Después de repasar los best sellers que figuran en las librerías en todo hogar lector de los ochenta y los noventa, ponemos los ojos en las lecturas infantiles más populares de estas décadas. Manejando más o menos los mismos datos (listas de ventas de desigual fiabilidad y nuestro recuerdo), enumeramos los libros que se leían justo después de dejar los Teo y antes de empezar a leer Rebeldes. Justo antes de que llegase Harry Potter para cambiar buena parte del panorama de la literatura infantil y juvenil para siempre.
1. Los cinco de Enid Blyton: La canción de Enrique y Ana para la cabecera de una de sus series de televisión es solo una pequeña muestra de la inmensa popularidad que tuvo esta serie inglesa en España y en el resto del mundo. 21 novelas publicadas entre los años cuarenta y sesenta llenas de misterios en páramos y tesoros en manos de contrabandistas, familiarizaron a varias generaciones de lectores con los encantos del pastel de carne y la cerveza de jengibre. Adaptaciones televisivas, películas, cómics y constantes reediciones (ahora mismo está a la venta un coleccionable en quioscos) certifican su hondo impacto en la cultura popular. Con su fórmula repetitiva y sus roles femeninos bien marcados (Jorge la niña aventurera que desea ser un niño y masculiniza su verdadero nombre, Jorgina, y Ana, la asustadiza “madrecita” que disfruta con las labores domésticas), los libros de los cinco resultan tan pasados de moda como eternos.
2. La obra de Enid Blyton (en general): Antes de que empezase a ser interpretada en clave contemporánea y todos nos diésemos cuenta del racismo, sexismo y clasismo subyacente en su trabajo, era difícil encontrar una escritora tan universalmente leída y adorada, como demuestran sus más de 500 millones de ejemplares vendidos y los 40 idiomas a los que ha sido traducida. Pese a las revelaciones sobre su personalidad propia de bruja de cuento, su abundantísima obra (más de 700 libros publicados) sigue siendo un pozo sin fondo del que extraer dinero y argumentos para nuevas adaptaciones. En España fueron especialmente populares, además del Club de los cinco, la serie de Los siete secretos y sus novelas dedicadas a internados femeninos (a veces mixtos, como en el caso de La traviesa Elizabeth) Torres de Malory y Las mellizas de Santa Clara en los que los proto-conflictos sociales quedaban resueltos a golpe de picnic campestre, deportes insólitos y de esfuerzos por mantener el statu quo.
3. Elige tu propia aventura de R. A. Montgomery y otros autores: El concepto de estos “librojuegos” es sencillo y efectivo: una trama de aventuras escrita en segunda persona -para que el lector se sienta todavía más implicado- en la que se van tomando decisiones que conducen a un destino u a otro. Además de albergar múltiples historias y ser, más que leídos, vividos, funcionaban como símbolo básico de la propia vida: por mucha lógica que se intentase aplicar a las decisiones, lo más probable era terminar muerto. Desde su inicio en 1976, la serie ha vendido más de 250 millones de ejemplares en todo el mundo. El informático Terence Eden recurrió a este concepto, pero con una perspectiva digital en su cuenta de Twitter.
4. La historia interminable de Michael Ende: Novela de éxito fulgurante desde su aparición en alemán en 1979. Uno de esos libros cuyo mito, ayudado por su subsiguiente película, lo convierten en “algo más”, algo que la también muy exitosa Momo (1973) no llega a alcanzar. Su estructura de relato dentro de relato, el juego de las tintas verde y roja, el regordete protagonista que sufre bullying, el homenaje a la fantasía y cierto amargor combinado con el tono metafórico lo convirtieron en un clásico eterno, además de proporcionarle un insólito éxito entre los grupos de música españoles (Auryn y Vetusta Morla tomaron sus nombres del libro).
5. Pesadillas de R.L. Stine: En algún momento anterior a 1992 (fecha de aparición de la primera novelita) alguien se dio cuenta de que a unos cuantos niños les encantaba pasar miedo. A lo largo de cinco años, Stine publicó hasta 62 novelas cortas dentro de la serie Pesadillas. Un fenómeno editorial tan característico de los noventa como Fido Dido o Los vigilantes de la playa. Unos 350 millones de ejemplares se vendieron en todo el mundo, traducidos a múltiples idiomas; se creó una exitosa serie de televisión basada en los relatos y fue una de las responsables del regreso de los finales sorpresa y del terror light a la cultura mainstream.
