Nación Rotonda nació a mediados de 2013, cuando el ingeniero Miguel Álvarez trabajaba cada día con Google Earth. “Se me ocurrió mirar qué había pasado con la crisis inmobiliaria, pero desde un punto de vista urbanístico”, explica en una entrevista concedida a Verne. Muchos habían tratado los efectos económicos de la burbuja, incluidos los desahucios, pero nadie había llevado a cabo un inventario visual de los desastres urbanísticos, más allá de los proyectos fallidos más emblemáticos de la fiebre de la construcción, como Seseña y Valdeluz.
Álvarez sumó a este proyecto al arquitecto Guillermo Trapiello y a los también ingenieros Esteban García y Rafael Trapiello. Llevan más de 650 imágenes publicadas. “Y lo que queda”, añade García.
Se trata de una iniciativa sobre todo visual, en el que las imágenes de obras abandonadas y campos de golf sin regar se ofrecen sin más contexto que el antes y el después. No hace falta más explicación que lo evidente: España está llena de pisos piloto perdidos en solares y de urbanizaciones fantasma.
Nación Rotonda no está sola: se han unido a Basurama y a Ecologistas en Acción, entre otras entidades, para crear Cadáveres inmobiliarios, una web que reunirá una base de datos, cruce de estadísticas y estudios en profundidad para hacer lo que Rafael Trapiello cataloga de “evaluación de daños” de esta posguerra de la burbuja inmobiliaria.
De hecho, ni siquiera hay un listado de pisos vacíos en España, al haber suelo que se ha abandonado en todas las fases de la construcción, como explica Guillermo Trapiello. La cifra de tres millones y medio de viviendas sin habitar no es oficial, añade García, y la única que hay pública son las 100.000 viviendas de Sareb, la sociedad que gestiona los activos de los cuatro bancos nacionalizados, que no es una base de datos completa.
Las rotondas, el símbolo de la crisis
Nación Rotonda no se centra sólo en las rotondas, pero sí que las ha escogido como marca de su proyecto, por lo que representan en el contexto de la crisis: “El el símbolo del urbanismo de los últimos quince o veinte años”, afirma Rafael Trapiello.
¿Por qué hay tantas? No hay una sola causa, pero Trapiello comenta que la principal es el modelo de planificación urbana, “que beneficia más al coche que al peatón o a quienes se quieran mover en bicicleta, y que al final resulta en ciudades dormitorio”. Además de eso, las rotondas cuentan como zona verde, por lo que se pueden restar de los parques que se deban construir.
En cuanto a la decoración de las rotondas, hay una cuestión importante a tener en cuenta: “La ley dice que hay que dedicar un porcentaje del presupuesto total de una obra a la promoción del patrimonio cultural -sigue Trapiello-. Se puede intentar restaurar un monumento de la zona, se puede promover la cultura de la zona de otras maneras o se puede adquirir una obra, siempre que se quede en la zona de influencia”.
Se tiende a comprar o encargar esculturas para colocarlas en rotondas, con el problema de que resulta casi imposible saber si el precio de esta obra de arte es adecuado o excesivo. E incluso en el caso de que la obra tenga valor, es muy posible que una rotonda no sea el lugar adecuado para exponerla.
Todo el mundo quería construir
En plena burbuja, todo el mundo se puso a edificar. Las promotoras querían hacer negocio y al mismo tiempo, “la principal fuente de ingresos de los ayuntamientos era el suelo”, como explica Rafael Trapiello.
Álvarez añade que las comunidades autónomas podrían haber intervenido, con un argumento que ahora nos parece obvio: no todos los municipios pueden doblar su población en pocos años. Esta intervención no se llevó a cabo porque hubiera supuesto un conflicto político importante y porque, como recuerda García, estos planes no tienen un límite temporal: “¿Cómo puedes decirle a un pueblo que no va a crecer lo que cree en diez o veinte años?”.
Además y por supuesto, había demanda, como muestra el hecho de que no todos estos proyectos urbanísticos han quedado a medio edificar ni a medio vender. Alguno incluso se ha hecho bien, pero otros, como Arroyomolinos, simplemente “tienen la suerte de que se acaban de construir y se venden antes de que comience la crisis, en 2004 en lugar de en 2007”, explica Álvarez.
