El mes más cruel

La crueldad de abril, entre historias de flores y personajes de la mitología griega

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Abril es el mes más cruel. Ya lo decía el bueno de T. S. Elliot hablando de cómo las lilas crecen en la tierra muerta, confundiendo memoria y deseo. T. S. Eliot, además de ser un reconocido poeta modernista, capitán de la bajona y, ojo a la #MarcaEspaña, amante de Jaime Gil de Biedma —en palabras del propio Gil de Biedma, se fue en los cincuenta a vivir con él durante unas semanas, para disgusto de la familia de Jaime—, era bastante sugerente a la hora de hablar de la naturaleza y el tiempo. Esta y otras maravillas de Gil de Biedma las puedes descubrir en este documental de RTVE.

T. S., que si alguna vez te lo has preguntado son siglas que corresponden a Thomas Stearn, nos habla en los primeros versos de La tierra baldía sobre la llegada de la primavera al mismo tiempo que de la esterilidad física y espiritual del hombre. Un nuevo renacimiento de las fuerzas telúricas en mitad de las mismas miserias humanas. Pero también hay flores. Lilas y jacintos, decorando la cabeza de las jóvenes hermosas. O al menos así lo ve él. Significativo es, no obstante, la elección de los jacintos como flor a incluir en el poema.

Los jacintos toman su nombre de Hyacinthus, vástago de una musa y un rey y del que se enamoró perdidamente de Tamiris. Este poeta que en la mitología griega goza del honor de considerarse primer hombre que amó a otro hombre, si bien existen otras figuras —como Layo, rey de Tebas y Minos, el cual habría tenido un affaire con Teseo— que aspiran al mismo título. Eso sin contar aquella vez que Zeus se encaprichó con Ganímedes y lo secuestró para que le sirviera vino y lo que surja.

“Me lo llevo puesto”, pensó Zeus transformado en águila.

Jacinto, por su parte, tuvo un destino algo más trágico. Apolo, que también le había echado el ojo a Jacinto, hizo que las musas cegaran a Tamiris y le hicieran olvidar cómo se tocaba la lira. Una vez despejado el camino, Apolo se llevó a Jacinto a una romántica cita para enseñarle a lanzar el disco. Sin embargo, Céfiro, que se sumó a la cola de señores que se habían fijado en Jacinto, tuvo celitos e hizo soplar el viento para cambiar la dirección del disco, que terminó alojado en el bello cráneo de Jacinto, cuya sangre cayó al suelo e hizo brotar el la primera flor del mismo nombre. Pero bueno, puede que a Jacinto le abrieran la cabeza pero Mozart le dedicó un entreacto y a inspirado a numerosos artistas como Rubens o Merry-Joseph Blondel.

Puedes disfrutar del cuadro “Atiende, qué porrazo” de Rubens en el Museo del Prado.

Tan estúpida y trágica como la muerte de Jacinto resulta la deriva homicida y la erosión de la mente de Andrew Cunanan en American Crime Story: El asesinato de Gianni Versace, la segunda temporada de la serie de Ryan Murphy de la que ya hablamos en su momento y que, ahora ya sí, se encuentra disponible en Netflix y en la web de Atresmedia.

Donde en la primera temporada —la dedicada al juicio de O. J. Simpson— teníamos un drama sobre los límites entre la justicia y los sistemas judiciales con el agravante de la problemática racial en Estados Unidos, esta segunda temporada nos encontramos con un retrato minucioso no solo de la terrible situación de la comunidad LGTB durante los años 90, sino de la vulnerabilidad y la soledad que sufren aquellos condenados a vivir su vida en los márgenes de la sociedad. Y de los que se aprovechan de este aislamiento.

Cunanan en la serie. No te dejes engañar por la carusa, el muchacho es de la piel del diablo.

Pero no todo ha de ser tan terrible. Ya que es domingo, es primavera y aún estamos vivos puedes aprovechar para visitar el jardín botánico más próximo a tu ciudad que, si tienes suerte, puede que sea alguno tan maravilloso como el de Madrid o el de Málaga, creado por un jardinero francés de notable fama en el siglo XIX, Jacinto Chamoussent. Sí, se llamaba así.

Por último, quisiera terminar este domingo dedicado a flores, señores tristes y jardines con esta pieza escrita por Amelia Hamrick, estudiante de la universidad de Oklahoma y heroína de nuestro tiempo. Y es que Amelia tuvo la brillante idea de realizar una transcripción de la partitura que aparece sobre las nalgas de un caballero desnudo en un detalle de El jardín de las delicias, de El Bosco. Nunca un culo sonó mejor.

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