Una edición en español de El Castillo, de Franz Kafka, está empotrada en la base de un muro de ladrillos y provoca que la parte central de la estructura se deforme, como una especie de ruptura. Un trío de fotografías de la inusual construcción suman miles de likes y compartidos en decenas de publicaciones de Facebook, Twitter, Instagram y Pinterest desde principios de febrero de 2016. La obra, expuesta a un público más amplio que el de las galerías de arte, cobra nueva vida en las redes sociales.
Esta obra se llama "El impacto de un libro" y me parece extraordinaria.
Posted by Julio Ramos on lunes, 22 de febrero de 2016
Uno de los principales cometidos de un artista es el de generar una reacción en el espectador. Eso es lo que ha ocurrido con la obra El Castillo del artista mexicano Jorge Méndez Blake. Los usuarios han retitulado la serie de imágenes como El Impacto de un libro, aunque ese no sea su nombre oficial. “Tengo la sospecha de que una página argentina lo publicó con ese nombre, pero a modo de subtítulo y luego de ahí se empezó a transformar hasta que le aparecieron comillas”, bromea Méndez Blake con Verne por vía telefónica.
La web argentina de la que habla es El Club de los Libros Perdidos y mostró las fotos en su perfil de Facebook el 1 de febrero de 2016. La publicación registra más 7.000 likes y 3.000 compartidos, pero en realidad ellos no fueron los primeros. Una usuaria también en Facebook la publicó con ese título el 24 de enero y desde entonces decenas de personas la han imitado. “Se salió un poco de control. Las primeras veces hasta le daba like, ya ahorita ni le pongo. Sigue, sigue y sigue”, dice el artista.
El impacto de un libro. Jorge Méndez Blake
Posted by El Club de los Libros Perdidos on lunes, 1 de febrero de 2016
El impacto de un libro. Jorge Méndez Blake
Posted by Aldana Borro Vazquez on domingo, 24 de enero de 2016
La obra, de 2007, se instaló por primera vez en la biblioteca José Cornejo Franco en Guadalajara y en años siguientes en museos y galerías de la Ciudad de México, París, Venecia, Aspen (EE.UU.) y Estambul, donde se exhibió por última vez en 2013. “Empecé a hacer experimentos con libros y materiales de construcción, por eso la idea de la obra vino naturalmente. Siempre me ha interesado la diferencia de escala. Cómo una cosa pequeña puede transformar algo muy grande”, comenta Méndez a Verne.
Las tres fotografías que rondan en las redes pertenecen a la exhibición del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París en 2012 y la última es de la instalación en la Bienal de Estambul en 2013.
El artista eligió esa novela de Kafka porque “el personaje de la historia está en contra de un sistema de una manera anónima y diminuta y no sabe que está luchando contra toda una estructura, que es el castillo. El libro en la obra hace lo mismo”, dice.
En cada exposición, el muro se ha construído con ladrillos del país, pero el libro siempre es el mismo. Blake y un equipo de entre tres y cuatro personas (personal del museo o la galería donde se instala) construyen el muro apilando los ladrillos, sin ningún tipo de pegamento.
“Se arma como si fuera un Lego”, explica. “Las primeras dos filas son las más importantes porque ahí es donde mides el tamaño. El muro tiene columnas por atrás, como unos contrafuertes también hechos de ladrillos. Luego se decide dónde va el libro, siempre en la parte central, y de ahí se empieza a construir el resto”.
Los muros más extensos han sido los de Guadalajara y Estambul, de 23 metros, y para los que se utilizaron alrededor de 5.000 ladrillos. La altura siempre es la misma: 1,80 metros. Su construcción requiere unos tres a cuatro días de trabajo. La Fundación Jumex compró los derechos de la obra en 2009 y es la que otorga permisos para exhibirla en museos o galerías. Méndez Blake aún se involucra en las instalaciones de la obra.
La obras de Méndez Blake combinan sus dos pasiones: la literatura y la arquitectura. “Pero ninguna de las dos me terminaban de llenar y yo no me sentía cómodo trabajando en una de ellas por sí solas. A través del arte encontré ese territorio intermedio”.
A pesar de que los usuarios en redes le cambiaron el nombre a su instalación, el artista ve una ventaja en que su obra se haya compartido tantas veces en Internet. “Uno se mueve en ciertos circuitos muy cerrados y te das cuenta de que la mayoría de la población conoce muy poco tu trabajo”, comenta. “Las redes sociales hacen llegar este proyecto a personas ajenas al mundo del arte. Ahí las cosas tienen fugas, todas las disciplinas de alguna manera se cruzan unas con otras”.
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