Otro ejemplo: Paracuellos del Jarama, que ha crecido tanto “que ahora mismo es el municipio de Madrid más grande sin tren”. De hecho, muchos decidieron comprar una vivienda fuera de los grandes núcleos urbanos no sólo por el precio más asequible, sino también confiando en servicios que luego no llegaron.
Este exceso de ambición se ve no sólo en las zonas residenciales, sino también y por ejemplo en proyectos como el Parque Tecnológico del Reciclado de Zaragoza, al que Nación Rotonda dedicó un vídeo. Este “superpolígono industrial”, fruto de unas previsiones "demasiado ambiciosas" se ha quedado prácticamente vacío. “Tiene tres rotondas magníficas, con su bola del mundo, ese avión que despega y esa noria”, cuenta Rafael Trapiello.
Se acabó el dinero
Si echamos un vistazo a las fotografías que recoge Nación Rotonda, vemos barrios con calles, pero sin edificios, chalets aislados y proyectos a medio levantar. ¿Se puede hacer algo al respecto? ¿Merece la pena acabar de edificar? ¿Es mejor tirarlo todo abajo y comenzar de cero?
No hay fórmula mágica: “Este es el gran problema de una generación de técnicos”, sobre todo teniendo en cuenta que gran parte de las propiedades están en manos privadas, explica Álvarez. “Hay que hacer una ley de reparación de los efectos de la burbuja inmobiliaria”, a lo que Trapiello sugiere permitir dar otros usos a este suelo.
Este bloqueo se ve en uno de los ejemplos favoritos de Álvarez: se suprime el camping Sertorium de Villajoyosa (Alicante) para construir viviendas. El proyecto se suspende y ahora sólo quedan las calles y un buen puñado de rotondas. “¿No podemos reutilizar el terreno y las infraestructuras como camping y que así se aproveche la zona al menos hasta que se construya todo dentro de diez años o cuando sea?". Parece que no.
Un modelo equivocado
Pero como recuerda Guillermo Trapiello, incluso aunque todos estos proyectos se acabaran completando y vendiendo, “seguiría sin gustarnos este planteamiento que prima el vehículo privado”.
En Nación Rotonda no tienen nada en contra del crecimiento, pero sí contra esta forma de crecer. Este modelo residencial que promueve el uso del coche incluso para tomar un café, viene determinado sobre todo por la normativa de edificabilidad, explica Guillermo Trapiello. Esta regulación prevé que el territorio esté separado por zonas de forma rígida, haciendo difícil que se mezclen usos y favoreciendo grandes centros residenciales y centros comerciales separados, sin una vida de barrio similar a la que aún vemos en las ciudades: “No hay lugar a la espontaneidad” que favorecería que surgieran iniciativas de vecinos, como mercados efímeros, por ejemplo.
Estos núcleos residenciales tampoco “se adaptan a su entorno -añade Rafael Trapiello-. Todos estos proyectos se parecen y todos presentan las mismas soluciones a problemas diferentes”. Se trata de una forma de construir que es fácil, rápida y muy lucrativa, porque lo que se hace en un lugar se copia en otros sin mayor dificultad, y por eso se popularizó tanto en un momento en el que los proyectos se acumulaban.
Se trata de procedimientos de trabajo que una vez llegada la crisis las empresas españolas han querido trasladar a los países donde han tenido que llevar su actividad. Pero se han encontrado con “una administración menos tolerante -explica García-. En España había connivencia entre la administración y los contratistas, y en el extranjero son más estrictos con los plazos y los presupuestos”.
Campos de golf y modelos de vida
Las soluciones estaban apoyadas además por el marketing de las propias inmobiliarias, que las presentaban como modelos residenciales óptimos, con su centro comercial cerca y, en ocasiones, con su campo de golf, un símbolo de los excesos de la burbuja tan llamativo como las propias rotondas.
“Se popularizaron sobre todo en sitios donde hacía buen tiempo y no tenían agua”, explica García. Pero que, eso sí, respondían al modelo publicitario ideal. “Se usaban como imán de viviendas. Algunos promotores hacían primero el campo esperando atraer compradores y luego edificaban”. Rafael Trapiello recuerda al respecto que las comunidades autónomas con más campos de golf son Andalucía, Cataluña y Murcia. Además, “es una actividad que realiza poca gente en comparación con la extensión que necesita”.
