¿Te vas a sentar este 24 de diciembre a la mesa con un familiar con problemas de ansiedad o depresión, que pasa por una separación, sufre un duelo o está pasándolo mal por el paro? Si tu memoria te devuelve un sí, quizá deberías hacer todo lo posible para ponerte en su lugar y que la velada sea (solo) eso, una velada de celebración.
Los expertos consultados coinciden en que fomentar un ambiente artificial, de aparente normalidad, mediante un pacto previo para evitar situaciones incómodas provocará efectos no deseados. La persona que pasa por una situación complicada notará en seguida que le están tratando de manera distinta y se sentirá peor. Y hasta cierto punto todos los invitados a la cena se convierten en corresponsables de crear un momento incómodo.
La alternativa, especifica el psicólogo Miguel Silveira, experto en tratamientos de ansiedad, es que uno de los familiares -“aquel que tenga un poco más de autoridad moral ante los demás miembros”- transmita una línea sencilla a seguir: evitar herir susceptibilidades.
Batalla perdida es esa persona que en su afán por acaparar el protagonismo (y momentos de sospechoso humor) será incapaz de cumplir la pauta. Los especialistas advierten de que en el momento que se alerta a un familiar que no debe hablar sobre una expareja es motivo suficiente para que se acerque a la persona en cuestión y suelte: "Ya me han dicho que no te diga nada de Pedro".
Estas son unas cuantas ideas para encauzar la situación.
1. Para los ansiosos. Algunos de los síntomas que acompañan a alguien con ansiedad son la sensación de ahogo, asfixia, palpitaciones, sudoración, tensión muscular, sequedad de boca, bloqueos mentales, olvidar palabras o incluso perder el hilo de la conversación, relata Patricia Ramírez, experta en psicología deportiva. "Su cabeza es como una lavadora centrifugando". Ante una persona a la que le cuesta controlar su vida lo primero que aconsejan los expertos es tratar de compartir algún tema de conversación que le invite a relajarse. "Fantasear con unas vacaciones en la playa, hablar de algo que entretenga a la persona y le impida centrarse en sus síntomas de ansiedad”, aconseja.
Según se vaya desarrollando la charla los que escuchan tendrán que estar atentos a un segundo peligro: el monotema. “Conviene no emplear demasiado tiempo si el paciente pretende acaparar con su dolor y malestar la atención de los presentes”, apostilla Silveira. Es decir, puede llegar un momento que un tema en apariencia naíf puede derivar en un monólogo, un bucle infinito propio de una centrifugadora que gira y gira sobre pensamientos que se agolpan.
2. Para las personas con depresión. La Organización Mundial de la Salud define la depresión como un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima y concentración entre otros síntomas. Compartir un momento de celebración y, por tanto, de aparente alegría compartida con un familiar que pasa por este estado puede, en palabras de los psicólogos consultados, terminar por transformarse en una noche muy apropiada para la negatividad.
“Pídele que te cuente qué es lo mejor que le ha ocurrido durante el año, que te hable de alguna experiencia agradable”, dice Ramírez. “Si llegan los lamentos se escucha, pero hay que procurar que no se alarguen". Recurrir a historias graciosas para que ese familiar vea el lado humorístico de la vida es otra de las opciones más recomendadas. Ahora bien, el humor es un concepto tan amplio como comensales se sienten a la mesa. Este tipo de cenas tienen la ventaja de que los invitados se conocen, comparten lazos familiares. Aunque resulte complicado controlar a todos los presentes, el sentido común suele ser una buena herramienta para evitar chistes y bromas poco afortunadas, incluso en los momentos en que la ironía parezca el último asidero al que agarrarse.
3. Para el que pasa un duelo. Lo primero que hay que tener en cuenta, por recomendación de los psicólogos, es entender que el duelo no es una enfermedad, es un proceso natural que hay que atravesar. No hay un duelo igual a otro. Por eso, antes de poner en práctica las frases aconsejadas por los expertos, es preferible valorar la edad del fallecido y la del doliente, y la relación que los unía (amistad, familiar o laboral). Con estos factores sobre la mesa será más sencillo comprender el sentimiento de culpabilidad que estas personas pueden llegar a tener y evitar comentarios como: "¡Qué valientes sois! Si me pasa mí, me muero". Por que entonces tu familiar puede concluir: "¿Por qué no me he muerto?" Y entonces desarrollar más culpabilidad y la sensación de vacío.
