Sí, claro, la ironía se entiende per-fec-ta-men-te en las redes

Detectar la ironía de forma automática es útil para empresas, espías y políticos (y te puede ahorrar problemas con la policía)

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Plaza de George Orwell en Barcelona. Videovigilada
Plaza de George Orwell en Barcelona. Videovigilada.

Los participantes en un estudio de la Universidad de Nueva York sólo pillaron la ironía un 60% de las veces al leer una serie de correos electrónicos. Nos cuesta entenderla por escrito, donde no contamos con la ayuda del lenguaje no verbal y nos puede además faltar el contexto. Somos algo mejores cuando hablamos con alguien en persona: incluso los niños de seis años saben cuando alguien está siendo irónico.

En redes sociales, esto se acentúa. Paolo Rosso, profesor del departamento de sistemas informáticos y computación de la Universidad Politécnica de Valencia, donde es investigador en el centro PRHLT, y autor de varios trabajos sobre la ironía en internet, nos recuerda que el lenguaje en redes sociales es diferente: “Es más informal, se usan emoticonos y acrónimos como LOL. Además, se trabaja con poco texto: un tuit tiene 140 caracteres y hay que ser conciso. La ironía que encontramos en Twitter es bastante diferente a la que veríamos en un libro de Oscar Wilde, por ejemplo”.

A esto se añade que a menudo estamos matando el tiempo con el móvil y no le dedicamos el tiempo suficiente a los textos. Además, muchas veces nos llegan retuits y no conocemos al autor, por lo que no sabemos si suele hablar en serio o en broma. La ironía en internet ha dado tantos disgustos que incluso se ha acuñado la ley de Poe, según la cual es imposible distinguir entre una postura ideológica extrema y su parodia en internet.

No se trata sólo de que nuestros chistes no se entiendan o de que nos enfademos por un comentario que no hemos pillado. Detectar la ironía a tiempo es útil para empresas, políticos e incluso para espías, que son tres sectores muy conocidos por su finísimo sentido del humor y sí, estoy siendo irónico. El propio Rosso diseñó junto a Antonio Reyes un algoritmo que ayudaba a identificar estos tuits y que acertaba un 80% de las veces.

Este tipo de herramientas podrían ser útiles para que las empresas identifiquen comentarios negativos y para que la policía sepa si una amenaza de bomba en una oficina es real o sólo ocurre que alguien está tuiteando un lunes a las siete de la mañana.

El entrenamiento

Lo primero que tuvieron que hacer Rosso y Reyes fue alimentar el programa con ejemplos de tuits tanto irónicos como literales. Rosso cuenta que introdujeron 40.000 muestras. No sólo tuits: también las opiniones sarcásticas de Amazon. Estos comentarios cuentan con una ventaja adicional: hay consenso acerca de si son irónicos o no. Y no siempre es así.

Scott Weems explica en Ha! The Science of When We Laugh and Why ("¡Ja! La ciencia de cuándo nos reímos y por qué"), la ironía, y en especial el sarcasmo, "no es sutil. Implica la confrontación directa entre los significados aparentes y secundarios". Eso sí, Weems habla de la ironía en persona y no por escrito: al hablar irónicamente, explica, cambiamos el tono de voz bruscamente, ya sea para subirlo y darle un toque burlón o para bajarlo y mantenernos exageradamente serios. Además, el rostro tiende a mantenerse plano, pero nuestra expresión muestra que hay algo detrás. De hecho, Weems explica que somos capaces de identificar la ironía en un vídeo sin sonido.

Pero por escrito es más difícil y en ocasiones no todo el mundo está de acuerdo en si un texto es irónico o no. Por eso cada muestra seleccionada para este algoritmo era analizada por tres personas antes de introducirla en el programa: al menos dos de ellas tenían que confirmar si se trataba o no de ironía.

Los marcadores de la ironía

Rosso tuvo que buscar los ingredientes de la ironía para que su programa pudiera identificarlos. No es fácil: son muchos y, por supuesto, no son cien por cien fiables. Son señales que aumentan la probabilidad de que un mensaje sea irónico. Por ejemplo:

- Las incongruencias entre la parte inicial y la parte final. “Lo que en lenguaje computacional significaría aprender la probabilidad de que tras una secuencia de palabras venga un término y no otro”, detalla Rosso. Aquí entran también las ambigüedades que permiten el uso de juegos de palabras y dobles sentidos. Por ejemplo, en la frase: “Llevo 15 días a dieta y hasta ahora he perdido 15 días”. Lo más probable sería que apareciera la palabra “kilos” y no “días”.

- La incoherencia semántica y los cambios de escenarios emocionales. “Por ejemplo, si en el tuit hay varias palabras positivas al comienzo, pero algunas negativas al final, hay un cambio de polaridad, de sentimiento, que puede indicar que el texto es irónico".

- El uso de ciertos adverbios. Su estudio se centró en tuits en inglés y se identificaron adverbios como nevertheless (sin embargo) o suddenly (de repente) como indicadores de ironía, "ya que introducen un cambio”. Un reciente estudio de la Universidad Carnegie Mellon marcaba como indicadores de ironía palabras como shocked (asombrado), at all (en absoluto), además de intensificadores como también, mucho, realmente, “debido a la importancia de la hipérbole en el sarcasmo”. Huy, sí, la hipérbole es el recurso más importante del mundo en toda la historia del sarcasmo. No, en serio, hay que tenerlo en cuenta.

- El perfil del usuario. “Lo ideal sería contar con el historial de los tuits y mensajes”, asegura Rosso, ya que si vemos que un tuitero es dado al humor y a la ironía, es probable que su frase no vaya en serio. “También sería interesante saber si hay diferencias por edad, por cultura o por países”, añade. Pero lo cierto es que muchas veces sólo contamos con el tuit de forma aislada y por eso el algoritmo de Rosso no tuvo en consideración estos factores.

