Huella digital, a estas alturas, tenemos casi todos aunque no exista conciencia de ello: es el rastro que dejamos con nuestras acciones en internet y con la información que otros cuelgan de nosotros.
El caso de la denuncia pública de Inés Arrimadas del mensaje de odio de una mujer que le deseaba una violación en grupo es un ejemplo al respecto: la líder de Ciudadanos en Cataluña publicó la imagen del mensaje para anunciar una denuncia jurídica sin quitar el nombre de su autora y bastó una simple búsqueda para localizarla en Facebook y en Linkedin. Acabó siendo despedida de su trabajo unas horas después y recibió mensajes de tono similar al que le sacó del anonimato.
Hay una lógica unanimidad en condenar mensajes de odio como este y Arrimadas ha recibido apoyo de compañeros de todos los partidos y de los usuarios de redes. Sin embargo, también se ha criticado que anunciara esta denuncia con los datos personales visibles. Ciudadanos ha confirmado a Verne que Arrimadas presentó la denuncia la tarde del 5 de septiembre. Con independencia del proceso judicial, la autora del mensaje ya ha sido declarada culpable.
Se trata de una mujer de mediana edad originaria de Badalona que hasta ayer tenía un contrato temporal en Tinsa: la compañía hizo público su despido en un tuit a las 16:07 horas; el de la política se había publicado a las 12.48.
Un espanto, @InesArrimadas. Una vil ofensa a millones de mujeres que sufren la violencia. https://t.co/OWNd48GpBc
— Susana Díaz Pacheco (@susanadiaz) 5 de septiembre de 2017
Toda nuestra solidaridad con @InesArrimadas Estas barbaridades no se pueden consentir https://t.co/rGAViDTbSf
— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) 5 de septiembre de 2017
Todo el apoyo a @jordievole e @InesArrimadas. Los miserables no tienen ideología. Son lo que son, miserables.
— Gabriel Rufián (@gabrielrufian) 5 de septiembre de 2017
Gracias por todas las muestras de apoyo. El odio y la violencia de género son injustificables. Sigamos denunciando juntos estas actitudes.
— Inés Arrimadas (@InesArrimadas) 5 de septiembre de 2017
Arrimadas afirmó la noche del miércoles en 13TV que “es necesario denunciar ataques que banalizan la violencia contra las mujeres” y, en Radio 4, que es importante que “se tome conciencia de que los ataques de este tipo tienen consecuencias”.
Sin embargo, muchos no han esperado ni al juicio ni la sentencia. De hecho, el abogado Borja Adsuara explica a Verne que el tuit de esta mujer no constituiría un delito de odio. “Es rechazable -apunta-, pero no es delito”. El mensaje, recuerda, no instiga a cometer un crimen, sino que lo desea, y además se lo desea a Arrimadas como persona particular y no como representante de un colectivo, ya sea el de las mujeres o el de los políticos de Ciudadanos. Alguna de las expresiones de su mensaje sí podrían ser injuriosas, “pero será el juez quien valore si superan o no los límites de la libertad de expresión”.
Hay otros mensajes de esa usuaria, constitutivos de injurias, pero desear el mal a alguien no es delito. https://t.co/5WcrP7vE6a en @el_pais
— Borja Adsuara Varela (@adsuara) 5 de septiembre de 2017
Deberíamos empezar a distinguir entre lo rechazable socialmente y lo punible. El derecho penal debe reservarse para las conductas más graves
— Borja Adsuara Varela (@adsuara) 5 de septiembre de 2017
Además de eso, el despido podría no ser procedente. Según un comunicado del despacho Legalitas, la empresa podría acogerse a "la transgresión de la buena fe contractual", un "concepto poco concreto, que hace referencia a una conducta ética". Al final sería el juez quien tendría que valorar este extremo. De todas formas, la empresa solo ha dicho que esta mujer "dejó de trabajar en la compañía", sin especificar si se trata de un despido o no.
