Mario seguía arreglando grifos hasta hace nada

El personaje de Nintendo conversa con Verne antes de cambiar de oficio

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Nintendo ha confirmado que Mario ya no trabajará de fontanero y se centrará en su carrera de aventurero y deportista. Hace apenas unos meses, Mario estuvo en mi casa arreglando la cisterna del inodoro y ya manifestó su deseo de dejar esta profesión.

—Lo que le decía, no deja de caer agua y tengo que cerrar la llave.

—Le echaremos un vistazo.

—Oiga… ¿Usted no es Mario? ¿El de Nintendo?

—Sí, soy yo.

—Anda, es un honor. Anda que no le he hecho saltar veces.

—Gracias, gracias.

—¿Le puedo traer agua?

—No, estoy bien.

—¿Unas setas, quizá?

—No, no, que le desconcho el techo.

—Pues yo pensaba que usted no era fontanero de verdad.

—¡Ojalá! Tal y como tengo la espalda, ya me gustaría a mí. Es lo que quiero, dejar este trabajo y dedicarme a lo que de verdad me gusta, las carreras de karts.

—Y salvar a princesas.

—También, también. Pero me gustan más las carreras de karts, no le voy a engañar.

—No lo entiendo. Pensaba que no le haría falta este trabajo.

—¡Qué va! Tengo que pagar la hipoteca. Acérqueme el martillo, ya que está aquí.

—¿El martillo? ¿Para qué quiere un martillo?

—Nintendo paga fatal… Se aprovechan de que uno corre en karts por vocación y salva a princesas porque tiene un código ético muy estricto. ¿Sabe qué me dan? Una comisión por las monedas que pille, sin sueldo fijo. Y me tienen como falso autónomo, pasando facturas, sin derecho a vacaciones, sin poder ponerme enfermo... Al principio solo me pagaban en visibilidad, con eso le diré todo.

—Oiga, cuidado con el martillo…

—Me decían que iría bien para el negocio. “Usted enfréntese al gorila gigante y ya verá cómo todo el mundo querrá contratarle”.

—¿Y no?

—Qué va. La gente me paraba por la calle y les daba mi tarjeta, pero nada. Al final, trabajaba el doble: por las mañanas daba saltitos y por las tardes, a arreglar grifos. Y encima los de Nintendo, con exigencias. He tenido que hacer de árbitro, he jugado a baloncesto, he peleado, he tenido que pintar… Una vez me pusieron a trabajar de médico. Menudo lío. Murieron 14 personas por culpa de mis recetas. Por no hablar de que tuve que operar y le puse a un señor un páncreas de cerdo donde tenía el corazón. Aguantó vivo lo justo para demandarme. Tendría que haberlo visto en el juicio: todo pálido, meneándose mucho para que la sangre se le moviera por el cuerpo. Voy a necesitar el mazo.

—¿El mazo?

—Mi hermano está enfadadísimo.

—¿Y eso?

—Quiere que dejemos Nintendo y nos centremos en la fontanería, que es lo que da dinero. Razón no le falta. Voy a negociar con la empresa, pero yo no puedo pasarme el día corriendo en el kart para luego arrastrarme por los suelos de los lavabos. Tengo la espalda hecha un siete. Acérqueme esa taladradora.

—¿Está seguro de que necesita taladrar?

—Taladrar, tralalá, trililí… Jejeje… Mi hermano está harto de Nintendo, pero hay que admitir que yo lo paso mejor. Cobro más, que para lo poco que cobramos casi da lo mismo. Pero a él también le gustaba la princesa... Mala suerte, qué le vamos a hacer. Luigi también se casó, pero fue un desastre. Se divorciaron a los pocos años, con críos… Un drama. Se dio a la bebida. Él. Ella, ni idea. No la he vuelto a ver. Hablan a través de los abogados. Y eso que tienen niños. Lo que le decía, un drama. Aún no lo ha superado: odia a todo el mundo, se ha abierto una cuenta en Twitter... Un desastre.

—Entonces, ¿usted está casado con la princesa Peach?

—Y tanto, hace ya veinte años años. Donkey Kong fue nuestro padrino.

—Anda. Pensaba que usted y el señor Kong se odiarían.

—No, hombre, no. Es todo trabajo. Una pose. Kong es muy buen tío. También tiene que compaginar su trabajo en Nintendo con su puesto en el zoo.

—Claro, tiene que ir a su jaula.

—¿Pero qué dice? Es el director del zoo de Tokio.

—Ah, perdón.

—Eso que acaba de decir es especismo.

—Yo…

—Claro, como es un mono tiene que hacer gracietas, ¿no?

—Lo siento, no lo sabía.

—Tiene un MBA. El zoo ha multiplicado sus ingresos por siete en los últimos cinco años. Y aún tiene que aguantar comentarios como el suyo... En fin... Pues esto ya está.

—¿Pero qué ha hecho?

—Cuando tire de la cadena, caerán unos barriles por estas rampas. Todo arreglado.

—Oiga...

—¿Con café o sin café?

—¿Eh?

—Que si quiere factura con IVA o sin factura.

—Con, con, por favor.

—Usted sabrá. Yo soy un mandao. ¡Ah! ¡Qué asco!

—¿Pero qué hace?

—¿Cómo que qué hago? ¡Había una tortuga!

—¡Mi tortuga! ¡Y le ha saltado encima!

—¿Pero cómo deja a una tortuga suelta! ¡Son peligrosísimas!

—¡Ha matado a mi tortuga!

—Hombre, claro. ¿Pero a quién se le ocurre meter a una tortuga en casa?

—¡Era una tortuga!

—¡Pues por eso!

El juicio se celebrará en noviembre.

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