Alemania se queda sin piratas

El partido pirata que conquistó a muchos votantes por sus políticas sobre internet se diluye en las encuestas

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Una imagen de la campaña electoral de 2011 en Berlín.
Una imagen de la campaña electoral de 2011 en Berlín.. Getty

Arribaron a la política alemana en septiembre 2006, con cara de neófitos y la libertad digital por bandera, amasaron su mejor botín en Berlín cinco años más tarde y, desde entonces, se han ido despidiendo poco a poco. A base de ilusiones e inmovilismo. Ya casi no quedan piratas en la República Federal.

Aquellos tiempos en la cresta de la ola han pasado, ahora el Partido Pirata alemán (Piratenpartei Deutschland) languidece olvidado por sus potenciales seguidores y enmudecido por los medios de comunicación, que les han quitado incluso su columna en los gráficos de intención de voto para las próximas elecciones federales que se celebrarán en 2017. Los últimos piratas alemanes se enfrentan a lo que todo apunta es la recta final de su existencia en el país gobernado por Angela Merkel. ¿Naufragio a la vista? Viajamos al final de lo que fue una idea explosiva, de la mano del pirata que preside la fracción en la Cámara de Diputados de Berlín, Martin Delius; el político que abandonó el barco hace apenas unos meses, Christopher Lauer; y el analista político Franco Delle Donne.

Disputas internas y falta de un discurso que supere el tridente de tecnología, transparencia y propiedad intelectual están haciendo encallar a un partido que supo aprovecharse del descontento de la ciudadanía, pero parece que no ha sido capaz de mantenerlo. Sus soflamas repicaron en media Europa y el fenómeno pilló a muchos descolocados y a otros tantos sorprendidos. Pero el eco finalizó pronto y ya son pocos quienes siguen abrazando ese discurso.

División desde el inicio

Los primeros obstáculos surgieron inmediatamente. La adaptación alemana de un partido que había nacido meses antes en Suecia obligó, de inicio, a dividir en lugar de sumar. La llegada a la República Federal forzó a presentar 16 formaciones, una por cada Bundesland (el pariente más cercano a las Comunidades Autónomas españolas).

“En vez de trabajar juntos en un proyecto más grande, cada Bundesland tenía un centro de gravedad diferente. Había mucha gente que simplemente no tenía ni idea, mientras el rey estaba en su castillo de arena. En concreto, los piratas de Baviera y de Baden-Würtenberg mantuvieron una forma aventurera y algo ingenua de entender la política”, reconoce Christopher Lauer, el hasta hace unos meses presidente del partido en la capital y diputado en el Senado de Berlín. Es uno de los que ha abandonado el barco. Esa supuesta ingenuidad que identifica el político se debe a la manera simplificada de la organización de entender la política: centraron su campaña en un único tema y no han sabido dar respuesta a los retos políticos que se les han ido presentando.

De hecho, las victorias piratas pueden contabilizarse como locales. Como la de aquel 8,9% logrado en Berlín en 2011, lo que se traducía en su primera vez dentro un parlamento estatal. Porque hablar del Piratenpartei es principalmente hacerlo de la capital. De Berlín como ciudad cosmopolita, multifacética, joven, abierta a cualquier tipo de ideología y experimento, en crecimiento, por hacer. Los mimbres perfectos para una formación que apareció en escena con ánimo liviano, un discurso simpático y la manifiesta intención de desafiar todo lo establecido.

El éxito berlinés fue replicado un año después en Renania del Norte-Westfalia (7,8), Sarre (7,4) y Schleswig-Holstein (8,2). Poco queda de aquello. Sus derrotas, que son más recientes y llevan la fecha de 2014, también tienen sello local: Brandeburgo (1,5), Sajonia (1,1) y Turingia (1).

Copiados por los tradicionales

A pesar de la disgregación regional, su ideología y su programa político no conocen fronteras. Ni siquiera estatales. Su bandera representa proclamas como las reformas al copyright y las leyes de patentes, el libre acceso al conocimiento, los bienes de uso común, la privacidad en la información, la neutralidad de la red, el acceso igualitario… “Sus ideales se resumen en dos elementos fundamentales: internet y transparencia”, condensa el consultor político Delle Donne.

“El primero venía a demostrar que había un desinterés por parte de la política y de los políticos por el tema de internet y lo que implica: protección de datos, regulación de la red, intercambio, copyright. En segundo lugar, llegaron en cierta medida para responder y contestar a la vieja política, lo que se resumía en el valor de la transparencia”, añade el autor de la web Elecciones en Alemania. Pero esta seña de identidad del Partido Pirata pronto fue aprendida por los partidos tradicionales, que mejoraron su presencia digital y abrazaron una mayor transparencia. Los piratas lograron introducir ambos temas en la agenda, también gracias a un contexto que lo exigía. Habían logrado su mayor éxito. ¿Y su techo?

