Francisco Nicolás Gómez Iglesias ha quedado en libertad provisional tras ser detenido en Madrid acusado de estafar 25.000 euros falsificando informes del Centro Nacional de Inteligencia. Lo asombroso del asunto es la edad del "pequeño Nicolás" (20 años) y su forma de operar, mezclándose con las altas esferas.
Mientras cursaba sus estudios en el Centro Universitario de Estudios Finacieros (CUNEF), el pequeño Nicolás, según El Confidencial, llegó a presentarse además como miembro del gabinete de Vicepresidencia del Gobierno, de la Oficina Económica de la Moncloa y de equipos de ministerios. Según recoge EFE, se le imputan los delitos de estafa, falsificación documental y usurpación de funciones públicas.
Nicolás se las apañaba para acudir a eventos con políticos (sobre todo del PP) y empresarios. Medía todos los detalles de su teatrillo cuando se ponía en acción: llegó a alquilar vehículos de alta gama con chófer para ir a una reunión. Conseguía hacerse fotos con los poderosos, simulando una relación estrecha con ellos que no tenía. Y, claro, subía las fotos a Facebook.
En esta foto, colgada el 28 de julio, dio a entender y que había conseguido saludar personalmente al Rey Felipe y a Letizia el día de la proclamación, aunque no está confirmado y podría ser un montaje.
Las redes sociales, fascinadas por la historia del pequeño Nicolás, recogen ya algún homenaje en forma de meme:
— GuillermodelPalacio (@13370N3) October 16, 2014
No hemos podido evitar acordarnos de algunos grandes mentirosos de la historia, que quizá estarían orgullosos del chaval casi imberbe que recoge su legado:
Enric Marco: tres décadas como falsa víctima de un campo de concentración
El más famoso español superviviente a un campo de concentración... nunca estuvo en uno. Durante 27 años, Enric Marco aseguró ser el preso 6.448 de Flossenbürg. “Cuando llegábamos a los campos de concentración en esos trenes infectos, para ganado, nos desnudaban, nos mordían sus perros, nos deslumbraban sus focos”, dijo en un discurso ante el Congreso de los Diputados, como presidente de la asociación de deportados Amical-Mauthausen, meses antes de conocerse su mentira, en mayo 2005. Para entonces llevaba años dando charlas en colegios y había recibido la Cruz de San Jordi de la Generalitat. Su intención, dijo, era difundir lo ocurrido en la Alemania nazi y creía que así la gente le prestaba más atención. "Lo mío fue una simple distorsión de mi propia historia”, señaló años después en una entrevista a El País. Sí vivió en Alemania y estuvo seis meses preso, pero nada parecido a lo que había contado. Un documental recoge su historia.
No es la única falsa víctima cazada. Alicia Esteve, barcelonesa que llegó a ser presidenta de la Asociación de Víctimas del 11-S, tampoco estuvo en el 11-S. Lo mismo ha ocurrido en 11-M o el naufragio del Costa Concordia, tragedias con sus propios farsantes.
Capitán 'Timo': el falso militar
José Manuel Quintia llegaba a las citas con sus víctimas vestido de uniforme, en lujosos mercedes y con un montón de falsos guardaespaldas. Así se ganó a pulso el apodo de capitán Timo. A principios de los 90 llegó a estafar 1.300 millones de pesetas como supuesto intermediario militar para contrataciones con el Ministerio de Defensa. Lleva cometiendo delitos de estafa desde los 70 y ha pasado por la cárcel, pero sigue haciendo de las suyas: en 2013 le volvieron a pillar.
Tommasso Debenedetti: el inventor de entrevistas cazado por Philip Roth
Como todo buen mentiroso, este tampoco perdía detalle: el periodista italiano Tommasso Debenedetti se inventaba hasta descripciones de lo que llevaban puesto sus interlocutores el día que imaginaba haber hablado con ellos. Su especialidad eran los escritores famosos, de Günter Grass a José Saramago, pasando por Jean-Marie Gustave Le Clézio, Gore Vidal o Herta Müller. Aguantó así cuatro años, pero en 2010 se le fue de las manos cuando decidió inventarse unas duras críticas de Philip Roth a Obama. El escritor, preguntado por esto en otra entrevista, dijo que todo era falso y que llamaría a su abogado… Así se destapó una estafa que, al menos, le valió para llevarse un piropo de John Grishman, quien dijo de su falsa entrevista que no era “una mala pieza de ficción”. Y no, no se le cae la cara de vergüenza: “Me gusta ser el campeón italiano de la mentira”. Se trataba de un “juego literario”, diría después.
