Después de licenciarse en 2016, Aitana Vega (26 años) empezó a usar los canales tradicionales para encontrar empleo como traductora: desde la entrega de tarjetas de visita en congresos hasta el envío de emails. Estas iniciativas le proporcionaron sus primeros encargos como autónoma. Lo que entonces no sospechaba es que en 2020 una editorial contactaría con ella a través de Twitter para ofrecerle trabajo. "Yo siempre había pensado que lo de encontrar trabajo en redes sociales era como encontrar un unicornio, ¡y resulta que recientemente me ha pasado!", explica a Verne.
No lo sospechaba porque, con 2.000 seguidores, no le sigue una cantidad disparatada de usuarios. Pero si la cuenta de esta joven gijonesa llamó la atención de una editorial es porque escribe muchos comentarios relacionados con su profesión de traductora, lo que le ha permitido tejer una nutrida red de contactos profesionales. "Mi cuenta de Twitter es personal y profesional a la vez, porque a mí lo de tener dos cuentas -una personal y otra dedicada al trabajo- no me funciona", explica.
Pilar Llácer, especialista en transformación digital e investigadora sobre el Futuro del trabajo en EAE Business School, aplaude este tipo de decisiones: "Es una fusión que nos beneficia como buscadores de empleo porque sirve para generar el concepto de marca personal. Soy yo, me gusta correr, comer o ver determinadas películas, y es lo que me aporta valor como candidato. Da muchísima confianza ver a una persona no solo en su lado profesional sino también en su parte personal". Para sustentar esta idea, Pilar Llácer recuerda el caso de un compañero al que Amazon le hizo una oferta de trabajo. Cuando preguntó cómo le habían localizado, le explicaron que les encantó su perfil de Instagram dedicado al ciclismo de montaña.
La historia de Aitana, y también la del compañero de Pilar Llácer, ilustran cómo ha cambiado la búsqueda de empleo en los últimos años con la irrupción de tantas herramientas digitales. Pero también plantea nuevos dilemas: ¿Dónde está el límite entre la información personal y la información laboral que compartimos?
Una cuestión muy generalizada
De vez en cuando nos llegan noticias de cómo la "huella digital", que es como se conoce al rastro personal que dejamos esparcido en Internet, acaba teniendo consecuencias desastrosas sobre la vida laboral de las personas. El caso más emblemático quizás sea el de Justine Sacco, una tuitera con 170 seguidores que, justo antes de coger un avión a Sudáfrica en 2013, escribió: "Me voy a África. Espero no coger el sida. Es broma. ¡Yo soy blanca!". Al aterrizar en Ciudad del Cabo ya la habían despedido de su trabajo por ese comentario. En España también hemos conocido algunos casos, como el de la mujer que le deseó una violación a Inés Arrimadas y que fue despedida horas después de que la política manifestara su intención de denunciarla. O los casos de algunos futbolistas que vieron afectada su carrera después de que renacieran tuits que escribieron cuando solo tenían quince años.
Aunque estos casos fueron especialmente mediáticos, la influencia de las redes en la búsqueda de empleo no deja de ser algo cada vez más extendido. Según el Informe de Talento Conectado 2019, elaborado por el portal de búsqueda de trabajo InfoEmpleo y por la empresa de servicios profesionales EY, el 81% de las empresas consultan las redes sociales de los candidatos preseleccionados antes de contratarlos. Este estudio incluyó a 291 empresas -representadas por especialistas en selección de personal- de todos los tamaños: un 33% de los encuestados trabajaba en empresas con menos de diez empleados, mientras que un 15% lo hacía en empresas con más de 250 trabajadores.
Esta situación afecta particularmente a la generación más joven, que comenzó su actividad en Internet mucho antes de que sus integrantes pensaran en su posterior actividad profesional. Aitana Vega, por ejemplo, se convirtió en una usuaria activa en Internet a los trece años, mucho antes que pudiera conocer el significado de expresiones como "marca personal" o "huella digital". María Dolores Sánchez, Clide Rodríguez y María Magdalena Rodríguez, investigadoras en la Universidad de Coruña, afirmaban en su estudio Búsqueda de empleo mediante las redes sociales que el 94% de los estudiantes encuestados se abrieron redes sociales cuando tenían menos de 16 años.
"Yo antes EsCriBía AsÍh"
"Todas publicamos cosas de adolescentes que, como mínimo, dan un poco de vergüenza. Tuve una fase emo, así que subía muchas frases intensas, fotomontajes de lo más variopintos y EsCriBía AsÍh (con una mezcla de mayúsculas y minúsculas)", comenta Aitana, que tuvo un perfil en Fotolog hasta los 16 años. En alguna ocasión trató de eliminar esa cuenta, pero no lo consiguió porque no recordaba su email de acceso. Así que, con sinceridad, agradece que la plataforma terminara desapareciendo.
En la actualidad, Aitana usa sus redes fundamentalmente para promocionarse profesionalmente, a excepción de una cuenta privada en Facebook, que emplea para hablar con familiares. Pese a que la mayoría de sus cuentas sean públicas, explica que nunca se ha autocensurado en redes, más allá de haber borrado algunos mensajes con erratas.
