Desde que sucumbimos al encanto hollywoodense de celebrar Halloween (reconozcámoslo, hasta hace poco el Día de Todos los Santos era un simple festivo, no una fiesta), cada vez es más común toparse con alguien vestido y maquillado de catrina. ¿Pero qué sabemos de este personaje aparte de que representa un vistoso y (cada vez menos) original disfraz para esa noche? Tenemos claro que viene de México; quizá nos han dicho que representa a la muerte; pero seguramente no sepamos decir mucho más.
No te preocupes. La realidad es que no todos los mexicanos saben contestar a una pregunta que no tiene una sola respuesta y que está envuelta en tanta mitología. “Ni siquiera la gente de Aguascalientes conoce bien la historia de la Catrina”, asegura Agustín Sánchez González, uno de los historiadores que más ha profundizado en este icono del folclore mexicano. Aguascalientes es la ciudad natal de José Guadalupe Posada, el padre de la Catrina que hoy conocemos, aunque la figura no se llamaba así en un primer momento.
Posada es el mejor grabador de México y uno de los más reconocidos del mundo por sus calaveras. Aunque se le atribuyen más de 20.000 grabados y litografías, apenas 100 corresponden a este tipo de caricaturas de personajes de la cultura popular, que se realizaban única y exclusivamente para el Día de Muertos (que en México es el día 2 de noviembre), y que iban acompañadas de textos satíricos y burlones.
Estos poemas también son conocidos como calaveras o calaveritas, en las que se ridiculiza a un conocido representándolo como un esqueleto que simboliza que, tarde o temprano, todos moriremos. Es muy probable que de ahí surja el mito de la Catrina como retrato de la muerte. Sin embargo, la intención inicial de Posada era mofarse de un personaje de la cultura popular.
"Remate de Calaveras alegres -y sandungueraaaaaas-", reza el encabezado del texto de la que es su obra más popular y que dio vida a la primera Catrina de México: La Garbancera (sobre estas líneas). Así se conocía a la catrina en esos momentos.
El texto que acompaña al grabado -"Las que hoy son empolvadas GARBANCERAS, pararán en deformes calaveras"- era una burla de las vendedoras de garbanzos, normalmente mujeres indígenas, que se maquillaban exageradamente para parecerse a las españolas y francesas del México de principios del siglo XX. Ironías de la vida, un siglo más tarde es al revés.
Según Sánchez González, Posada jamás vio esta impresión. “Posada muere en febrero de 1913 y la calavera apareció en noviembre”, asegura el historiador. Además de no llegar conocer la publicación que le dio reconocimiento y fama mundial, el artista murió, como mucho otros, en la miseria. Tanto es así, que sus huesos (los de verdad) fueron a parar a una fosa común, y los otros (las planchas e impresiones), al olvido durante unos cuantos años.
Encumbrado por Diego Rivera
A Posada y su Catrina lo rescatan el pintor de origen francés Louis Henri Jean Charlote y su amigo Diego Rivera, el gran muralista mexicano, tan conocido por su obra como por su apasionada relación con Frida Kahlo. “Ambos querían construir una identidad mexicana después de la revolución”, explica Sánchez González. Para él, el verdadero “gran creador de la imagen del nacionalismo en México” es Rivera.
Así, en 1947 nace el Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, uno de los murales más conocidos de Rivera, en la que le otorga por fin un cuerpo a La Garbancera, que aparece tomando a Posada con una mano, y a un todavía niño Diego Rivera. Ahí comienza a conocérsele como catrina, puesto que, en esa época, se deonominaba catrines a los burgueses y aristócratas, que llamaban la atención por su elegancia y estilo europeo.
El origen del nombre no está muy claro y, como en el caso de los mariachis, se le atribuyen influencias francesas, aunque Rivera le dibuja una serpiente emplumada a modo de estola, que representa al dios Quetzalcóatl de los náhuatl. Así, el pintor pone figura, vestido y nombre a la Catrina actual, que ha pasado a la historia como una crítica a la aristocracia de la época, aunque esta peculiar dama sigue diferenciándose de las otras por exagerada y, según el historiador, “por naca” (hortera).
La catrinomanía
Casi setenta años después, pareciera que la Catrina hubiera estado ahí toda la vida, pero para bien o para mal, el mito y la iconografía siguen evolucionando e incorporando tradiciones que no tienen nada de histórico.
En la Ciudad de México el gesto es más extremo, como le corresponde a una ciudad extrema, y este año se estrena un carnaval “a lo James Bond” en Spectre. Al ver el magnético inicio de la película, muchos turistas debieron pensar “si no existe, que lo inventen”, y el deseo no se ha hecho esperar. Este año, en las calles de la capital mexicana se vivirá algo parecido a esto:
Para Sánchez González, esta “catrinomania” es preocupante. “Hay una especie de tendencia a hacer muy burdo esto de la Catrina, que pierde el valor cultural que pueda tener. Una cosa es la tradición y otra cosa es como se ha ido rompiendo”, se lamenta.
Sin embargo, y como buen mexicano, no duda en ver los colores de la oscuridad: al vestirse de catrinas, tanto españolas como mexicanas, están respondiendo a la invasión cultural con una “respuesta antinorteamericana”, aunque solo sea por el placer de disfrazarse de algo nuevo este año.
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