Abagnale: cómo conseguir que Spielberg te haga una película
Los años 60 fueron muy locos, sobre todo para Frank W. Abagnale. Como el pequeño Nicolás, también empezó pronto, al los 16 años, y a los 25 ya había publicado su libro de memorias. Tenía mucho que contar: de 1963 a 1967 se hizo pasar por piloto, médico y ayudante del fiscal de distrito, robó un montón de dinero a la compañía Pan Am y viajó gratis por todo el mundo. Spielberg lo inmortalizó en Atrápalo si puedes. Salió de prisión en 1974 y se recicló gracias a sus conocimientos como asesor del FBI sobre fraude y estafas.
Hace un año, Abagnale lanzaba un aviso para navegantes, señalando que sus travesuras hubieran sido mucho más fáciles en la era de Facebook por la cantidad de datos públicos de los usuarios.
El falso famoso: Colarse en la vida VIP de Nueva York
David Hampton se hizo pasar por hijo del actor Sydney Poitier para poder codearse con los vips de Nueva York. La idea fue fruto de un cabreo. Según recoge The Telegraph, una noche que no le dejaron entrar en la mítica Estudio 54 decidió volver a intenarlo con una nueva identidad y, ojo al detalle, llegando en limusina. Le funcionó durante un tiempo y llegó a codearse con famosos como Melanie Griffith y Calvin Klein y se benefició del dinero de algunos, hasta que periodistas de Newsweek destaparon su farsa. Pasó un par de años en prisión y también inspiró una película, Seis grados de separación. Murió en 2003, a los 39 años. Y si hablamos de estafadores bien relacionados con el cine, no podemos olvidarnos del exnovio de Anne Hathaway.
Ferdinand Demara: ¿por qué no serlo todo en la vida?
El estadounidense Ferdinand Demara tuvo tiempo en una vida para ser abogado, ingeniero civil, piscólogo, cirujano (haciendo internvenciones), alguacil, abogado, monje, profesor, psicólogo, investigador... Usaba nombres falsos que, en ocasiones, de personas vivas. En el cine le encarnó Tony Curtis en El gran impostor. Le pillaron a principios de los 50 y pasó algunos meses en prisión.
Otro impostor en serie fue el francés Frédéric Borudin: refugiado, víctima de atentados, adolescente desparecido...
La falsa Anastasia: la mujer que decidió ser princesa
Anna Anderson no era Anastasia, hija del zar de Rusia Nicolás II. Lo confirmó una prueba de ADN en 1994, diez años después del fallecimiento de la falsa princesa, que había residido desde los 60 en Estados Unidos, tras casarse, y no tuvo descendencia. De joven intentó suicidarse y estuvo ingresada en un sanatorio. La historia dio para libros y películas.
Milli Vanilli: una estafa musical mítica
El error de Milli Vanilli fue hacer música antes de la era auto-tune. Destapó la verdad su productor, en 1990, un año después de que el duó triunfara en los Grammy con el premio de Artistas Revelación sin haber cantando una palabra de su disco.
Investigadores y artistas: timos científicamente probados
El psicólogo social holandés Diederik Stapel se inventaba datos tan buenos que sus estudios aparecieron en las más reconocidas publicaciones científicas. Al menos reconoció avergonzarse de lo sucedido: "Quería ser el mejor y publicar más que nadie. En un terreno con poco control y donde trabajas en solitario, tomé la ruta equivocada". Especialmente hechos polvo se quedaron sus alumnos. No es el único científico que miente, ni mucho menos. Otro caso famoso en los últimos años es el del surcoreano Hwang Woo-suk, que quería ganar un Nobel y le dio por inventarse que había clonado células de pacientes.
Lo mismo, pero en el terreno del arte, hizo Shaun Greenhalgh junto a sus padres: esta familia inglesa pasó más de 10 años falsificando obras de arte que llegaron a estar en museos. Pero el más grande de los imitadores fue sin duda el talentoso Elmyr de Hory. Murió en Ibiza, se dice que falsificó 1000 obras de arte y películas y exposiciones lo han reivindicado.
Victor Lustig: vender la torre Eiffel y estafar a Al Capone
El timador Victor Lustig vendió la torre Eiffel, haciéndose pasar por funcionario, y llegó a estafar a Al Capone. George Parker lo intentó con el puente de Brooklyn y la Estatua de la Libertad. Otro gran estafador fue Mithilesh Kumar Srivastava, conocido como Natwarlal, vendió el Taj Mahjal y el parlamento indio (congresistas incluidos).
Frederik Lorz: acabar el maratón en coche
Hay mentiras, en cambio, que a uno se le ocurren en el momento. En 1904, en los Juegos Olímpicos en Saint Louis (EEUU), llegó el primero en la prueba de maratón Frederik Lorz, pero así podría haber ganado cualquiera: corrió 12 kilómetros y luego su entrenador le llevo en coche casi hasta la meta. Aunque le dio tiempo a recibir honores fue seguidamente descalificado y la medalla acabó en el corredor que injustamente había llegado segundo. Según recoge Smithsonian Magazine, Lorz también se escudó en que era una broma.
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