6. Puck de Lisbeth Werner: Varios elementos clásicos de la literatura infantil y juvenil aparecen en esta saga danesa publicada en los años setenta y ochenta: el uso de un seudónimo en la autoría, en este caso el nombre de una mujer inexistente para encubrir a Knud Meister y Carlo Andersen; la ambientación en un internado, aquí mixto y danés; y la mezcla de conflictos derivados de la convivencia de los jóvenes con los misterios e intrigas detectivescos y policiales. Al contrario que otras series de libros en los que el tiempo permanecía suspendido, la protagonista Bente Winter (Puck) iba creciendo y evolucionando. Su padre se casaba con una de sus profesoras, se cambiaba de colegio y daba el paso definitivo hacia la madurez en un polémico libro final. Todo muy formidablemente palpitante.
7. Los Hollister de Jerry West: Inspirados en la familia del propio autor (Andrew E. Svenson publicando bajo el seudónimo de Jerry West), los “felices Hollister” eran los embajadores perfectos de la clase media americana de mediados del siglo pasado. En sus 33 entregas publicadas entre 1953 y 1970 viajaban por Estados Unidos y otros países descubriendo misterios y –valor añadido- enseñándoles a los niños que leían sus traducciones los entresijos de los Everglades o Puerto Rico.
8. ¿Dónde está Wally? de Martin Handford: En 1987 irrumpió en nuestras vidas uno de los iconos más reconocibles de nuestro tiempo. Los libros de Wally no se leían, se jugaban buscando a su protagonista en dobles páginas atestadas de personajes. La simplicidad de su fórmula fue directamente proporcional a su brutal éxito (pequeña polémica incluida): más de cuarenta millones de libros vendidos, siete entregas principales, una serie de televisión e incluso un proyecto de película que busca explotar una premisa sin historia son la muestra de la persistencia de uno de los personajes de ficción (y disfraz de carnaval de éxito permanente) más famosos de los últimos años.
9. Las historias de Guillermo Brown de Richmal Crompton: Inglaterra. Rebeldía. Humor descacharrante. Costumbrismo. Entre los años veinte y los sesenta la escritora Richmal Crompton trazó uno de los mejores relatos de su época a través de las peripecias de un irredento niño británico que traía de cabeza a sus padres, sus hermanos mayores y vecinos. La Segunda Guerra Mundial con sus niños londinenses evacuados o su racionamiento del queso Stilton y los iconos de la era espacial desfilaron por sus 39 libros de relatos cortos fascinando especialmente a los niños de la España franquista, en lo que se ha querido ver implicaciones sociológicas de escapismo y rebeldía ante lo establecido.
10. Resuelve el misterio de M. Masters: Lince Collins y Amy Adams eran los protagonistas de estos librojuegos que incluían varios elementos para solaz del joven lector. Cada entrega tenía un mapa desplegable de Lakewood Hills, localidad ficticia de Minnesota en la que los protagonistas resolvían casos que oscilaban entre misterios domésticos del tipo “¿por qué se rompen las galletas al meterlas en este bote?” y otros más sustanciosos que implicaban al sargento local, “sarge” Treadwell. El componente de “jugabilidad” de los libros era que los casos podían ser resueltos por el lector analizando un dibujo que se incluía después de plantear el enigma. El tercer elemento identificativo de esta serie era que la solución de cada caso se desvelaba en una página al final del libro escrita al revés, con lo que solo podía ser descifrada leyéndola al trasluz o en su reflejo en un espejo. En la mejor tradición de cierta literatura juvenil, los libros venían firmados por un misterioso M. Masters bajo el que se ocultaban anónimos escritores contratados para producir libros como churros.
11. Celia de Elena Fortún: Este clásico de los años veinte y treinta nunca dejó de reeditarse, pero experimentó un poderoso revival en 1993 a raíz de la serie de televisión de José Luis Borau. Celia era la clásica niña rica contestona y llena de encanto que con sus conclusiones y preguntas trae de cabeza a los que la rodean. La autora, una de esas personalidades apasionantes cuya existencia trastocó la Guerra Civil. Las historias cortas publicadas originalmente en la revista Blanco y Negro fueron compiladas en distintos libros (Celia, lo que dice o Celia en el colegio) y fueron un éxito inmediato entre las clases medias y altas de su época.