“Las estructuras organizativas no eran las adecuadas para apoyar el funcionamiento en cuatro parlamentos nacionales y en numerosas comunidades. Seguro que también jugó un papel importante que ciertas promesas no se pueden hacer desde la oposición”, toma la palabra, y la crítica, Martin Delius, diputado del partido en Berlín. Retratado por parte de la prensa alemana en soledad, como el último pirata, Delius recuerda el que es tal vez su mejor botín: el aeropuerto en obras llamado a convertirse en la gran puerta aérea de Europa. Esta infraestructura estaba planteada para sustituir a los dos actuales de la capital alemana. Tras acumular más de cinco años de retraso en las obras y el consecuente aumento del presupuesto, el diputado que preside la comisión de investigación que analiza el caso: “Estamos en el centro del debate parlamentario. Es nuestro mayor éxito tras las elecciones de 2011”. El aeropuerto no se incluyó en su programa, pero dentro de la actividad parlamentaria habitual son ellos quienes dan respuesta a los asuntos relativos al mismo lo que les da visibilidad en Berlín, única ciudad en la que aún tienen un poco de presencia.

Christopher Lauer, uno de los líderes del partido que lo ha abandonado. Ralph Orlowski (Getty)

Escasez de logros

Pocas banderas piratas ondean ya por los cielos alemanes. Sólo una sobresalía en una reciente manifestación contra el neonazismo y a favor de la llegada de personas refugiadas del pasado 1 de mayo. Sí se contaban por centenares, en cambio, los policías que acudieron a vigilar la protesta. Todos con un número bien visible. Los agentes capitalinos llevan un identificativo rastreable, fruto de las propuestas piratas contra la vigilancia gubernamental. Poco más en la lista de los logros. Sobran las anécdotas, como aquella protesta en ropa interior por las terminales aeroportuarias en contra de los escáneres de registro.

Los piratas aparecieron con una forma de hacer política muy definida que funcionó en sus primeros compases: si no sabían algo, lo admitían sin tapujos. Hasta que pasó el tiempo: “Dos años después no puedes seguir recurriendo a la falta de comprensión de los votantes o de otros partidos”, indica Delle Done, quien les critica el no haber sabido adaptar sus formas ni tampoco generar contenidos.

Pero más allá de la disgregación regional o lo poco palpable de sus logros políticos, los problemas internos de la formación son los que están llevando el barco a la deriva. “Las controversias nunca hubieran aumentado con estructuras ordenadas”, apunta Lauer, ahora en nómina del grupo editorial Axel-Springer, uno de los más grandes de Europa, propietario de periódicos como el conservador Die Welt o el sensacionalista Bild, el mismo medio que se opuso a Google exigiéndole una compensación por agregar sus noticias. La jugada le salió mal al diario y ha tenido que volver al buscador después de que sus visitas bajaran considerablemente. “Se pone en peligro el periodismo independiente”, ha indicado para justificar su cambio de ‘bando’ el expirata.

Ambigüedad ideológica

¿Los piratas son de izquierdas o derechas? Las dudas asaltan. “Un partido liberal de izquierdas”, ataja Delius. No todos opinan lo mismo. Están quienes querían reforzar el perfil más social (renta básica universal, voto inmigrante, etc.) y quienes preferían el social-liberalismo; entre la turbulencia generada por ambos se colaron rostros conocidos de la extrema derecha, que vieron en el nuevo barco la mejor forma personal de acercarse al poder. En todo caso, los datos registrados por Delle Donne muestran una correlación directa entre el Partido Pirata y Die Linke (La Izquierda). “Las estructuras organizativas no eran las adecuadas. No hemos sido capaces de establecerlas de una forma eficaz para seguir desarrollando posiciones”, confirma Delius. También ha faltado un líder: “Como entidad abstracta no puedes comunicar valores”, indica el consultor.

Son muchos los que ya han abandonado el partidoa. ¿Naufragio a la vista? Todavía mantienen un escaño en el Parlamento Europeo, ocupado por Julia Reda. Y siguen presentes en cuatro regiones: Renania del Norte-Westfalia (20 diputados), Berlín (15), Shleswig-Holstein (6) y Sartre (3).

Sin apenas compañía, Delius mira por el retrovisor, como si el presente fuera episódico: “El partido despertó grandes expectativas y sirvió como pantalla de proyección hacia una nueva política alternativa, fresca, una actualización de la democracia”. ¿Y a partir de ahora qué? ¿Qué es lo que queda tras una idea explosiva? “Depende de la fuerza de la explosión. A veces surgen nuevos elementos”, responde el presidente de la fracción en Berlín. “Nada. No creo que el Piratenpartei vuelva a tener éxito. Pero en diez años, como mucho, habrá en Alemania un nuevo partido progresista”, aventura Lauer.

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