Mi discurso (censurado) para la moción de censura

  • Comentar
  • Imprimir

[Este artículo pertenece a La Carta de Verne, nuestra newsletter que llega todos los domingos. Si quieres empezar a recibirla, apúntate aquí]

(Confieso que estaba ilusionado con la propuesta de moción de censura que se debatía en el Parlamento esta semana. El miércoles por la mañana me planté en la puerta del Congreso dispuesto a dar mi opinión acerca de la labor del Gobierno en los últimos años, pero me encontré con un policía que me cerró el paso. Intenté colarme en un momento de despiste, pero el agente me agarró de la capa -la elegancia siempre ha sido mi punto débil- y me acabó llevando al cuartelillo.

Este intolerable acto de censura me impidió, paradójicamente, censurar al Gobierno. Reproduzco a continuación el discurso que llevaba preparado, dado que sé que los lectores de la carta de Verne estarán interesados en su contenido).

Señoras y señores, Rafael Hernando, congresistas todos:

Decía Valle-Inclán que menudo calor hace. Eso sí, tiendes la ropa y está toda seca en veinte minutos. Eso dijo, sí. Porque Valle-Inclán también iría en ascensor de vez en cuando, digo yo. ¿Y de qué se habla en los ascensores? Pues del tiempo. Y del Gobierno.

No sé si hay ido en ascensor últimamente, señor Rajoy. Pero se habla fatal de usted por esos sitios. El otro día un vecino me dijo que usted era el peor presidente del siglo XX. O del XXI, que no sé leer números romanos.

(Pausa para los aplausos).

Solo hay que mirar cómo va España: para conseguir un puesto de trabajo tienes que pagar tú. Para alquilar un piso, tienes que entregar a tu primogénito como fianza. Con el alta de la línea ADSL querían engañarme y regalarme un banco, con sus varios miles de millones de deuda. ¿Y qué decir de los recortes? Mi cuñado, que es maestro, me cuenta que en su instituto tienen menos números pares que impares, con el lío que eso conlleva. Solo le diré que para el 3 tienen que usar la letra B.

Pero por supuesto, lo peor de todo es la gente que habla por teléfono en el vagón en silencio del AVE. Como si fueran animales. Animales que hablan por teléfono y viajan en tren. Algunos con corbata. Jajaja, perros con corbata, qué gracia me hace eso.

Tampoco me olvido del final de Lost. Aún estoy enfadado. ¿Qué pasó ahí? ¿Era el purgatorio? ¿Estaban todos muertos o qué? ¿Pero cuándo? ¿En la isla o después?

(Pausa para el alboroto y polémica que siempre provoca este asunto).

Por cierto y ahora que me acuerdo, ¿se han fijado en que la frase “esto es un mensaje del FROM” en inglés sería “this is a message from DEL”?

(Pausa para los murmullos de sorpresa).

Total, que hablábamos de ascensores. Pues mire, a eso venía. El vecino del quinto insiste en que quiere cambiar los toldos. Pero no estamos para gastos. No hay dinero en la caja y no vamos a hacer una derrama. Que se ven feos, dice. Bueno, pues lo siento. No es urgente. Antes habrá que pintar, digo yo.

(Pausa para los murmullos de aprobación).

Pero no, señorías. Que se ha empeñado en cambiar los toldos. Que quiere que votemos. Le digo: “Se tendrá que aprobar por unanimidad, ¿no? Pues ya te digo que yo voto en contra”. Y el tío dice: “Ya veremos si es por unanimidad o no. Creo que son tres quintas partes”. Y se pone a buscarlo en Google mientras dice: “Pues yo voy a cambiar mi toldo”, como si se pudiera hacer eso. Le digo: "Todos han de ser iguales". Y el tío: “Ya veremos. Mi primo es abogado”. Total, que me quedo mirando a la presidenta, a ver si hace algo, y me dice: “Que yo no vivo aquí, que soy el cartero. Y suélteme el brazo”.

Práxedes Mateo Sagasta fue presidente del Consejo de Ministros en varias ocasiones entre 1870 y 1902. Como se puede apreciar, hace tanto de eso que el hombre era en blanco y negro. Culture Club / Getty Images

Pues les diré una cosa: esto solo pasa en España. Porque si pasara en otro país, pasaría en inglés o en noruego, depende. Ya lo decía Cánovas del Castillo: “En verano nos quejamos del calor y en invierno del frío”. A lo que Sagasta añadía: “El tiempo está loco”. Fun fact: Sagasta en realidad se llamaba Se Gasta, pero de tanto pronunciarlo, el apellido sagastó.

(Pausa para las risas).

Sí, nos reímos por no llorar. O por no toser. O por no suspirar. Hay tantas alternativas. También podríamos rascarnos. Señor Rajoy, deje que le haga una pregunta: ¿qué lleva puesto? No, espere, esta no era. ¿Por qué los helados son cada vez más pequeños? No, tampoco. Se me ha traspapelado… Ah sí, aquí: ¿Por qué no quitan todos los semáforos y pasos de cebra, y ponen más rotondas? Me da que hay pocas. Y en el trazado del AVE no veo ninguna, cuidado con eso. Ni en los aeropuertos, que los aviones despegan en línea recta, pudiendo pillar una buena rotondita o dos.

(Pausa larga porque a estas alturas el hemiciclo ya estará en pie. Gritos de: ¡Jaime presidente! ¡Queremos un hijo tuyo! ¡Santo súbito!).

Por favor, por favor… Solo soy un humilde ciudadano... Eso sí, no puedo irme sin aprovechar la oportunidad para recordarles que algo hay que hacer con mi vecino del quinto. Estoy en contra de la pena de muerte, pero ¿y el exilio? Solo dos años. Dentro de dos años igual sí que habría ir pensando en cambiar los toldos.

La verdad es que están feos. El mío incluso está rajado. No sé. A ver si va a tener razón. Él y todos los vecinos que están de acuerdo con él. Que son todos. Menos yo. Pero me da lo mismo porque eso se decide por unanimidad. Ya lo decía la presidenta: “Lo que usted diga, pero déjeme en paz, que tengo un montón de paquetes por entregar y ya son casi las doce”.

Selección del contenido y redacción de la carta: Jaime Rubio Hancock @jaimerubio

[El tercer domingo de cada mes, La Carta de Verne, nuestra newsletter, será de humor. Si te han reenviado este artículo y quieres empezar a recibir nuestros envíos, apúntate aquí].

* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!

  • Comentar
  • Imprimir

Comentar Normas

Lo más visto en Verne