El citado trabajo de Carnegie Mellon sí incluía datos de la cuenta del emisor, como la información que aportaba en su bio, el tiempo que llevaban en Twitter y la cantidad de seguidores y tuits. “No tener una cuenta verificada y ser un hombre estadounidense son indicadores fuertes de sarcasmo”, escribían los autores del estudio, David Bammna y Noah A. Smith. También se tenían en cuenta los términos más habituales en su historial. “Los más indicativos incluían palabras como 'sarcasmo', 'química', '#ateísmo' y 'humor'”. Ya sabéis: si os encontráis con un químico estadounidense ateo, no os creáis nada de lo que dice.

- La tipografía. Como por ejemplo, el uso de las mayúsculas para enfatizar o la repetición de vocales, además de las comillas, como en este artículo de McSweeney, en el que el autor confiesa ser "adicto" a la ironía.

- Los emoticonos no son útiles. “No hay una manera estándar de usarlos -dice Rosso-. Hay gente que los utiliza para indicar que la frase tiene el significado contrario o simplemente una sonrisa para indicar que hay una broma oculta". A pesar de lo que podría parecer, "no ayudan tanto”.

Obviamente, estos marcadores no son exclusivos de internet. Como recuerda este artículo de The Toast, hemos empleado toda clase de estrategias para expresar la ironía por escrito, incluyendo signos de puntuación: desde un símbolo de interrogación invertido, propuesto por John Wilkins en 1688, al “SarcMark” que se intentó introducir, con nulo éxito, en 2010, pasando por la cursiva inversa, es decir, con las letras inclinadas hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha. Sí hay recursos propios de internet como las etiquetas <modo ironía on> y <modo ironía off>.

La entrada sobre ironía en una edición de 1905 de la enciclopedia Larousse, con el símbolo creado por Wilkins. Wikipedia

El principal problema de todos estos marcadores gráficos y, quizás, el motivo por el que no se suelen usar, es que si se señala de forma clara que una frase es irónica, pierde toda la gracia. La ironía ha de mantener cierta ambigüedad para ser lo suficientemente graciosa: tiene que haber un brevísimo momento en el que, al menos, estemos al borde de la duda.

Otro tema es la diferenciación entre ironía y sarcasmo, que el primer trabajo de Rosso no tenía en cuenta. “El sarcasmo es más negativo, menos sutil”. Según los lingüistas, “generalmente el cambio de sentimiento es más brusco”. Rosso está trabajando en un modelo que diferencie entre ambos tipos de humor para un congreso que se celebrará este año y que ha organizado una competición en la que participarán 15 equipos de investigadores de todo el mundo.

Una primera aproximación

El algoritmo de Rosso detectaba la ironía un 80% de las veces, que es mejor de lo que conseguimos muchas veces los humanos, pero Rosso recuerda que se trata de “una primera aproximación”. No sólo porque se puede mejorar un 20%, sino porque además se trata de una prueba concreta con una muestra determinada. "Con otra muestra -aclara-, podríamos obtener un resultado muy diferente".

En todo caso, su objetivo no es programar un detector automático de ironía (como este), sino avisar de tuits que podrían ser irónicos. Las empresas, explica, “prefieren analizar uno a uno los comentarios negativos, para saber qué es lo que falla. Es importante que no se pierdan los que podrían identificarse como positivos porque son irónicos y que en ocasiones pueden ser los más interesantes”.

Rosso recuerda el ejemplo de Toyota, cuando muchos bromearon con un defecto de fábrica que hacía que algunos modelos se comercializaran con un ligero problema: los frenos fallaban. Es posible, sugiere, que ahora Volkswagen esté estudiando tuits como estos.

Los programas para detectar la ironía no sólo se pueden usar en el mundo del marketing y de la empresa. También son útiles para las campañas políticas (si alguien se merece un buen comentario sarcástico es un político) e incluso los espías.

De hecho, el servicio secreto estadounidense ya afirmó que necesitaba un software que detectara el sarcasmo. No es que me sepa mal por los servicios de inteligencia, pero realmente es un problema encontrarse con según qué tuits. Por ejemplo, este irlandés fue arrestado en 2012 por agentes del departamento de defensa estadounidense y devuelto a Europa por escribir que viajaba a Estados Unidos para "destruir América". Se refería a ir de fiesta. También dijo que quería desenterrar a Marilyn Monroe. Estaba muy ilusionado con ese viaje. Había hecho planes.

Más grave fue el caso de Justin Carter, un adolescente de Texas fue también arrestado por un comentario sarcástico en 2013. En medio de una discusión sobre un videojuego, le acusaron de estar loco y contestó: "Oh sí, estoy realmente loco, voy a liarme a tiros en una guardería (...) y observar la sangre de los inocentes cayendo como lluvia (...) y comerme sus corazones cuando aún estén latiendo". Vale, es Texas, pero ahí vemos varios indicadores de ironía. No sé, la hipérbole, por ejemplo.

Aun así, Carter pasó cuatro meses en la cárcel, parte de ese tiempo en solitario por su seguridad. Salió con una fianza de medio millón de dólares pagada por un donante anónimo y aún está pendiente de un juicio que podría condenarle a diez años de prisión. De hecho, la acusación le ofreció un trato por el que "solo" (comillas irónicas) tendría que cumplir una condena de ocho años.

Visto el panorama, quizás alguno prefiera ahorrarse los chistecitos en Twitter hasta que Rosso y sus colegas afinen sus algoritmos de predicción.

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