece la pena ser vivida”. No es que ese día el filósofo se levantase con mal pie. El conocimiento de uno mismo –incluidos, por supuesto, errores y meteduras de pata– sigue siendo, entonces como ahora, la piedra angular sobre la que se apoya nuestro bienestar emocional y felicidad.
Es necesario pararse a pensar y hacer memoria de todo lo pasado y vivido en los últimos doce meses. Eso sí: analizar los errores cometidos a lo largo del año únicamente tiene sentido desde el punto de vista del aprendizaje, sostiene Miriam Ortiz de Zárate, psicóloga y directora del Centro de Estudios del Coaching, en Madrid. “Cuando miramos el pasado de forma crítica, con la intención de aprender de la experiencia y no repetirla en el futuro, lo que a menudo nos encontramos, paradójicamente, es que los viejos patrones de comportamiento vuelven una y otra vez”.
Ese análisis compasivo es el paso previo necesario para poner el contador a cero, lo que nos permitirá empezar el año con frescura. Para ello, Ortiz sugiere identificar algo que deseemos dejar ir y buscar la manera de honrarlo y darle un buen final. “Podemos escribir una carta al rasgo de personalidad o comportamiento que queremos dejar atrás, por ejemplo, agradeciendo el tiempo que nos ha acompañado y reconociendo en qué situaciones nos fue útil”.
Naikan y meditación
Óscar Martínez Zulueta, psicólogo y experto en mindfulness con sede en Vitoria, cree que la observación de nuestra vida utilizando las herramientas de la atención plena nos ayudará a ser más conscientes de cómo funcionamos. Eso nos permitirá tomar distancia sin dejarnos llevar por las reacciones emocionales y evitaría que nos afectara este análisis de fin de año.
Para hacer ese repaso, Martínez Zulueta recomienda hacerse las tres preguntas que estructuran Naikan, una forma de introspección meditativa procedente de Japón que ayuda a comprender mejor los procesos mentales más allá del cacareo constante de nuestra mente:
Lo fundamental aquí es que la herramienta permite observar los hechos, no las interpretaciones de las cosas, apunta Martínez Zulueta: “Si empezamos a dar vueltas a juicios e interpretaciones, a cómo nos hemos sentido... nos podemos perder. Pero Naikan ayuda a ver la realidad y darte cuenta de que recibes bastante más de lo que das”.
El psicólogo cree que, mientras la psicología occidental tiende a verlo todo en función de los problemas que nos han causado los otros –en el trabajo, en nuestras relaciones familiares – pocas veces nos paramos a pensar en lo que hacemos nosotros al mundo. “Pensamos poco en los problemas que causamos a los demás. Este es un ejercicio que nos ayuda a salir de nuestro egocentrismo, y también ver las cosas positivas. Te lleva a desarrollar un sentimiento profundo de gratitud al darnos cuenta de todo lo que recibimos”.
Zulueta, no obstante, cree que hay situaciones –si se ha sufrido una pérdida muy dolorosa, o uno ha estado dando vueltas a la cabeza sin parar en torno a un problema, por ejemplo– en las que conviene mirar hacia adelante y dejar el pasado atrás. “Uno mismo tiene que decidir cuál es la opción más adecuada, pero siempre es interesante buscar nuevas maneras de hacer las cosas y centrarse en aspectos de la realidad diferentes a los que estamos acostumbrados a mirar”.
Analizar para tomar perspectiva
Isabel Aranda, doctora en psicología organizacional y coach, cree que el repaso al año es la mejor forma de tomar perspectiva, hacernos cargo de nuestras experiencias, aprender y fortalecernos mentalmente. Para Aranda, el modo ideal de realizar este análisis es escribiendo, dibujando o a través de la expresión corporal: es decir, sacándolo de la cabeza y proyectándolo fuera. Puede ser de una forma metafórica (dibujando un cuadro de cómo ha sido el año, por ejemplo), o algo más conceptual, para lo cual el lápiz y papel son muy útiles.
El ejercicio que propone Aranda consiste en trazar dos columnas. En la primera, anotar los hechos y en la otra cómo nos sentimos con ellos. “Esto nos ayudará a liberamos del posible peso que tengan pero también nos da oportunidad de coger perspectiva y reestructurar las experiencias, darles otro sentido o relativizarlas. Muchas veces creemos que todo ha ido muy mal pero si hacemos un listado de buenas experiencias del año, vemos que superan a las negativas o que al menos son muy cuantiosas”.
Equilibrio entre lo bueno y lo malo
La clave aquí es que el sufrimiento no tiene que ver con los hechos como tales sino con la interpretación que hacemos de ellos. “Al tomar consciencia de cómo han ido las cosas y cómo yo las he interpretado gano en madurez y capacidad de acción”, señala Aranda.
No se trata de hacer volar la mente al realizar este balance, ya que ello nos llevaría a menospreciar nuestros éxitos, cree el psicólogo Xavier Savín. “Tendemos a recordar con mayor intensidad los sucesos desagradables”, piensa Savín, que cree que una sola mala experiencia suele ser suficiente para empañar los recuerdos asociados a un viaje, una relación o un trabajo. Para evitarlo, debemos buscar información objetiva como, por ejemplo, hacer una lista de cuántos lugares hemos visitado, qué personas interesantes hemos conocido o qué proyectos hemos conseguido.
“Es fundamental tener en cuenta que los objetivos no cumplidos a menudo esconden éxitos importantes”, señala Savín. Por ejemplo: me propuse superar un examen de inglés y aunque suspendí, ahora soy capaz de hacerme entender; o quería trabajar por mi cuenta y aunque no ha sido posible, he conseguido salir de mi zona de confort, he conocido gente y me he puesto a prueba.
“Nuestra autoestima no depende de lo que te ha sucedido este 2016, depende de lo que eres capaz de recordar sobre lo sucedido”. De forma similar opina la psicóloga Nuria Costa, que cree que solemos ser muy conscientes de lo que ha ido mal, pero más que detenernos a reflexionar en por qué, solemos proyectar hacia el futuro. Costa cree que es aconsejable pensar en positivo y ponerse metas, se cumplan o no. “Las metas nos dan esperanza y nos reconfortan psicológicamente”.
Laura Martínez, directora del proyecto Yo cambio el mundo cambiándome yo, recomienda dedicar el suficiente tiempo para realizar una introspección que requiere valentía. Martínez cree que la evaluación continua, junto con la planificación y programación de nuestros objetivos, es fundamental. No hace falta, por otra parte, realizar un análisis integral de todos los ámbitos de nuestra vida.
“Podemos seleccionar uno de ellos e ir incluyendo el resto de aspectos que envuelven nuestra vida en esta nueva manera de enfocarla. Mirar hacia atrás desde esta perspectiva es lo que yo llamo evaluar. Desde esa óptica, esconder pequeñas meteduras de pata nos llevará sin ninguna duda al fracaso, porque no hay evolución en el engaño”.
Se trata, en resumen, de ir aprendiendo de los errores. Lo ilustra la fábula en la que el discípulo pregunta a su maestro cómo es la vida después de la iluminación. El sabio responde: “La vida tras la iluminación es error tras error”. El discípulo no entiende nada. “Pero cómo, yo creía que los iluminados no cometían errores”, señala. Y responde el maestro: “Sí, lo que pasa es que vosotros cometéis siempre los mismos; los iluminados cometemos errores nuevos”.
* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!