“Lo normal es que saque el tema de cuánto echa en falta a la persona que falta. Dile que la entiendes, pero que lo importante no es recordar lo que nos falta sino todo lo maravilloso que vivimos con esa persona”, aconseja la psicóloga deportiva. “Si ese momento llega es mejor no sacar otros temas familiares escabrosos para derivar la conversación porque pueden herir la sensibilidad de otros comensales”, apoya Silveira.
4. El que se está separando. Un divorcio, una separación temporal, un desengaño o un abandono. El desamor se manifiesta en seis fases, según explicó Ramírez en un artículo publicado en El País Semanal. La familia no tiene por qué ser consciente de si su allegado está en la etapa de locura, indiferencia o razonamiento, pero sí puede identificar otros aspectos que le sirvan de guía para abordar la situación. Quién era su pareja, cuánto tiempo llevaban juntos, tienen hijos, vivían juntos, es el primer desemgaño amoroso... La cercanía supone una buena baza antes de lanzar algunas de estas frases.
“Pregúntale cómo se encuentra en medio del proceso. Dependiendo de si es quien ha decidido separarse o si es el que ha sido dejado, tendrás que dar apoyo", cuenta la psicóloga. Decir que ahora todo se ve tremendo, que es una época de transición, pero que se abren nuevas oportunidades, poder dedicar tiempo a actividades que en pareja se abandonan, aprender a convivir con uno mismo es una alternativa para tratar el tema sin centrarse únicamente en el otro. "Otra perspectiva es plantear que las cosas muchas veces pasan por algo, que ese algo no se aprecia en el momento, pero que luego todo cobra sentido”, relata.
5. El que está en paro. Alguien en desempleo puede desarrollar cualquiera de las patologías anteriores. En este caso, no se trata de lidiar con un solo tema de conversación ni con una sola manera de tratar la cuestión.
Hay una serie de trucos básicos. “No te quejes delante de él de exceso de trabajo, de que te estás harto de tu trabajo, de tu jefe o de que te da pereza que llegue el lunes”, plantea la psicóloga. “Pero tampoco alardees en exceso de lo bien que te van las cosas laboralmente”, continúa Silveira. Y mucho menos digas frases hechas como: "Todo el mundo al final encuentra trabajo" o "No trabaja el que no quiere”. Las preguntas sobre entrevistas de trabajo o si se está realizando algún curso de formación ayudan a conducir la conversación sin desviar el tema de manera abrupta.
El psicólogo laboral Marcos Chicot, autor de ¡Me han despedido! Afrontar el desempleo constructivamente (Plataforma), explica en su libro que aquel que pase por esta circunstacia tiene que asumir que quejarse no le va a devolver su trabajo. Muchos parados, plantea el experto, creen erróneamente que son los únicos que están padeciendo los síntomas derivados de la incertidumbre profesional.
Además, se pueden aplicar las pistas anteriores en caso de que esa persona sufra depresión o ansiedad por no encontrar trabajo. Un ejercicio casi de malabarismo que, en realidad, como remachan todos los psicólogos consultados, debe siempre plantearse desde la naturalidad que un entorno familiar debería aportar y la festividad de una noche navideña.
Cómo preocuparse por el otro en un momento de tensión
Patricia Ramírez trabaja con deportistas de élite expuestos a mucha tensión. La psicóloga plantea unas líneas generales a tener en cuenta:
- Si tienes dudas en cuanto a hacer algún comentario que estimes pueda estar fuera de lugar, está claro: NO LO DIGAS. Es mejor pecar de prudente.
- Ningunear los problema de los demás con comentarios del tipo: “Mujer, ¡pero qué tontería!”, demuestra insensibilidad y falta de empatía. Para cada uno su problema es lo más importante.
- Demuestra que estás atendiendo a la persona mientras te comenta algo con pequeños ánimos verbales como: “¡Ah!, si te entiendo” o manteniendo el contacto ocular.
- El teléfono móvil, ¡prohibido! Sácalo solo para dejar huella del momento con una buena foto.
- Si deseas ayudar, no des consejos categóricos del tipo: “Pues yo lo tengo muy claro, te voy a decir lo que tienes que hacer”. Es más agradable preguntar: “¿Y en qué te puedo ayudar?”.
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