12. El ojo mágico: La idea de publicar estereogramas en formato libro con el objetivo de que el lector pegase la cara a cada página hasta poder ver la imagen oculta fue uno de esos aciertos editoriales insólitos que trajo la fortuna (con más de 20 millones de ejemplares vendidos) a la empresa N.E. Thing Enterprises, posteriormente rebautizada como Magic Eye en honor de su creación. Desde 1993 millones de niños se frustraron por no ser capaces de descifrar las imágenes que convertían cada página de precarias tres dimensiones en algo mágico y milagroso.
13. Los libros para niños de Roald Dahl: Antes de descubrir las historias muy “Alfred Hitchcock presenta” de Relatos de lo inesperado o la pornográfica y desopilante Mi tío Oswald, millones de lectores aprendieron a amar a Roald Dahl gracias a Charlie y la fábrica de Chocolate (1964), Matilda (1988) o en menor medida Las Brujas (1983, inseparables de las ilustraciones de Quentin Blake). Ecléctica personalidad: también fue guionista, poeta, piloto y creador de los primigenios Gremlins, su portentosa imaginación desprovista de cualquier cursilería le han garantizado el título de clásico de hoy y de mañana.
14. La colección Joyas literarias juveniles: Los niños de los setenta (y posteriores generaciones) conocieron los clásicos de Emilio Salgari o Julio Verne gracias a esta colección que combinaba prosa de autores consagrados con cómic en un tiempo en el que aún se llamaba tebeo. Como todo lo que producía Bruguera, el genio de sus autores solo se comparaba al lío editorial de ediciones, reediciones y compilaciones en el que aparecían.
15. El pequeño Nicolás de René Goscinny: Antes de que este nombre quedase asociado en nuestras cabezas al rostro de la estrella mediática de los últimos meses, estas palabras remitían al protagonista de una serie de libros del prolífico y genial Goscinny (autor, entre otros, de Astérix, otro clásico de las lecturas infantiles del que tal vez hablemos algún día). Los cinco libros originales, desbordantes de humor y fiel retrato de la familia típica francesa de mediados de siglo, fueron publicados entre 1960 y 1964. La vida colegial, la casita de retiro del fin de semana o los campamentos de verano aparecían vistos bajo la perspectiva de un niño y sus compañeros de clase, de inolvidables nombres como Eudes, Alcestes o Agnan.
16. Alfred Hitchcock y los tres investigadores de Robert Arthur y otros autores: Un gran ejemplo de que ya en los sesenta Hitchcock se había convertido en una marca comercial fue esta serie de novelas de niños detectives en las que la presencia del director no pasaba del título, la introducción y su papel de interlocutor de las historias. El cineasta solo estuvo vinculado a las 30 primeras novelas, lo que no impidió, con la clásica falta de cuidado que en ocasiones se dedica a la literatura juvenil, que su nombre siguiese figurando en el resto de las novelas publicadas en España. En Alemania, debido a su éxito, la serie de Júpiter y sus compinches continuó hasta anteayer (2009).
17. Querida Susi querido Paul de Christine Nöstlinger: La colección El barco de vapor de la editorial SM era una presencia habitual en las estanterías infantiles de los ochenta. Fue ahí donde se publicaron las obras de la austríaca Nöstlinger, de las cuales las historias de Susi, narradas de modo epistolar o en forma de diario fueron las más populares. La historia se completó con Querida abuela: tu Susi, Diario secreto de Susi; diario secreto de Paul y La auténtica Susi donde los personajes crecían, descubríamos que las relaciones evolucionaban y los amigos de la infancia podían acabar cayéndote mal y siendo racistas.
18. Fray Perico y su borrico de Juan Muñoz Martín: Otro de los mayores éxitos de El barco de vapor son las historias protagonizadas por este fraile de principios del siglo XIX que hizo su aparición con Fray Perico y su borrico (1980) y lo volvimos a encontrar hasta en ocho libros más. Juan Muñoz Martín también es el autor de la serie de El pirata garrapata (1982), una muy popular manera de mezclar viajes, humor y rimas bien halladas.
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