No, el gobierno valenciano no obligará a los médicos a llamar "criaturas" a los niños

El departamento de Sanidad ha publicado una guía de consejos de lenguaje inclusivo para responder a las dudas de algunos trabajadores

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El escritor Arturo Pérez-Reverte mostró su indignación en Twitter la mañana del miércoles por la supuesta obligación, impuesta a los profesionales de la Sanidad por la Generalitat valenciana, de usar la palabra “criaturas” en lugar de “niños”. No fue el único:

A pesar del alcance del mensaje del escritor, que ha superado los 6.500 retuits y las 700 respuestas en menos de un día, el revuelo no estaba tan justificado.

Tal y como explica a Verne el departamento de Sanidad de la Comunidad Valenciana, que encabeza la consejera Carmen Montón, esta Guía para un uso no sexista del lenguaje en el ámbito sanitario, de seis páginas, se enmarca dentro del plan de igualdad que presentó el año pasado. El objetivo de este plan es eliminar desigualdades en salarios y en el acceso a los puestos de trabajo en los empleos de la sanidad pública, entre otras metas que incluyen, también, el uso de un lenguaje inclusivo.

El plan incorpora la elaboración de esta guía, que también es respuesta, explica Sanidad, “a las consultas que nos han hecho desde diferentes departamentos para la elaboración de documentos y la rotulación”. La guía incluye solo “recomendaciones y pautas”. No se obliga a ningún médico o enfermero a seguirlas, “pero quien quiera hacerlo es bienvenido”.

También recuerdan que se intenta usar lenguaje no sexista en toda la Generalitat y no solo en Sanidad. De hecho, una de las consejerías de este gobierno es la de Igualdad y Políticas Inclusivas. Al frente de ella está la también vicepresidenta Mónica Oltra.

¿Y cómo es esta guía?

El documento se divide en tres partes. Primero, una introducción en la que explica que el lenguaje es un “modo de comunicación y de representación del mundo” que se genera “en un contexto social y cultural determinado” y que es “un reflejo de los valores sociales predominantes”. Un lenguaje no sexista “contribuye a comportamientos y conductas personales y colectivas respetuosas con la igualdad de género y la diversidad en nuestro entorno”.

Sigue una serie de “indicaciones útiles”. La mayoría de estas recomendaciones están más orientadas a la redacción de comunicados y documentos que al trato entre médico y paciente, aunque también se puedan aplicar en este caso. Algunos ejemplos:

- Feminizar profesiones y cargos. Es decir, “la jefa de servicio” o “la directora médica”. Y no “la jefe de servicio” o “la médico” (de hecho, Fundéu desaconseja decir “la médico”).

- Evitar el masculino genérico para incluir hombres y mujeres, y decir, por ejemplo, “las personas enfermas” en lugar de los enfermos.

- Utilizar palabras del género femenino que expresan universalidad, como “la persona” o “la ciudadanía”.

- Eliminar el artículo en sustantivos neutros al género. Por ejemplo, “citar a pacientes” y no “a los pacientes”.

- Usar los barrados (interesada/o) solo en impresos o similares, intentando alternar el orden, y la arroba solo en comunicaciones informales. (compañer@s).

La tercera parte es un glosario, con algunos ejemplos para sustituir términos que no son inclusivos. Está el ya famoso “niños”, término que propone sustituir por infancia, menores o niñez, además de por criaturas y según el caso. Hay más:

- Urgencias adultos: urgencias, eliminando “adultos”.

- Acudir a su médico habitual: acudir a su servicio médico habitual, su consulta médica habitual, médico/a de familia.

- Cada uno: cada cual, cada quien.

- Doctores: personal médico.

- Hijos: descendencia.

¿Pero esto no suena fatal?

Una de las quejas habituales a este tipo de propuestas es que son artificiales, incómodas e incluso desagradables. Steven Pinker dedica unos cuantos párrafos al lenguaje inclusivo en su The Sense of Style. Este profesor de psicología en Harvard escribe que el inglés no solo ha sobrevivido a las aportaciones que el lenguaje inclusivo lleva haciendo desde hace 40 años, sino que es precisamente “el lenguaje sexista el que hace que los lectores pierdan el hilo y se distraigan del mensaje del escritor”. Por ejemplo: “En una sociedad justa, los hombres tienen que ser libres”. Se entiende, pero a muchos ya nos suena, como mínimo, raro.

Sin duda, no todas las soluciones que se proponen en estos casos son aplicables y algunas puede que se olviden. Pero, por otro lado y como también recuerda este autor, al escribir o al hablar tenemos que hacer sacrificios. A veces queremos ser claros y breves, dejando de lado detalles que en otras circunstancias pueden ser importantes. En otras ocasiones daremos más o menos peso a otros valores, según lo que queramos transmitir: podemos cuidar (o no) el ritmo y el tono, por ejemplo, o podemos hacer énfasis en algunos aspectos en detrimento de otros. “¿Por qué el valor de no excluir a las mujeres ha de ser el único cuyo peso siempre es cero?”, se pregunta Pinker.

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