Pocas actividades tienen una mala prensa tan injusta como la procrastinación (es decir, el hábito de posponer tareas pendientes). Quizá se deba a que sus defensores nunca encontramos tiempo para explicar sus aspectos positivos: lo hacemos para ser más eficientes, creativos, racionales y felices.
Aunque también es cierto que procrastinar provoca malestar y ansiedad a largo plazo, además de suponer una pérdida de tiempo, de dinero y de productividad.
Os dejamos las ventajas y las desventajas de este hábito, con el objetivo de que leáis la columna que os interese y dejéis la segunda para otro momento.
11 ventajas de procrastinar
1. Procrastinar permite dedicar tiempo y energía a tareas más importantes y creativas. Como explica John Perry en La procrastinación eficiente, mientras no hacemos lo que deberíamos hacer, podemos llevar a cabo otras tareas que nos gustan más y que nos salen mejor, y que son a las que de verdad queremos dedicar las mejores horas del día.
2. O al menos nos da tiempo para acometer trámites y gestiones que no haríamos si ese trabajo pendiente no nos amenazara. Como, por ejemplo, pedir hora en el dentista, comprar billetes de tren o, para quien trabaje desde casa, regar las plantas, limpiar las estanterías, planchar las camisas… Cualquier cosa vale hasta que no haya más remedio que comenzar o hasta que nos encarguen algo aún más desagradable.
3. Haremos nuestro trabajo de todas formas. Puede que el jefe se ponga nervioso, pero como no queremos que nos despidan, lo entregaremos a tiempo, aunque sólo sea porque no queda otra salida. Además, de forma aceptable.
4. Y puede que incluso salga mejor. A veces no procrastinamos porque nos dé pereza ponernos a trabajar (o no sólo por eso), sino porque necesitamos tiempo para organizar nuestras ideas y saber qué queremos decir y cómo queremos decirlo. Una vez tenemos esas ideas en orden podemos ejecutarlas de forma más rápida y con mejor resultado.
5. De hecho, Frank Partnoy, autor de Wait: The Art and Science of Delay, recomienda esperar el máximo tiempo posible antes de tomar una decisión, para poder procesar toda la información de la que disponemos y no tomar decisiones inconscientes antes de poseer todos los datos. Por ejemplo, asegura que las disculpas son más efectivas si dejamos pasar algo de tiempo.
6. De hecho, es importante dedicar tiempo (incluso en la oficina) a otras actividades. Hay relajarse y contar con periodos de descanso. El hecho de acceder a otros campos que no son nuestra especialidad (y que no tienen que ver con nuestro trabajo) nos permiten generar más ideas y ser más creativos.
7. Además, esos ratos de diversión nos ayudan a ser algo más felices. Y si somos más felices, también somos más productivos (y no al revés).
8. Procrastinar significa que amamos nuestro empleo. Jerome K. Jerome escribía en Tres hombres en un barco que le gustaba tanto su trabajo que “la idea de deshacerme de él casi me rompe el corazón”. Jerome aseguraba estar orgulloso de él: “Lo saco de vez en cuando y le quito el polvo. Nadie conserva su trabajo en tan buen estado como yo”.
9. Y si esperamos lo suficiente, a lo mejor nos libramos de esa tarea por hacer. Cuando archivamos un encargo en un cajón y nos dedicamos a otros asuntos, es posible que todo el mundo se olvide de él. Eso sí, hay que saber seleccionar bien esos caprichos inútiles que le parecieron buena idea a alguien durante una reunión y que todo el mundo ve claro que no llegarán a ningún sitio.
10. Es decir, en ocasiones no procrastinar supone desperdiciar tiempo y energía.
11. Procrastinar nos recuerda que el trabajo no es lo más importante del mundo. Vivimos en una sociedad que nos forma y entrena desde niños con el objetivo principal de conseguir un buen empleo. Pero en la vida hay muchas otras cosas y es importante ponerlas en contexto. Sí, necesitamos un sueldo. Y puede que nos guste lo que hacemos para conseguirlo. Pero no creo que nadie recuerde en su lecho de muerte aquel informe de gastos que le salió tan bien y que entregó dos días antes de la fecha límite.
11 inconvenientes de procrastinar
1. A pesar de lo que dice John Perry en La procrastinación eficiente, cuando posponemos tareas, no nos dedicamos a escribir nuestra gran novela, sino que perdemos el tiempo cotilleando fotos en Facebook, poniendo favs en Twitter o haciendo zapping. De hecho, Scott Wallsten, investigador del Tech Policy Institute, explica que pasamos 100 minutos al día en internet por ocio. Tiempo que restamos a otras actividades: por cada 100 minutos mirando gifs de gatitos, perdemos 27 de trabajo, 29 de otras actividades de entretenimiento y 12 de sueño, además de seis minutos dedicados a actividades educativas, entre otras tareas a las que restamos atención.
2. No nos gusta ni nos hace sentir tan bien como creemos. De hecho, el 95% de los procrastinadores desearían poder reducir esta tendencia.
3. Esto no es extraño si tenemos en cuenta que la procrastinación supone no pensar a largo plazo, al preferir una satisfacción en el presente a un mayor bienestar en el futuro. En este sentido hay que recordar el experimento de Walter Mischel, en el que dio a escoger a unos niños si querían una golosina en ese momento o si preferían esperar un cuarto de hora y tomar dos. Quienes esperaron esos quince minutos, mostraron mejor rendimiento académico al cabo de los años.
4. Los procrastinadores muestran además peor salud: padecen más estrés, tienen menos hábitos saludables y además van al médico menos a menudo. Porque lo dejan para otro día, claro.
5. Los procrastinadores son menos felices, según explica Piers Steel, autor de The Procrastination Equation. La razón está en los remordimientos que sentimos al posponer las decisiones importantes sobre nuestra salud, educación y carrera profesional.
6. Cuando lo dejamos todo para última hora, nos sale peor. Dan Ariely permitió que los alumnos de una clase entregaran sus prácticas cuando quisieran a lo largo del trimestre; a los de una segunda clase les dejó escoger la fecha de entrega, pero una vez establecida debían respetarla; y a los de una tercera les puso él las fechas. Los de esta última clase fueron los que sacaron mejores notas, siendo la peor media la de la clase que no tenía ninguna fecha establecida. Los que escogieron sus propias fechas de entrega quedaron en medio.
7. Mientras tú dejas algo para mañana, hay gente que lo estaba esperando para hoy: procrastinar le hace más difícil la vida a tus compañeros de trabajo, a los que obligas a estar pendientes de ti.
8. Recordemos lo que decía Thomas de Quincey en Del asesinato como una de las bellas artes: “Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo, ya no se sabe dónde podrá detenerse”.
9. Procrastinar es caro. Según un estudio, posponer tareas pendientes supone a las empresas una pérdida de productividad de casi 9.000 dólares anuales.
10. Procrastinamos por miedo al fracaso. Y sólo superamos este temor cuando nos enfrentamos a otro peor: el de no hacer nada. O eso sugiere Megan McCardle.
11. Hay multitud de técnicas y herramientas para ayudar a vencer la procrastinación. Pero, claro, no comenzarás a aplicarlas y a utilizarlas hasta mañana. O pasado.
* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!