Insultar a quien insulta también puede ser delito
En esas 3 horas y 19 minutos desde el tuit de Arrimadas hasta el despido, los diarios publicaron la denuncia de Arrimadas. Y sólo unos minutos después del tuit algunos usuarios, como pudo comprobar Verne, habían dejado decenas de mensajes en el muro de Facebook de la autora.
Algunos le recriminaban su conducta, otros decían haber mandado correos a su empresa pidiendo su despido y hubo quien se puso a su nivel con insultos y amenazas. Su privacidad en Facebook no estaba protegida e incluso las fotos personales con familiares también se vieron salpicadas con estos mensajes. Esta persona ha cerrado tanto su página de Facebook como la de Linkedin.
Adsuara nos explica que esta persona podría denunciar a las personas que la han insultado. “Cada uno de esos tuits puede ser una injuria”. Que ella haya insultado antes a Arrimadas “no justifica que los demás la injurien”.
No se trata solo ciudadanos anónimos: el diputado de Ciudadanos Juan Carlos Girauta también enlazaba a la compañía en un tuit (ya borrado) que acompañaba con una imagen del perfil de LinkedIn de la autora del comentario. El exdiputado de CIU Ignasi Guardans envió un mensaje similar, invitando a la empresa a despedirla. En opinión de Adsuara, esto no sería delito, ya que sus perfiles en redes eran públicos, pero son muchos, incluido el propio abogado, los que califican esta actitud de políticamente irresponsable.
Una condena que durará años
Las consecuencias de mensajes como estos no tienen lugar solo durante los días siguientes, sino también a un plazo más largo, afectando a la huella digital. Por ejemplo, antes de una entrevista de trabajo, muchas empresas hacen una búsqueda en Google de los candidatos. Cuando busquen el nombre de esta mujer se encontrarán con una persona que fue denunciada por desear una violación en grupo a la líder de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña.
No está de más preguntarse si las consecuencias son exageradas: el mensaje que le dedicó a Arrimadas es repugnante y quizás también ilegal, ¿pero merece que se la condene de por vida a no encontrar trabajo?
Estamos ante otro linchamiento en Twitter. Esta expresión lleva de moda desde que Ron Jonson publicara en 2015 su libro Humillación en las redes, en el que relata casos en los que la turba de Twitter y Facebook se ha lanzado sobre personas que han cometido un error (o una falta) en forma de tuit o de mensaje en redes. A las respuestas airadas se unen las noticias publicadas en prensa que amplifican su alcance.
El caso más conocido es el de Justine Sacco, que justo antes de coger un avión a Sudáfrica tuiteó: “Me voy a África. Espero no coger el sida. Es broma. ¡Yo soy blanca!". Mientras volaba y sin que pudiera ni siquiera intentar disculparse, miles de personas se dedicaron a insultarla por un intento de chiste poco afortunado. Cuando Sacco aterrizó, ya había sido despedida.
No es el único: varios futbolistas han visto sus carreras truncadas por tuits de cuando tenían 15 años, hay un youtuber que ha quedado con el apelativo de Caranchoa asociado a su nombre y hacer un chiste sobre Carrero Blanco puede costar que tu nombre quede asociado a una sentencia de cárcel.
Algún cínico comentaba en Twitter que hay que ser más avispado e insultar desde el anonimato. Obviamente, el consejo no pasa de chiste malo: se puede rastrear al autor de un mensaje en una red social, por mucho que se esconda detrás de un huevo o de la foto del pobre doctor House. Lo que sí es cierto es que a menudo olvidamos que Facebook es un espacio público y no la barra de un bar y, por tanto, lo que decimos tiene consecuencias públicas. Estas consecuencias nos pueden parece excesivas o injustas, pero lo cierto es que no podemos controlarlas. Lo que sí podemos controlar es lo que decimos y, por supuesto, si nos sumamos o no a uno de estos linchamientos.
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