Un ejemplo de desastre con campo de golf incluido es el del pantano Valdecañas, en la provincia de Cáceres que tiene campo de golf en plena área protegida y sentencia de derribo firme. Una "construcción absurda" en medio de un paraje natural, que muchos vieron como "el monorraíl" de la zona, ironiza Álvarez.
Los campos de golf no son la única herramienta que se ha utilizado para subir los precios de las viviendas. Muchos promotores construían varios proyectos a la vez en la misma zona, “haciéndose la competencia y subiendo el valor de los pisos, ya que no se podía decir que se tratara de una urbanización perdida en medio de la nada, al haber ya otras construcciones”, cuanta Álvarez. También se permitió construir antes incluso de que se pudiera garantizar que llegaba agua a las viviendas, como en el caso de Trampolín Hills. “En el año 2011 se comienza a construir el depósito de agua para esta urbanización que ya no existe”, remata García.
Los faraones de la construcción en España
No se trata sólo de querer ganar dinero: los promotores quieren dejar huella: “Es el complejo de faraón que tienen muchos promotores inmobiliarios”, cuenta Guillermo Trapiello, en referencia a proyectos en los que “ponen a las avenidas principales los nombres de su mujer y de sus hijos”. “En las rotondas la decoración es faraónica precisamente por eso, porque quieren dejar huella”, añade García.
Un caso de este estilo es el de Ciudad Quesada, proyecto de Justo Quesada, fallecido en 2010. Esta pedanía de Alicante, cuenta con más de 16.000 habitantes, muchos de ellos noruegos. En la entrada de la Wikipedia del centro se puede leer un texto casi promocional: “Se trata de una ciudad nueva fruto del sueño de Justo Quesada, que de la nada creó una gran comunidad".
La burbuja y el fútbol
Dada la crisis de crédito, a los equipos de fútbol les pasó algo parecido a lo ocurrido con los ayuntamientos: el único recurso que podían vender eran sus terrenos. De ahí lo ocurrido, por ejemplo, en Mestalla, o la “bilbainada del Athletic que es demoler un campo de fútbol para construir otro unos metros más lejos”, o el pelotazo de la ciudad deportiva del Real Madrid, o el proyecto del Atlético de Madrid, cuyo proyecto de cinco torres formando una estrella busca excusa incluso en el tarot y en la cerveza.
No hemos aprendido nada
El proyecto del Atlético de Madrid es reciente y muestra que no hemos aprendido nada de la crisis inmobiliaria: “Un 15% de viviendas vacías en España y se sigue construyendo”, dice García. Se trata de proyectos que nacen ya dados, sin informar ni consultar a los ciudadanos. Álvarez recuerda que durante la etapa en la que trabajó en Sydney le llamó la atención la participación pública: a los vecinos les llegaba información de las obras de su barrio a sus casas, y podían presentar alegaciones de forma mucho más fácil que en España.
Por ejemplo, en la información pública del proyecto de renovación de la plaza España de Madrid, hay un plano de Pedro de Teixeira del siglo XVII, además de otros planos a baja resolución y ni un sólo dato económico, explica Álvarez, a lo que García añade que “les escribí para pedir información y me dijeron que lo que les pedía no estaba disponible”. Este es precisamente uno de los objetivos de Nación Rotonda y de Cadáveres Inmobiliarios, afirma Álvarez: “Hacer visible la información inaccesible”.
“En Madrid hemos entrado en una espiral de locura”, añade Álvarez, en referencia a estos proyectos que nacen en búsqueda de una forma fácil de crear puestos de empleo, tras los fiascos de Eurovegas y los Juegos Olímpicos. Además, las iniciativas se lanzan con independencia de si son positivas para la ciudad y de si se van a cumplir las expectativas y sin prever si, una vez más, todo va a quedar todo en solares (y rotondas) abandonados.
En todo caso, a los autores de Nación Rotonda les daría igual que se cumplieran esas expectativas: “Si resulta que se construye todo lo que hemos inventariado, seguiría sin parecernos un modelo adecuado -insiste Guillermo-. Supondría admitir que el mal triunfa”.
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