A diferencia de Aitana, Sandra Marín (24 años), natural de Palma de Mallorca, mantiene sus cuentas privadas. "Prefiero que mi empresa no pueda saber cuáles son mis redes sociales. No porque tenga nada que ocultar, sino porque creo que es algo privado y que no debería influir con el trabajo que voy a hacer". Tampoco comparte información sobre sus cuentas con sus compañeros hasta pasado un tiempo, aunque eso no ha evitado que algunas compañeras opinen sobre los contenidos que compartía: "Me decían que tenía ideas feministas un poco radicales. O que el contenido que mostraba parecía un poco triste", recuerda. Si al explicarles su punto de vista, las otras compañeras no se mostraban comprensivas, Sandra optaba por dejar de seguirlas o limitar el acceso del contenido para esas personas.
Josep Lluís. C. Bosch, profesor de Sociología en la Universidad de Barcelona y director del Máster en Dirección de Recursos Humanos y Gestión de Talento en Online Business School, recuerda una situación particularmente desafortunada sobre la huella digital que le contó el director de una empresa financiera. Una de las empleadas de su empresa se vio empujada a abandonar el trabajo por la presión social que empezó a sufrir por parte de sus compañeros al enterarse de que había sido actriz porno. "Ella estaba en la treintena y esos vídeos eran de cuando tenía 25 años, aproximadamente. Al director de la empresa le dio mucha pena porque la consideraba una gran comercial y nunca volvió a saber de ella". La trabajadora no había podido borrar esos vídeos debido a que el contrato firmado durante su época como actriz no permitía su eliminación. Para el experto, en ocasiones, "las consecuencias del rastro digital no son tanto por el empleador o recursos humanos, sino por el propio entorno de trabajo".
No todos los sectores son iguales
Alejandro Seijo (29 años), por su parte, sí pudo sacar partido laboral a Facebook cuando se mudó a Australia para mejorar su inglés. "Cuando daba clases a niños, un padre me contrató porque se puso a indagar en mi perfil de Facebook y descubrió que había vivido en Italia; como ellos eran italianos, le llamó la atención y me contrató a mí antes que a otro", afirma este coruñés.
Alejandro afirma que la posibilidad de encontrar empleo en las redes también depende de los distintos sectores profesionales. Él, que busca suerte como técnico de laboratorio, su especialidad, cree que va a tener más posibilidades a través de portales de empleo y empresas de trabajo temporal. Pero, aunque considera que las redes sociales seguramente no sean determinantes en su sector a la hora de encontrar empleo, no descuida su intimidad y se declara cauto en su uso.
Efectivamente, Josep Lluís C. Bosch considera que en algunos sectores, por encontrarse más inmersos en el mundo digital, ese rastro puede resultar más determinante. Este sociólogo pone como ejemplo las conocidas como "búsquedas de talento", aquellos procesos en los que los cazatalentos (headhunters) buscan perfiles más específicos para altos cargos en multinacionales.
El estudio mencionado de InfoEmpleo y EY afirma que "un 34% de los reclutadores reconocen haber desestimado la candidatura de algún aspirante por la imagen que proyectaban en sus perfiles en redes". Al preguntar a los reclutadores por los motivos que podrían llevarles a desestimar una candidatura, reconocen que los factores que más tendrían en cuenta son la apología a cualquier tipo de discriminación o violencia (un 72% de los encuestados lo incluye entre tales factores), promover el consumo de drogas o alcohol (72%) y el uso de imágenes inapropiadas (69%). Sin embargo, otros contenidos como contradicciones con el currículum (68%), errores gramaticales o de expresión (35%) o la afiliación política (9%) podrían influir en una candidatura.
La necesaria concienciación
Otro de los riesgos de las redes sociales es su potencial delator. Cristian Sastre Pantoja (23 años), técnico de desarrollo de producto en Madrid, recuerda haber visto a compañeros no acudir a reuniones y luego postear contenido en redes sociales con su ubicación real. Esta es una de las razones por las que muchos másteres dirigidos al sector de los negocios están incluyendo conocimientos sobre huella digital en sus programas. "En el máster tuvimos un par de clases sobre cómo gestionar nuestras redes, crear contactos y definir una marca personal para potenciarnos y exhibirnos a la comunidad", afirma sobre sus estudios en Dirección de Entidades Deportivas en la Escuela Universitaria Real Madrid - Universidad Europea.
Dèsirée Cremades (24 años) reconoce haber recibido consejos sobre el manejo de redes sociales en el ámbito laboral por parte de profesores, compañeros de equipo y profesionales en seminarios de periodismo. Estos consejos le sirvieron para que su perfil en LinkedIn recibiera alabanzas en el gabinete de comunicación de la Universidad de Zaragoza, el lugar donde trabaja actualmente. Sin embargo, cree que la concienciación sobre la materia debería estar presente en las aulas desde una etapa más temprana.
En su artículo académico "El CV ciego y tu huella digital", la experta Pilar Llácer recuerda que hoy en día "es imposible ocultar información". Y también prevé que, con el paso de los años, los procesos de selección se vayan volviendo mucho más digitalizados. "El currículum como soporte de nuestra hoja de vida irá pasando al cajón de los recuerdos", anticipa. Por este motivo, recuerda la importancia de "googlearse" para quienes vayan a formar parte de algún proceso de selección, ya que, según recuerda, es la mejor manera de gestionar la información disponible sobre uno mismo.